En una definición amplia, que puede ser mitológico de cualquier cultura, definido como de aspecto humanoide pero de baja estatura, al que se atribuya algún tipo de poder sobrenatural, caracterizado por su espíritu bromista o malicioso y al que se culpe de todo tipo de daños en el entorno doméstico o rural (sin causar daños graves), entraría en la categoría de duende; como los gnomos, los trasgos, el leprechaun irlandés o el poltergeist alemán.
En flamenco se denomina duende al carácter inexplicable y misterioso que ese arte y sus intérpretes adquieren en ciertas ocasiones, un poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica.
La superstición de los dioses tutelares de los lugares fue difundida por toda la Romania o Imperio romano, ya que su religión pagana afirmaba que había unos dioses menores, los Lares, que habitaban una casa a la que estaban ligados a ella con la función de protegerla; esto explicaría su frecuente asociación a los fuegos del hogar, los pucheros o las alacenas. A esto habría que sumar una creencia semejante por parte de los Druidas. Pero, aparte de su origen supersticioso, la leyenda de la llamada "gente pequeña", como los denominaba en su famoso manuscrito el párroco escocés Robert Kirk, The secret commonwealth; or an essay on the nature and actions of the subterranean (and for the most part) invisible people heretofoir going under the name of faunes and fairies, or the lyke, among the low country Scots, as they are described by those who have the second sight (1691), traducido al español como La comunidad secreta; o un ensayo sobre la naturaleza y las acciones del subterráneo (y en su mayor parte) heretofoir gente invisible va bajo el nombre de Faunes y hadas, o lyke, entre los escoceses en los países bajos, tal como se describen por los que tienen la segunda visión (1691), -Barcelona: Siruela, 1993-, o "duendes", está tan arraigada en unos lugares concretos de Europa -Islas Británicas- que algunos han llegado a teorizar la posible existencia de un pueblo humano de pequeña estatura ya desaparecido en estas ubicaciones, lo que ha convertido en más probable el descubrimiento reciente del hombre de Flores y el ya conocido pueblo pigmeo en África.
El primero en proponer esta explicación fue David MacRitchie (1861-1925), un folklorista escocés, en su obra El Testimonio de la Tradición (The Testimony of Tradition); este tipo de leyendas -y muchas otras- se habrían fundado en la existencia histórica de un pueblo que habitara en cuevas o subterráneo en las Islas Británicas, resto de gentes antiquísimas de tecnología muy primitiva, quizás neolítica, quienes, ante la llegada de pueblos más civilizados y mejor armados, se habrían ocultado en la oscuridad. Esta teoría habría sido completada en El culto de la bruja en el oeste de Europa (The Witch-Cult in Western Europe) (1921) por la doctora Margaret Murray (1863-1963).
El alquimista y médico suizo Paracelso (1493 - 1541) escribió sobre numerosos tipos de criaturas ni humanas ni divinas en su grimorio Philosophia Occulta (1570), a los que llama genéricamente elementales y denominó gnomos (elemento tierra), ondinas (elemento agua), silfos o sílfides (elemento aire) y salamandras (elemento fuego):
- No pueden clasificarse entre los hombres, porque algunos vuelan como los espíritus, no son espíritus, porque comen y beben como los hombres. El hombre tiene un alma que los espíritus no necesitan. Los elementales no tienen alma y, sin embargo, no son semejantes a los espíritus, éstos no mueren y aquéllos sí mueren. Estos seres que mueren y no tienen alma ¿son, pues, animales? Son más que animales, porque hablan y ríen. Son prudentes, ricos, sabios, pobres y locos igual que nosotros. Son la imagen grosera del hombre, como éste es la imagen grosera de Dios… Estos seres no temen ni al agua ni al fuego. Están sujetos a las indisposiciones y enfermedades humanas, mueren como las bestias y su carne se pudre como la carne animal, y son virtuosos y viciosos, puros e impuros, mejores o peores.
Siguiendo la terminología de C. S. Lewis en su ensayo The Discarded Image: An Introduction to Medieval and Renaissance Literature (1964), traducido al español como La imagen del mundo, cabría identificarlos con los longaevi o longevos, espíritus que, cuando Lucifer se levantó contra Dios, no se pusieron de parte ni de este ni de aquel; Dios ha suspendido su sentencia hasta el día del Juicio Final, y mientras tanto circulan por el orbe infranatural, es decir, por debajo de la órbita de la Luna, pues por encima está lo sobrenatural. Algunos cayeron a la Tierra y por eso habitan en cuevas o subterráneos. No son exactamente demonios ni ángeles: son los duendes, hadas, etc... de que se ha hablado anteriormente. De ahí su ambigüedad moral. En otro ensayo, el poeta Heinrich Heine llama a toda esta gente "dioses en el exilio", porque antiguamente eran los diosecillos paganos menores que detentaban algunas funciones religiosas y ahora han sido arrojados al margen, por lo que aparecen ridiculizados por la tradición religiosa dominante. Su aspecto por ello ha sido desfigurado como risible y sólo tienen importancia para los niños impresionables, gracias a los cuales, sin embargo, perdura su recuerdo más o menos deturpado.
Sea como fuere, los duendes tal y como son conocidos hoy son criaturas feéricas (relacionadas en algún caso con las hadas), y se los describe como no mayores a un metro, escurridizos, de aspecto humanoide y de piel verdosa. En una definición amplia para la Mitología de cualquier cultura, se le describe como de aspecto humanoide y muy baja estatura, con algún tipo de poder o conocimiento sobrenatural y provisto de un típico espíritu bromista o malicioso, por el cual se le culpa de todo tipo de daños menores en el entorno doméstico o rural; siendo así, entrarían en la categoría genérica del duende los gnomos, los trasgos, el leprechaun irlandés o el poltergeist alemán.
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