El nuevo Druidismo

El druida Abriarix
Al igual que a la antigua tradición, al nuevo Druidismo no le han faltado retos ni posibilidades para sostenerse: múltiples sentidos sagrados, fuerza espiritual notable, poesía transformadora —e incluso provocativa—, espíritu libre, mente creadora y postura heroica, es decir, es una nueva sabiduría. Inspirarse en el druidismo histórico es casi un acto intuitivo —a veces romántico, a veces utópico— sobre algo que fue gestado hace más de 3000 años y que alcanzo un gran desarrollo en sus creencias y prácticas durante la Edad del Hierro, sin embargo, el origen se ha perdido en la noche de los tiempos. La organización del cuerpo druídico ancestral fue compleja y hermética y poco podemos saber de ella, dado el rigor y celo de su estricta transmisión oral. A pesar de esto, muchas agrupaciones actuales, dividen al druidismo en tres áreas básicas: Druidas, vates y bardos. Quizá se trate de una mera simplificación. Ante la falta de evidencia escrita directamente por los altos druidas, se posibilita un amplio espectro de interpretaciones, distintos tipos de ejercicio y diversos objetivos, que van desde el reconstruccionismo histórico a la erudición de textos del cristianismo celta, de la documentación minuciosa de los historiadores romanos, hasta el embebimiento total en el Folk, desde el medioevo a la New Age.

Para la Orden Druida de México, la memoria del Druidismo sobrevive en el espíritu transformador, abierto, visionario y guerrero que está vivo en nuestro tiempo. Espíritu que tiene una profunda necesidad de integrar la visión -nutrida a partir del inconsciente colectivo- de aquellos hombres de gran aptitud para relacionarse con las fuerzas naturales y obtener de ellas sentido, carácter, visión, poder y ciencia, para crear acuerdos con lo sagrado de la tierra, con lo divino de la manifestación del universo y con el misterio de la naturaleza humana; dinamizada ésta en la interioridad del bosque y la conciencia en meditación activa; en la observación apasionada de todos los seres y los ciclos naturales del mundo que les rodeaba.

Esta es la forma en que cualquier escuela druídica deberá mantener tal legado en el corazón de sus creencias, prácticas y visiones. Este es un desafío que propone que, a partir de la conexión espiritual, se cree y se señale una línea de continuidad entre los mundos, sin límites de tiempo y espacio.

Ante esta certeza, aquel que se asume Druida, Vate o Bardo es quien comprende que estos cargos significan Ser y Estar en una energía peculiar, dentro de una comunidad y que significa ir más allá de los roles tradicionales de mago o consejero, poeta o narrador, etc., los cuales pueden ser compartidos a lo largo de la formación. Ser Bardo, por ejemplo, depende más de una vocación que de un nombramiento. Un destino para Ser y Estar en el lugar y en el tiempo adecuados para atestiguar, ver, saber e interactuar, tanto en hechos como en circunstancias extraordinarios, acerca de la experiencia del Druidismo. De esta forma, en el Awen íntimo del Bardo, el Ser y Estar adquirirán la materialidad de mundos mágicos en resonancia con el Druidismo mismo; Se convertirán en cientos de obras poéticas, en narraciones, en inspiraciones, enseñanzas o en lo que sea que tenga que ser para dar sentido sagrado y humanista a la comunidad.

La vivencia del Druidismo es más que una reinvención, es el despertar de una nueva conciencia que se reconoce en la ancestralidad. No hay necesidad de retomar ni de repetir, sino de sentir, de crear y de continuar.

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