Los bosques de empalados de Vlad Tepes

Vlad III de Valaquia nació en la región de Transilvania, en 1431. Hijo de Vlad "El Diablo ó El Dragón" -caballero de la orden del dragón conocido por su afamada crueldad y sangre-, se hizo famoso por su increíble bravura y valentía, su implacable sentido de la justicia y defensa del cristianismo, y su extraordinaria crueldad, capaz de llamar la atención incluso en aquellos tiempos sangrientos.

Fue conocido por su apodo Drácula, nombre que proviene de "Draculea" -la terminación "ulea" en rumano quiere decir "hijo de"-, lo que podría traducirse como "El hijo del Diablo ó El hijo del Dragón".

Su niñez fue muy difícil, rehén de los invasores otomanos hasta los diecisiete años de edad, al estar disputado el trono de Velaquia desde el exterior por los turcos y húngaros, y en el interior por los aristócratas, que luchaban entre ellos con un salvajismo inusual.

La muerte de su padre, ejecutado por Iancu de Hunedoara en 1447, obligó al joven Vlad a ponerse del lado de los turcos, adversarios de Iancu. Sin embargo durante los años posteriores, Vlad fue separándose de los turcos y estrechando las relaciones con su enemigo Iancu, debido a su único objetivo de volver a reinar en valaquia.

El príncipe valaquio también fue recordado a lo largo de la historia con el sobrenombre de Vlad Tepes o Vlad el Empalador.

Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Defendiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquél que le hiciera pagar tributos.

Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos y a los católicos a matar ortodoxos.

El día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Brașov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él, ya que habían apoyado al pretendiente Dan II junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo bosque de empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó las ciudades de la región Ţara Bârsei, en donde también hubo varios empalamientos.

Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlaș y Făgăraș por rebelión, resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas de ellas durante un siglo. Vlad, al firmar la paz con Transilvania, exigió que este principado no acogiera a ningún enemigo y que le pagara un tributo de 15.000.


Historias y leyendas

Entre su innumerables atrocidades se cuenta que solicitó la ayuda de los nobles cristianos de los reinos cercanos en la lucha contra los otomanos (turcos musulmanes que querían invadir su territorio) y como muestra de su ya iniciada lucha envió 24.000 narices cortadas de las cabezas amontonadas de los enemigos derrotados. En su contienda con los turcos, el príncipe Vlad empleó la guerra psicológica al quemarles sus campos, envenenar sus pozos y utilizar estrategias atroces de guerrilla, pero su clímax fue empalar a 20.000 cadáveres de enemigos.

Según la leyenda (otra prueba de la locura del príncipe en su contienda con los otomanos), se cuenta que los emisarios del sultán turco le obligaron a pagar un tributo y Vlad se negó al considerar que éstos le habían insultado al no retirarse sus turbantes, ya que era su costumbre. Él les clavó los turbantes a la cabeza para que así nunca se lo tuviesen que quitar.

Otra de sus abominables “hazañas” fue atrapar al más peligroso de sus adversarios voyardos, Dan Voeivod, en la primavera de 1460, al que obligó a cavar su propia tumba y asistir a sus funerales antes de hacerlo decapitar. Con sus allegados tampoco era especialmente delicado, se cuenta que abrió las entrañas de su propia novia para comprobar por sus propios medios si estaba embarazada, ya que ésta le había entido sobre su estado. En una ocasión hizo colocar una copa de oro junto a una fuente para quien quisiera pudiese beber. El pánico que había implantado entre sus súbditos fue tal que por temor al severo castigo, la copa jamás fue robada.

Sin embargo, también fue conocido por su especial honradez, en una ocasión un mercader sufrió el robo de su carro en el que además se encontraba una elevada suma de dinero. Al poco de conocerlo Vlad, los ladrones fueron apresados y empalados y al dinero devuelto, Vlad añadió una única moneda. El mercader al contarlo vio que le sobraba una moneda lo que se la devolvió al príncipe, hecho que le libro de su propio empalamiento.

Sobre su muerte en 1476, no se sabe si Vlad murió asesinado en las cercanías de Bucarest o en combate mientras luchaba con un ejército de tan sólo 200 hombres contra un ejército de 120.000 turcos. Se dice que su cabeza fue enviada al sultán como prueba de su muerte y su cuerpo fue enterrado en una tumba del monasterio de Snagov, aunque nunca se encontró su cadáver…

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