PUENTES SANGUINOLENTOS ENTRE EL AMOR Y EL HAMBRE 2 PARTE POR NESTOR PEDRAZA




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DE LORD BYRON A DRACULA
En El Giaour, Lord Byron recurre a la misma tradición utilizada por Stagg en su poema, según la cual el vampiro está condenado a alimentarse de sus seres queridos. El protagonista de El Giaour deberá chupar la sangre de su esposa, su hermana, su hija, sin poder evitarlo aunque tal banquete le resulte abominable. Todas lo maldecirán, excepto la más joven, la más querida, que le llamará padre y le bendecirá, pero aún así él terminará con su vida.
Tres años después de escribir "El Giaour", Lord Byron, ya reconocido como gran poeta, decidió salir de Inglaterra. En 1816, el editor de Byron contrató a John William Polidori para que acompañara al poeta en calidad de médico y secretario privado durante el largo viaje por el continente europeo (que terminaría siendo su exilio), con el fin de que escribiera un diario de dicho viaje. Polidori, londinense nacido en 1795 de padres literatos italianos, rápidamente fue víctima de la burla y los comentarios mordaces de Byron, que lo llamaba aniñado y pueril. Ese mismo verano, se encontraron con Percy Bysshe Shelley, importante poeta inglés del romanticismo, su esposa Mary Godwin, y Claire Gairmont, quienes decidieron acompañarlos en su viaje. Se hospedaron en Villa Diodati, en Ginebra, Suiza, donde durante varios meses también había vivido el poeta John Milton. La villa se hallaba a orillas de un lago, en las que también podían encontrarse las residencias de recreo de Voltaire, Rosseau y otros grandes intelectuales. Una noche de tormenta, Byron y sus acompañantes se reunieron a leer una obra alemana titulada Fantasmagoriana. Según cuenta Polidori en una carta enviada a su editor desde la misma villa, Lord Byron recitó de memoria "Christabel", poema inconcluso de Samuel Taylor Coleridge que sería publicado ese mismo año, y que habla de una vampira síquica, Geraldine. Su víctima, Christabel, la encuentra tendida cerca a su castillo, argumentando que acababa de ser ultrajada por unos soldados. Christabel se apiada de ella y la lleva a sus aposentos, iniciándose así una relación estrecha entre las dos. En ese momento, Percy Shelley abandonó la sala y fue encontrado sudando frío debido a la imagen que le produjo este poema, recordando lo que se decía de una vecina suya, que supuestamente tenía ojos en los pechos. Probablemente, la historia de Christabel y la leyenda sobre su vecina, produjeron intensas alucinaciones en el poeta por cuenta del opio que consumieron todos aquella noche.
Uno de los principales antecedentes de Christabel y de las figuras vampíricas femeninas en general, es el personaje histórico Erzsébet Bathory, condesa húngara del siglo XVI, que reclutaba jóvenes sirvientas para su servicio, a las que desangraba con diferentes métodos para darse baños de sangre, a fin de mantener su juventud y detener los estragos del tiempo sobre su figura. La historia de esta Condesa Sangrienta ya era bastante conocida a comienzos del siglo XIX gracias a los trabajos de Michael Wagner de Austria, el primero en narrar los crímenes de la Condesa en un libro publicado en 1796, y del sacerdote jesuita Laszlo Turoczy, que localizó algunas copias de los documentos originales del juicio en el que se condenó a la Condesa a vivir emparedada, además de historias locales que respecto al tema se habían transmitido entre los habitantes del lugar. Gracias a esta información, hoy se sabe que la "Condesa Sangrienta" desangró a unas 300 doncellas de los pueblos de los alrededores de su castillo de Csejthe. La película italiana "I Vampiri" de Riccardo Freda (1956) y la americana "La condesa Drácula" de Peter Sasdy (1970) han puesto en la pantalla la historia de Bathory, cuyo nombre cobró especial popularidad entre los grupos musicales de black metal y los adolescentes que adhirieron a la "onda gótica" en la década de 1990.
A continuación, incluyo un fragmento de Christabel.
Y como ordenó la dama, hizo.
Sus extremidades suaves desvistió,
y se recostó en su belleza.
Bajo la lámpara, la dama se inclinó
y lentamente sus ojos miran alrededor;
Entonces aspira sonoramente
como alguien que se estremece, desata
el cinturón bajo su pecho:
su vestido de seda y la ropa interior
cayeron a sus pies y, pleno a la vista,
mirad, su pecho y su costado:
¡Una visión para soñar, no para describir!
¡Oh, protéjanla! ¡Protéjete dulce Christabel!
Geraldine todavía ni habla ni se mueve.
¡Ah! qué impresionante mirada la suya:
desde su profundidad, a medias mira
para quitarle algo de peso con enfermo intento;
y contempla a la doncella y busca tiempo.
Intempestiva entonces, como desafiada,
se repone altiva y orgullosa
y se recuesta al lado de la Doncella.
Y en sus brazos tomó a la joven.
¡Ah, vaya día!
Y en voz baja y con preocupación en su mirada
dijo estas palabras:
-Al tocar este pecho trabaja un conjuro
que señorea en tus palabras, Christabel.
Conociste hoy y has de conocer mañana
esta marca de mi vergüenza, este sello de mi tristeza;
mas vanamente más garantizas,
porque sólo podrás declarar
que en el bosque en penumbra
escuchaste una delicada queja,
y encontraste una luminosa dama, de inusual belleza;
y la llevaste contigo a casa, con amor y caridad,
para protegerla y resguardarla del húmedo aire.


El incidente con Percy Shelley no impidió que Lord Byron insistiera con las historias de espanto, al punto de proponer que cada uno de los presentes escribiera una historia basada en la intervención de un poder sobrenatural. De seguro, el enorme ego de Byron le hizo confiar en que su genialidad sería suficiente para ganar el reto con creces, así que no puso mayor esmero en su relato. Se llevaría luego una desagradable sorpresa.
Esa noche, la joven Mary Shelley inició la escritura de su famosa novela "Frankenstein o el Prometeo Moderno", una crítica profunda no sólo al cientificismo y la investigación médica llevada a cabo sin ética, sino a la deshumanización provocada por la revolución industrial y el urbanismo. El monstruo construido a partir de partes de cadáveres, es en realidad una víctima, rechazada por la sociedad con violencia por su fealdad, por su diferencia, y el doctor Frankenstein es el verdadero monstruo, que ha alterado el curso de la naturaleza y de su propia existencia al jugar a ser Dios. Por su parte, Lord Byron escribió de un tirón un fragmento de historia que nunca se molestó en corregir y mucho menos en terminar, titulado El Entierro, una historia donde se esboza un vampiro de nombre Darvell, cuya naturaleza y emociones son un misterio para todo aquel que trate de acercársele, y con quien de alguna forma logra trabar amistar el narrador de la historia. Darvell muere en un viaje que emprenden los dos a Grecia, pero antes hace jurar a su amigo que ocultará su muerte a todo ser humano.
En este texto, se esboza apenas la figura y personalidad de un personaje cuya amistad parece inalcanzable, alguien de maneras finas y buena educación a quien según parece no le causa la más mínima impresión todo lo que le rodea. Sin embargo, Byron nunca mostró interés en este texto y no desarrolló a su personaje. En cambio, Polidori, a quien él llamaba el aniñado, se consagró esa misma noche al iniciar la escritura de "El Vampiro", cuento que lo haría pasar a la posteridad. "El Vampiro" de Polidori se constituye en el primer relato moderno de vampiros, y es además, la primera narración en cien años (desde el Gul, cuento de las Mil y Una Noches) que tiene por protagonista el vampiro. En el mencionado cuento de las Mil y Una Noches (noche 538 o 945 según la edición), publicado por primera vez para occidente en 1704 gracias a la traducción al francés de Antoine Galland, Dalal hija de un Sultán, se casa con un hermoso joven que, después de 40 días de himeneo, la lleva a su palacio. Allí, Dalal descubre que su esposo es un Gul, que es descrito de la siguiente forma:
Él salía a dar la batida por aquellos campos, a hacer abortar a las mujeres encinta, meter miedo y dar susto a las viejas y los chicos, aullar con el viento, ladrar a las puertas de las casas, chillar a media noche, merodear por las ruinas, hacer maleficios, alcocarras y visajes en las tinieblas, visitar los sepulcros, husmar (sic) a los difuntos y cometer, en fin, toda suerte de desafueros y toda clase de desmanes, violencias y atropellos. Y después de eso recobraba su apariencia humana de joven hermoso y tornaba a su casa.
Y un día de entre los días le llevó a su esposa la cabeza de un hijo de Adán y le dijo:
-Mira, Dalal: toma esta cabeza y cuécela al horno y pártela en pedazos, para que entre los dos nos la comamos.
Más de cien años después, Polidori crea el personaje que prevalecería como el vampiro por antonomasia, y se consagra como el autor con mayor influencia en toda la literatura vampírica moderna, aún hasta nuestros días. Su vampiro se llama Lord Ruthven, aristócrata inglés que por su singularidad se hace popular entre la sociedad londinense, y que se mantendría vivo a través de múltiples reencarnaciones literarias.
Si bien pueden vislumbrarse semejanzas entre August Darvell, el personaje esbozado por Byron, y Lord Ruthven, el personaje de Polidori, esto se debe, en mi opinión, a lo siguiente: Lord Byron intentaba crear un vampiro basado en sí mismo (lo que no es de extrañar si se considera que Childe Harold, el héroe de su poema épico del mismo nombre y cuyo estereotipo repetiría en muchas de sus obras, convirtiéndolo en lo que se ha llamado el "héroe byroniano", fue inspirado en la vida y personalidad del autor, lo que deja muy en claro su enorme egomanía), mientras Polidori hacía de Lord Ruthven una caricatura del poeta, con lo que se vengaba de las humillaciones a las que él le sometía. Originalmente, el relato de Polidori fue publicado con el título "El Vampiro, Un Cuento del Muy Honorable Lord Byron", y por un buen tiempo se le atribuyó a Byron la autoría del mismo, lo que favoreció que fuera ampliamente difundido y traducido a otras lenguas. En un comienzo, Byron insinuó que el texto en efecto estaba basado en un argumento suyo, pero por fin (celoso quizás) dijo que el tema de los vampiros no le interesaba, que no quería saber nada de ellos, y que no tenía nada que ver con el texto de Polidori. Como prueba, publicó su relato inconcluso "El Entierro", lo que permitió que llegara hasta nuestras manos.
En la primera edición de "El Vampiro", se agrega a modo de prefacio un fragmento de una carta dirigida por Polidori a su editor, donde se narra la historia de la noche de tormenta en que se impusieron como reto escribir la mejor historia sobrenatural. Resulta interesante ver que los datos que Polidori brinda a su editor acerca de Lord Byron, tienen mucha coincidencia con la descripción que más adelante hace de Lord Ruthven, y que incluyo a continuación:
Sucedió que en medio de las locas diversiones propias de un infierno londinense apareció, en varias fiestas de los señores del "buen tono", un caballero que resultaba más notable por sus singularidades que por su rango. Contemplaba el regocijo en torno suyo como si no le fuera posible participar en él. Aparentemente, las suaves risas de las hermosas sólo atraían su atención para poder apagarlas con una mirada y traspasar de miedo esos pechos en que reinaba la coquetería. [...] Sus singularidades hicieron que se le invitara a todas las casas; todo el mundo deseaba verlo y quienes habían estado habituados a la excitación violenta y ahora sentían el peso del ennui se complacían en estar en presencia de algo capaz de atraer su atención. A pesar del color cadavérico de su rostro, que nunca adquiría un matiz más vivo fuera por el rubor de la timidez o por la emoción violenta de la pasión, por más que su forma y su contorno eran hermosos, muchas de las cazadoras de hombres trataron de lograr su atención y obtener al menos algunas muestras de lo que podría llamarse afecto. [...] Mas si bien la adúltera común no podía influir siquiera sobre la dirección de sus ojos, no se trataba de que él fuera indiferente al sexo femenino; pero con tan evidente cautela se dirigía a la esposa virtuosa y a la hija inocente que pocos llegaron a enterarse de que alguna vez hubiera hablado con mujeres. Poseía, empero, fama de lengua lisonjera; y ya fuera porque vencía el temor que inspiraba su singular personalidad o bien porque sedujera su aparente odio al vicio, el hecho es que se lo encontraba tan a menudo entre las hembras que constituyen el orgullo de su sexo en razón de sus virtudes domésticas como entre aquellas que lo maculan con sus vicios.
De forma tal que Lord Byron no sólo coadyuvó en la escritura de este relato al establecer el reto aquella noche, y al discutir con los presentes en aquella velada su idea de lo que debía ser un vampiro, sino que sirvió como inspiración para la creación de la figura del vampiro que hoy todos conocemos. Por supuesto, Polidori también tuvo como precedente inspirador el poema El Giaour, escrito por Lord Byron. En El Vampiro, Polidori relata la historia de Aubrey, joven que traba amistad con Lord Ruthven y viaja con él a Roma, donde descubre que su amigo está tratando de aprovecharse de una niña. Luego de denunciarlo, se separa de él y viaja a Grecia donde se enamora de Ianthe, una joven campesina que le habla sobre los vampiros. Aubrey decidió un día hacer una pequeña excursión, pero Ianthe y su familia se mostraron temerosos al saber hacia dónde se dirigía, y le rogaron que regresara antes de que oscureciera, pues ere lugar era sitio de reunión de vampiros. Aubrey se distrajo en su viaje e inició el retorno demasiado tarde. Se hace de noche, y se inicia una tormenta que asusta a su caballo. El animal lo lleva hasta una choza donde escucha unos gritos aterradores. Allí luchará contra un hombre de fuerza sobrenatural, y será luego hallado por unos aldeanos que vienen en busca de Ianthe, cuyo cuerpo sin vida reposa al lado de Aubrey. El joven cae enfermo presa de fiebres violentas, y Lord Ruthven, que casualmente llega a Atenas, se convierte en su enfermero particular. Al recuperarse Aubrey, los dos emprenden un viaje por toda Grecia, y en uno de esos caminos son asaltados por ladrones, que hieren de muerte al Lord. Al igual que en el fragmento de relato de Byron, el Lord pide a su amigo que oculte a todos su muerte, y luego fallece. Tiempo después, Aubrey descubrirá que Lord Ruthven está vivo en Londres y, silenciado por su juramento, es testigo del compromiso del Lord con su propia hermana y cae de nuevo enfermo. Si bien trata de advertir a su hermana que no se acerque al Lord, su familia cree que delira por la fiebre. Aubrey logra relatar todo lo que ha vivido antes de morir, pero esto no logra salvar a su hermana. En este relato ya queda configurada la forma del vampiro aristocrático y donjuanesco que tanto conocemos. La escena de la excursión de Aubrey al campo, cuando lo sorprende la noche y termina escuchando los gritos de su amada que era asesinada por el vampiro, es el precedente de la escena de El Huésped de Drácula, de Bram Stoker, en que el protagonista es advertido de regresar al hotel en el que se halla hospedado en Estiria antes del anochecer, pues es la noche de Walpurgis, y al hacer caso omiso a las advertencias, el joven es testigo de hechos sobrenaturales.
El vampiro creado por Polidori con base en la figura de Byron, obedece a la tradición que dice que un vampiro es una persona que ha sido maldita, convirtiéndose en vampiro por sus crímenes, por haber cometido suicidio, o por haber renegado de Dios. Esta es la misma figura vampírica utilizada por Stoker en su novela Drácula y por muchos otros autores en sus textos. Otra tradición afirma que un vampiro es un espíritu que se apropia de un cuerpo y secuestra su alma para hacer de las suyas, y sólo con la muerte del vampiro es liberada el alma de la persona que poseía originalmente dicho cuerpo, que es el caso de la mujer vampiro de "Thalaba, El Destructor", poema de Robert Southey publicado en 1799. En este poema, Thalaba y su suegro Moath visitan la tumba de su esposa e hija Oneiza, que sale de la tumba y los insulta. Thalaba, como hipnotizado por el espectro, no atina a actuar en su contra, y es Moath quien atraviesa el cadáver con una jabalina. Entonces, muere el vampiro, y el alma de Oneiza, tras un destello azul, logra descansar por fin.
En 1820, Charles Nodier, aficionado entomólogo y bibliófilo nacido en Besançon en 1780, convencido de que el relato El Vampiro había sido escrito por su poeta favorito Lord Byron y no por Polidori, decidió sin autorización alguna, publicar una continuación del mismo de su puño y letra, que tituló "Lord Ruthven o Los Vampiros" bajo el seudónimo de Cyprien Bérard. Fiel al personaje de Polidori, Nodier termina de darle forma al Lord Byron vampiro, y lo describe de esta forma:
"Hombre de estado, profundo político, dotado de los modales más brillantes y de esa flexibilidad de espíritu que define los éxitos en la corte, Lord Seymour, llegado hacía poco tiempo a Ferrara, se había vuelto amigo, confidente del príncipe. (...) La severidad de su mirada y la alteración de sus rasgos parecían el efecto de su aplicación a los asuntos públicos; pero, en las fiestas que se daban en el palacio, mostraba tanta destreza de espíritu, tanta gracia de expresión, que todas las mujeres de la corte codiciaban sus homenajes".
En esta historia, Nodier revive al mismo Aubrey del relato de Polidori, que acompañado por otros dos personajes, persigue al vampiro Lord Ruthven (que hacia el final se ha cambiado el nombre por el de Lord Seymour), a fin de matarlo y librar a la humanidad de sus crímenes. Esta cacería es un precedente de la cacería que Van Helsing dirige contra el conde Drácula.
Nodier, aficionado al opio, escribió también "El Vampiro Bondadoso", relato publicado en 1825, en el que el carácter del vampiro es tratado de una forma que sólo tiene relación con la de la narración de "La ciudad vampiro" de Paul Féval. Allí se muestra un vampiro que es consciente de su condición y se somete a cuanto tratamiento médico y tradicional existe con la esperanza de extirpar de él este mal, a fin de no atormentar a nadie con el mismo, lo que lo constituye un precedente de la excelente película animada "Vampiros en la Habana", y de la canción de Joan Manuel Serrat "Historia de Vampiros", basada en el poema homónimo de Mario Benedetti. Asimismo, Nodier adaptó, junto a T. F. A. Carmouche y el Marqués de Jouffroy, su obra Lord Ruthven o Los Vampiros al teatro, con el nombre de "El Vampiro", melodrama en tres actos y un prólogo que se estrenó con música de Alexandre Puccini en el Théâtre de la Porte Saint-Martin en 1820. Esta obra, que mostraba al vampiro creado por Polidori con base en Lord Byron, tuvo una magnitud tal que después de aparecer en Alemania e Italia, creó furor en Londres en una adaptación que hizo de ella James R. Planche con el nombre de "El Vampiro o La Novia de las Islas", e inspiró el vaudeville "Los Tres Vampiros o El Claro de Luna", de Gabriel y Armand Brasier, estrenada en 1820, la comedia "El Vampiro" de Eugène Scribe, estrenada en 1821, y el espectáculo de circo "Polichinela Vampiro" de 1822, además de un ballet, dos melodramas y por lo menos siete óperas. En 1820 se publicaron también dos importantes relatos de vampiros: Melmoth el Errabundo, del irlandés Charles Robert Maturin, e Historia de los Vampiros, de Collin de Plancy.
E. T. A. Hoffmann publicó en 1821 el relato "Vampirismo", también conocido como "Aurelia, la Vampiro", como parte del cuarto tomo de "Los Hermanos Serapión", utilizando el seudónimo Cyprian. Hoffmann no sólo estaba profundamente influenciado por Lord Byron, sino que además lo nombra en este relato, diciendo:
"Pienso en Lord Byron, a mi parecer más poderoso y genuino que Thomas Moore. Su Sitio de Corinto es una obra maestra llena de las más vigorosas imágenes, de los pensamientos más geniales. En ella predomina su inclinación por lo sombrío, aún por lo espantoso y lo horrible."
Hoffmann en esos días también estaba convencido de que El Vampiro de Polidori era una obra de Byron. El personaje principal del relato de Hoffmann es el conde Hyppolit, que es seducido por la joven y hermosa Aurelia, con la que se casa. Al final, el conde descubre el vampirismo de su esposa (que regresó de la muerte para casarse con él) y de su suegra. Aurelia es una vampira que, según los críticos, hereda su naturaleza de la protagonista de "La Novia de Corinto" de Goethe y de la joven morava que aparece en una de las historias de "Lord Ruthven o Los Vampiros" de Charles Nodier, de modo que en este relato se sigue sintiendo la influencia de Lord Byron.
Debido a la belleza del texto, hago una pausa aquí para volver a 1797, año en que Wolfgang Goethe publicó La Novia de Corinto, poema en el que una muchacha enamorada vuelve de la tumba para encontrarse con el hombre al que se había prometido, y al que no pudo entregarse en vida pues su madre la había forzado a convertirse en monja. Transcribo un fragmento de este poema, que influenció varios de los textos que aquí se tratan:
Acércase ella entonces; se arrodilla.
--¡Cuánto verte sufrir me da congoja!
Pero toca mi cuerpo, y con espanto
advertirás lo que calló mi boca.
¡Cual la nieve blanca,
cual la nieve fría,
es la que elegiste por tu esposa amada!
Con juvenil, con amoroso fuego,
estréchala él entonces en sus brazos.
--Yo te daré calor --dice--, aunque vengas
del sepulcro que hiela con su abrazo.
¡Aliento y beso cambiemos
en amorosa expansión!
¡Un volcán es ya tu pecho!
Préndelos el amor en firme lazo.
Lágrimas mezclan a su goce ardiente.
De un amado en la boca fuego sorbe
ella, y los dos a nada más atienden.
Con su fuego el joven
la sangre le incendia;
¡mas ningún corazón palpita en ella!
Por el largo pasillo, a todo esto,
la dueña de la casa se desliza;
detiénese a escuchar junto a la puerta,
y aquel raro rumor la maravilla.
Quejas y suspiros
de placer percibe;
¡los locos extremos del amor compartido!
Inmóvil junto al quicio permanece
la sorprendida vieja, y a su oído
llega el eco de ardientes juramentos
que su senil pudor hieren de fijo.
--¡Quieto, que el gallo cantó!
--¡Pero mañana a la noche!...
--¡Vendré, no tengas temor!
No puede ya la vieja contenerse;
la harto sabida cerradura abre.
--¿Quién es la zorra --grita-- en esta casa
que al extranjero así se atreve a darse?
¡Fuera de aquí, en seguida!
Mas, ¡oh, cielos!, al punto reconoce
al fulgor de la lámpara a su hija.
De encubrir trata el frustrado joven
a su adorada con su propio velo,
o con aquel tapiz que a mano halla;
pero ella misma saca, altiva, el cuerpo.
Y con psíquica fuerza,
con un valor que asombra,
larga y lenta en el lecho se incorpora.
--¡Oh, madre! ¡Madre! --exclama--, ¿de este modo
esta noche tan bella me amargáis?
De este mi tibio nido, mi refugio
sin pizca de piedad ¿a echarme váis?
¿Os parece poco llevarme al sepulcro
al lograr apenas la flor de mis años?
Mas del sepulcro mal cerrado un íntimo
impulso liberóme; que los cantos
y preces de los curas, que acatáis,
para allí retenerme fueron vanos.
Contra la juventud, ¡agua bendita
de nada sirve, madre!
¡No enfría la tierra un cuerpo en que amor arde!
Mi prometido fuera ya este joven
cuando aún de Venus los alegres templos
erguíanse victoriosos. ¡La palabra
rompisteis por un voto absurdo, tétrico!
Mas los dioses no escuchan
cuando frustrar la vida de su hija
una madre cruel y loca jura.
Por vindicar la dicha arrebatada
la tumba abandoné, de hallar ansiosa
a ese novio perdido y la caliente
sangre del corazón sorberle toda.
Luego buscaré otro
corazón juvenil,
y así todos mi sed han de extinguir.

Retrocedamos un poco: Uno de los primeros escritores europeos que aluden al vampiro es el alemán Heinrich August Ossenfelder, que escribió en 1748 un poema corto titulado "El vampiro". Trata de un hombre que es rechazado por una dama respetable y religiosa de la que está enamorado. Una noche la visita, bebe su sangre luego de darle el "seductor beso" del vampiro, y le demuestra que sus sádicas enseñanzas valen más que el cristianismo de su madre. Gottfried August Bürger, fundador de la "balada artística" alemana, publicó en 1773 su poema "Lenore", donde una joven desesperada reniega de la Providencia por no tener noticias de su novio al terminar la Guerra de los Siete Años. Esa misma medianoche, llega su novio a su puerta y la lleva en cabalgata veloz para desposarla. Ella, intrigada por el afán del novio, le pregunta por qué van tan rápido. "Veloces viajan los muertos" es la frase que recibe por toda respuesta, a lo que ella replica: "Deja a los muertos en paz". Al final descubre que se trata de una trampa: su lecho nupcial se convierte en una fosa en cuyo fondo se encuentra el esqueleto de su amado. Esta historia es retomada por Francis Ford Coppola en su película de 1992, donde el cruzado al llegar a su castillo y encontrar que su esposa se ha suicidado, reniega contra Dios y se convierte en vampiro. En ambas historias, la moraleja es la misma, y corresponde a la última frase del poema de Bürger: "No hay que medirse con Dios".
Tomando como título el estribillo de Lenore, el alemán Ernst Raupach publicó en 1823 un relato que retoma el tema del poema de Goethe, de la amante macabra que retorna del sepulcro, titulado "Deja a los Muertos en Paz", cuya trama guarda parentesco con "El Vampiro o la Novia Difunta", drama romántico en tres actos, estrenado en 1822. Este drama, escrito por Heinrich Ludwing Ritter, tomó episodios de "El Vampiro" de Polidori y de la obra de teatro de Nodier, y sirvió de modelo a la ópera "El Vampiro" de Heinrich Marschner estrenada en 1828, el relato "El Vampiro y su Novia" de Spindler, publicada en 1826, y la novela "El Vampiro o la Novia de los Muertos" de Theodor Hildebrand, publicada en 1828, obras todas que de forma indirecta recibieron la influencia del vampiresco Lord Byron. A fines del siglo XIX, Bram Stoker hizo homenaje a la obra de Bürger en su relato El Huésped de Drácula, donde puso la frase "Veloces viajan los muertos" en la lápida de la tumba de la condesa Dolingen de Gratz. Lo interesante es que el propio Bürger hacía homenaje en su poema a Kaspar Stieler, autor del poema "Que los Muertos Descansen en Paz", de inicios del siglo XVIII, en el que Filidor a su muerte, promete a la niña Florilis que su fantasma regresará para atormentarla a menos que se corrija a tiempo.
Raupach cuenta en "Deja a los Muertos en Paz" que el protagonista Walter no cesa de lamentarse por la pérdida de su esposa Brunhilde. A pesar que se casa posteriormente con Swanhilde, comienza a visitar la tumba de su primera esposa para llorar y suplicarle que vuelva a la vida. Después de repetir esta escena por un buen tiempo, conoce a un hechicero que le hará realidad su sueño. Pero como reza el dicho: ten cuidado con lo que deseas, porque puede ser que se te cumpla. Así, Walter y Brunhilde comienzan una nueva historia de amor, pero ésta será su perdición.
Otra notable amante que retorna de la tumba es Clarimonda, la vampira de "La Muerta Amorosa", relato publicado en 1836 por el poeta, narrador, dramaturgo y crítico Théophile Gautier, líder de los Parnasianos, que defendían que el poema debe estar más involucrado con el efecto artístico que con la vida (el arte por el arte), y cuya obra influenció en gran medida a Baudelaire. Gautier termina de darle forma a la figura de la vampiresa, convirtiéndola en el arquetipo de la femme fatale, y cuyo único precedente (en cuanto a la historia de un demonio verdaderamente enamorado) es "El Diablo Enamorado", novela publicada en 1772 por Jacques Cazotte. Gautier fue influido por el relato "Vampirismo" de E.T.A. Hoffmann, a quien rinde homenaje en el texto a través del abad Serapión. Clarimonda es una amante inspirada en cierta forma en el personaje del poema "La Bella Dama Sin Piedad", publicado en 1818 por John Keats, y que a su vez se basó en el relato "Vida de Apolonio de Tiana", que escribió el griego Filóstrato en el año 217, donde se cuenta la historia de Menipo, uno de los más jóvenes discípulos de Apolonio, que es seducido por una mujer hermosa con quien decide casarse. Apolonio descubre que la mujer es un vampiro, y tras demostrarle a Menipo que todos los objetos de la casa de ella eran ligeros como el aire y desaparecían con la luz directa, la obliga a ella a confesar que su intención era la de devorar el cuerpo del joven pues sólo con su sangre fuerte y pura podía alimentarse.
En "La Muerta Amorosa", un sacerdote sueña que es un gentilhombre dedicado al juego, al vicio y la bebida, o es quizás un gentilhombre que, enlazado a su amada, sueña que es un sacerdote de pueblo que ruega por el perdón de los pecados de ambos, al estilo del "Sueño de la Mariposa" de Chuang Tzu, que escribía en el 300 a.C:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Esta vida doble lo agota al punto que está dispuesto a matar a una de sus dos personalidades, o a ambas si es necesario, con tal de librarse de semejante martirio. Lo único que lo ha detenido hasta ahora de semejante determinación, es su amor por Clarimonda, con quien es absolutamente feliz. El amor del sacerdote Romualdo por la vampira Clarimonda está descrito en el segundo párrafo del texto, de forma contundente:
Sí, he amado como quizá nadie en el mundo ha amado jamás, con un amor furioso, de tal modo violento, hasta maravillarme yo mismo de que mi corazón no haya reventado nunca, con tensión semejante. ¡Ah! ¡Qué noches! ¡Qué noches!
Y este amor de Romualdo, que nació en el instante mismo en que vio por primera vez a Clarimonda, durante la ceremonia en que se hizo sacerdote, era correspondido de manera maravillosamente expuesta en las palabras que, con sólo la mirada, Clarimonda le transmite a Romualdo un instante antes de su ordenación:
Si quisieras ser mío, yo te haría ciertamente más feliz que cuanto puede hacerte Dios en el Paraíso; los ángeles se sentirían envidiosos. Desgarra ese sudario fúnebre, con el que están por cubrirte: yo soy la belleza, la juventud, la vida. Ven a mí: juntos seremos el amor.
Pero Romualdo se ordena, y ella queda desolada. "¡Ah! Si no hubiera sido sacerdote, habría podido verla todos los días; habría sido su amante, su esposo", se lamenta él más adelante. El nuevo sacerdote deberá viajar y no sabrá más de Clarimonda hasta un año después, cuando es llamado a socorrerla en sus últimos instantes de vida. La encuentra ya muerta, y luego de una dura lucha interna, no soporta más y besa el cadáver en los labios, con lo que ella despierta momentáneamente:
"Romualdo", me dijo con voz lánguida y dulce, como las vibraciones últimas de un arpa. "¿Qué haces? Te he esperado tan largamente que me he muerto. Pero somos prometidos. Podré verte y llegarme hasta ti. Adiós, Romualdo, adiós. Te amo y te ofreceré esta vida que tu reclamaste en mí por un instante con un beso".
Tras esto, Romualdo cae desmayado y despierta tres días después en su parroquia. Entonces, el abad Serapión le advierte de la muerte de Clarimonda, de las leyendas de las orgías que hacía en su castillo y del violento y trágico destino de sus amantes. A pesar de las advertencias del Abad, Romualdo no rechaza a Clarimonda cuando se le aparece en sus aposentos una noche, diciéndole:
Me hice esperar mucho, querido Romualdo: quizá pensaste que te había olvidado. Pero he debido venir de tan lejos, y de un lugar de donde ninguno retorna: no hay sol ni luna en el país del que vengo, ni espacio, ni sombra, ni sendero para el pie, ni aire para las alas, y sin embargo heme aquí: mi amor es más poderoso que la muerte y terminará por vencerla.
Por el contrario, Romualdo huye con ella la noche siguiente, y comienza su doble vida, en la que el señor se burla del sacerdote, y el sacerdote detesta las acciones del señor. Pero es la vida de gran señor la que lo hace feliz, pues es la vida que comparte con Clarimonda, la mujer que lo llena por completo:
Ella tenía suficiente oro y no deseaba más que el amor, un amor joven, puro, despertado por ella y que debía ser el primero y el postrero. Yo, a mi vez, hubiera sido perfectamente feliz de no ser por una pesadilla maldita y recurrente cada noche, que me hacía creer un cura de pueblo macerándose y haciendo penitencia por sus excesos diurnos.
Sin embargo, Clarimonda está enferma, los médicos no tienen respuesta y la muerte se ve cercana. En este punto, aparece uno de los más bellos pasajes de este texto, que influenció a Villiers de L'Isle Adam para la creación de su personaje Vera, protagonista de la novela homónima. Clarimonda, que ha ido perdiendo su vitalidad, yace en el lecho y la acompaña Romualdo, leal e incondicional:
Una mañana me encontraba junto a su lecho, desayunando sobre una mesita para no abandonarla ni un minuto. Partiendo una fruta me hice casualmente un corte bastante profundo en un dedo. La sangre brotó enseguida en hilos púrpuras, y algunas gotas salpicaron a Clarimonda. Sus ojos se iluminaron, su fisonomía adquirió una expresión de alegría feroz y salvaje que no le había visto jamás. Saltó de la cama con una agilidad animal, una agilidad de mono o de gato, y se precipitó sobre mi herida que se puso a chupar con un aire de indecible voluptuosidad. Tragaba la sangre a pequeños sorbos, lenta y preciosamente, como un catador que saborea un vino de Jerez o de Siracusa; entornaba los párpados, y la pupila de sus ojos verdes se había vuelto oblonga en vez de redonda. Por momentos se interrumpía para besarme la mano y luego volvía a apretar sus labios contra los labios de la herida para sacar todavía más gotas rojas. Cuando vio que la sangre ya no salía, se incorporó con los ojos húmedos y brillantes, más rosa que una aurora de mayo, el rostro pletórico, la mano tibia y húmeda, en fin, más hermosa que nunca y en un estado de perfecta salud.
-¡No moriré! ¡No moriré! -decía, loca de alegría, colgándose de mi cuello-; podré amarte todavía mucho tiempo. Mi vida está en la tuya y todo mi ser proviene de ti. Sólo unas gotas de tu rica y noble sangre, más preciada y eficaz que todos los elíxires del mundo, me han devuelto la vida.
Pero este amor ideal, magnánimo, es una maldición. Una de la que Romualdo no puede escapar, en especial después que, haciéndose el dormido, la escucha musitar mientras se alimenta:
¡Una gotita, sólo una gotita, un puntito bermejo en mi alfiler! Ya que tú me amas todavía, no debo morir aún. Pobre amor mío, beberé tu hermosa sangre, tan brillante. Duerme, mi bien; duerme, mi dios; duerme, mi niño; no te haré ningún mal, no tomaré de tu vida más que aquello que me basta para que no se extinga la mía.
Sin embargo, el atribulado Romualdo no puede ya continuar con su doble vida, el amor maldito lo está matando, y cede a la presión del abad Serapión que lo conmina a encontrar la tumba de Clarimonda y darle muerte definitiva.
La historia de Clarimonda, la muerta amorosa, es única en el género, pues ningún otro vampiro es capaz como ella de inspirar amor y admiración, y ninguna otra víctima como el sacerdote Romualdo queda tan desolado tras derrotar el mal que lo aquejaba. El sacerdote logró librarse de su pesadilla, o quizás, desprenderse de su sueño más hermoso:
Sólo la noche siguiente, Clarimonda me dijo como la primera vez en el portal de la iglesia: "Desdichado, ¿qué has hecho? ¿Por qué escuchaste a ese sacerdote imbécil? ¿No eras acaso feliz conmigo? ¿Qué daño te había hecho para darte el derecho de violar mi tumba y poner al desnudo las miserias de mi nada? Toda comunicación entre nuestras almas y nuestros cuerpos está por siempre rota. Adiós. Me extrañarás.
Se deshizo en el aire como niebla, y no la volví a ver nunca más. Por desgracia, dijo la verdad. La he llorado más de una vez, y la lloro todavía. He ganado la paz del alma a bien caro precio.
Una escena de las primeras páginas de Drácula se deriva de la escena en que Clarimonda le chupa el dedo herido a Romualdo: Jonathan Harker está afeitándose y, sorprendido por la presencia del conde, se hace un pequeño corte que despierta un furor extraño y repentino en Drácula, quien intenta aferrarse al cuello de Jonathan para chupar su sangre, pero es repelido por el crucifijo que éste lleva colgado al cuello.
Para 1841 ya se había vuelto común, incluso de rigor, la ambientación de las historias de vampiros en grandes castillos, lejanos parajes montañosos y con personajes de la nobleza, tanto en los vampiros como en sus víctimas. Alexei Tolstoi, poeta ruso que entonces contaba 24 años, utilizó estos elementos para caricaturizar y ridiculizar a la alta sociedad de su país en el relato "Upires". Aquí, el protagonista Runievski es introducido al conocimiento de los vampiros por un extraño personaje en una fiesta de sociedad: Ribarenko, que al parecer ha perdido el juicio, le explica que el verdadero nombre de los vampiros es upires, pues éste es su nombre en ruso y los upires son de procedencia puramente eslava. Runievski, en contra de los consejos de Ribarenko, visita la casa de campo de una anciana con el propósito de cortejar a Dasha, su nieta. Allí conoce la historia de una especie de casa embrujada, y decide ingresar a ella a escondidas con dos amigos y pasar una noche allí, de pura curiosidad. Los extraños acontecimientos que le suceden en dicha casa, no sólo lo marcarán de por vida, sino que le develarán el oscuro pasado de la familia de Dasha. A diferencia de otras historias de vampiros, ésta tiene un desenlace más afortunado: tras una serie de calamidades, se logra romper una antigua maldición.
Resulta de especial interés anotar que Alexei Tolstoi escribió más tarde otro relato de vampiros, pero esta vez, alejándose de la tradición literaria del vampiro byroniano. En 1847, publicó "La Familia del Vurdalaco", un texto que recoge el espíritu de las antiguas tradiciones folclóricas y de los textos anteriores a "El Vampiro" de Polidori, como "La Novia de Corinto" de Goethe y "Lenore" de Bürger. Aquí, los protagonistas no pertenecen a la aristocracia ni asisten a fiestas en castillos, son simples aldeanos que tratan de llevar su vida tranquila, pero que son acosados por un enemigo que no logran combatir. El Marqués de Urfé viaja a Moldavia en misión diplomática y se hospeda temporalmente en una casa sencilla. Allí se enterará de la existencia de los vurdalacos, vampiros que sólo pueden alimentarse de sus seres queridos. Durante su estancia, se enamora de la bella Sdenka y procura cortejarla mientras a su alrededor ocurren los hechos más extraños y aterradores. Por fin viaja a su destino final, olvidando su amor y los extraños sucesos de que ha sido testigo. Una vez terminada su misión diplomática, y al regresar por el mismo camino, retorna a la casa donde había estado hospedado dos años atrás. El pueblo parece haber sido abandonado, pero encuentra a Sdenka solitaria en su casa y tan hermosa como antes. Pronto descubrirá que los labios de Sdenka ya no son las cálidas y jugosas frutas que había imaginado. El final corresponde al clímax de la historia, una cabalgata desesperada en medio de la noche, una persecución acometida por espectros infernales, una amante macabra que busca saciar su sed de sangre.
"La Familia del Vurdalaco" sorprende no sólo por lo impecable de su narración y por el efecto de horror que logra causar en el lector, sino porque retorna al origen y rescata el más puro espíritu de los relatos de vampiros. Incluso, Tolstoi cita dentro del relato al abad Agustín Calmet, de cuyo Tratado tenía un conocimiento detallado, de manera que Tolstoi decide obviar el desarrollo byroniano de los cuentos de vampiros, dejar de lado la influencia de "El Vampiro" de Polidori y de su casi omnipresente Lord Ruthven, y escribir una historia de vampiros verdaderamente clásica.
Sin embargo, esta sublevación de Tolstoi contra Lord Ruthven y sus seguidores, no impidió que la literatura vampírica continuara por el mismo curso que ya traía de treinta años atrás. Por el contrario, vendría a aparecer la obra que dispararía al vampiro byroniano a la cima más alta de la fama y sellaría de forma definitiva su inmortalidad, no tanto por la calidad literaria de la misma (se ha dicho que es la mejor obra peor escrita sobre vampiros en la historia), sino por la difusión que tendría y su evidente influencia en los autores posteriores, en particular en Stoker y su "Drácula".
Se trata de "Varney El Vampiro o El Festín de Sangre", novela publicada en forma de folletines de entrega periódica por el inescrupuloso editor inglés Edward Lloyd, quien supo explotar el mercado con imitaciones de novelas de Charles Dickens cuyos títulos eran levemente alterados con relación a los originales. Verdadero vampiro de la revolución industrial y figura insigne del capitalismo más salvaje, Lloyd montó una máquina de escribir historias libre de toda ética, basada en el sometimiento de dos escribas a sueldo: el músico inglés Thomas Preskett Prest, a quien originalmente se atribuyó la autoría de "Varney El Vampiro", y el ingeniero civil escocés James Malcom Rymer, de quien se dice hoy día que es el verdadero autor de esta novela. Horace Walpole y Ann Radcliffe, dos grandes autores de novela gótica, deben citarse como influencias de Rymer para la escritura de esta obra, así como Hoffmann, Mathew C. Lewis, y por supuesto, Polidori, su principal referente.
Para la época, el único lujo que podía darse la clase obrera, sometida a extenuantes jornadas laborales sin ninguna prevenda ni seguridad social y con un salario miserable (cualquier parecido con la actualidad...), eran los penny dreadfuls, folletines con todo tipo de historias truculentas, hazañas criminales y desborde de pasiones, el equivalente sangriento de las fotonovelas que causaron furor en Latinoamérica en las décadas de los 1950 y 1960, y que fueron precursoras de los actuales culebrones televisivos. Lloyd, uno de los principales editores de estos folletines, encontró una mina de oro en "Varney El Vampiro", que se vendió muy bien desde su aparición en 1845, al punto que la exprimió durante 220 capítulos que entretuvieron al público de masas de Gran Bretaña durante dos años. El éxito fue tal, que se llevó al teatro en 1846 y se publicó como libro en 1847, impregnando las mentes de los ingleses de todas las clases sociales con la figura indeleble del vampiro byroniano.
La obra total comprende más de 860 páginas, por las que se pasea orondo el mismísimo Lord Ruthven de Polidori, esta vez con el nombre de Sir Francis Varney, hidalgo y terrateniente, antecedente de Drácula por su carácter frío y por su inteligencia, capaz de no detenerse ante nada; además de su omnisapiencia y capacidad de estrategia. La admiración de Rymer por Polidori no sólo está manifiesta en el uso (y abuso) que hace de su personaje, sino en la presencia del Conde Polidori en una de las aventuras de Varney, desarrollada en Italia dentro de la novela.
52 años antes de la publicación de la famosa novela de Bram Stoker, Rymer describía así a su vampiro en el primer capítulo de la serie:
"¡Oh, Señor! ¡Qué horrible visión la que tiene delante de sus ojos! Una visión tan espantosa que es capaz de anular de golpe todo lo bello que uno haya podido ver en este mundo.
La figura se vuelve y la luz le da de lleno en la cara. Ésta es blanca, sin sangre, los ojos como de metal pulido, y de sus labios entreabiertos salen unos dientes largos, blancos y afilados, como de animal salvaje dispuesto a atacar.
La figura se aproxima hacia la cama con extraño y deslizante movimiento, chasqueando sus largas uñas que parecen colgar de sus dedos. [...]
Cuando estaba al borde de la cama, la figura se detuvo y pareció como si la vida en la muchacha se detuviera también. Inconscientemente se agarró a las ropas de la cama. Su respiración era entrecortada y densa, su pecho se elevaba palpitante y sus labios temblaban mientras seguía sin poder apartar los ojos de aquella cara de mármol cuyos relucientes ojos metálicos la anulaban."
La descripción que hace Rymer nos es muy familiar: Es el vampiro calvo, pálido, de largas uñas y filosos dientes incisivos que aparece en la película de 1922 "Nosferatu, Una Sinfonía del Horror", joya del expresionismo alemán del director F. W. Murnau, y que reaparece en la película de 1979 "Nosferatu: Fantasma de la Noche", homenaje a Murnau del director alemán Werner Herzog, y luego en la película de 2000 "La sombra del vampiro", película que recrea el mito de la filmación de la versión original de Nosferatu (se decía que el protagonista, Max Schreck, era un vampiro verdadero), protagonizada por John Malkovich en el papel de Murnau. He de resaltar que en este texto, Rymer le da a su vampiro la capacidad de hipnotizar a su víctima, de encantarla con sólo la mirada, algo que no se había manejado hasta ahora de esa forma explícita, y que es una de las características claves de Drácula.
Si bien "Varney El Vampiro" es una obra llena de lugares comunes y una oda al mal gusto que suele rayar con la pornografía, es indiscutible que en ella convergen todos los elementos que desde la aparición de "El Vampiro" de Polidori se venían manejando en las historias de vampiros. Sir Francis Varney es la encarnación más completa y definitiva del vampiro byroniano antes de Drácula. Y la enorme difusión de las aventuras de este hidalgo chupasangre, gracias a su distribución en folletines asequibles a la gran masa, preparó el terreno para que Drácula pudiera influir de forma tan profunda y duradera en la cultura pop occidental.
En 1849, Alexandre Dumas padre publicó "La Dama Pálida", conocida también como "La Bella Vampirizada", relato inspirado por la obra de teatro "El Vampiro" de Charles Nodier, el admirador de Byron y escritor de "Lord Ruthven o los Vampiros". Aquí, el autor de "Los Tres Mosqueteros", le da a las historias de vampiros una dimensión épica no vista con anterioridad, y que en ese sentido es precedente inmediato de la novela de Bram Stoker. Algunos consideran incluso, que "El Conde de Montecristo", también de Dumas, es un personaje inspirado en Lord Ruthven, lo que lo convierte en un personaje byroniano.
El francés Paul Féval publicó en 1865 "La Vampira o La Bella de los Cabellos Cambiantes", una historia truculenta alrededor de una serie de crímenes irresueltos que unos atribuyen a una banda de criminales y otros a la policía napoleónica. La trama se ambienta en un cabaret sórdido llamado "La Pesca Milagrosa", nombre que nos trae íntimas evocaciones a todos los colombianos. En este relato, todo vampiro tiene un don y a la vez una regla que debe cumplir indefectiblemente, so pena de los más horrendos padecimientos. El don de la vampira protagonista es el de recuperar la juventud al arrancar la cabellera viva a sus víctimas y ponérsela a manera de peluca macabra: mientras más joven sea la víctima, mayor juventud y belleza tendrá, pero al mismo tiempo le durará menos tiempo, pues el efecto sólo dura un día por cada año que la víctima hubiera pasado en este valle de pedruscos y de desalmados hematófagos. Al mismo tiempo, debe cumplir un mandato estricto: antes de entregarse a un amante, debe contarle toda su historia, cómo murió y cómo rejuvenece gracias a las cabelleras ajenas. Para matar a la vampira, se requiere atravesarle el corazón con un hierro al rojo vivo. Un año después, en 1866, Baudelaire publicó "Las metamorfosis del vampiro".
El mismo Féval publicó en 1874 "La Ciudad Vampiro o La Desdicha de Escribir Novelas de Terror", novela de humor negro en la que un grupo de ingleses y holandeses van en expedición a las montañas de Iliria (Cárpatos) con el propósito de rescatar a una mujer que es rehén de su tutor, el ambicioso conde Tiberio, en su castillo. Aquí ya tenemos a un vampiro byroniano que es un conde, vive en un castillo en los Cárpatos, y es perseguido por un grupo de hombres que busca liberar a una bella dama indefensa. Esto sirve de precedente a la persecución que lidera Van Helsing con el fin de destruir a Drácula en su castillo de Transilvania para que la bella Nina Harker sea liberada del influjo que el vampiro ejerce en ella.
En 1871 fue publicado "Oscuro en un Espejo", el último libro del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu, colección de cinco nouvelles que cierra el relato "Carmilla", una de las mejores historias de vampiros jamás escrita, que recupera el espíritu de "La Novia de Corinto" de Goethe y sigue la línea trazada por Aurelia, la protagonista del relato "Vampirismo" de E. T .A. Hoffmann, por Clarimonda, la vampira enamorada del relato de Gautier, y por Adema, la protagonista del relato "La Vampira" de Paul Féval, pero sobretodo, por Geraldine, la vampira que seduce a Christabel en la obra de Samuel Taylor Coleridge.
Carmilla se convirtió en el prototipo de la mujer vampiro y en la femme fatal por antonomasia. Su historia ha inspirado varias películas de Holliwood, entre ellas, "La Hija de Drácula", dirigida por Jesús Franco en 1972. La clara definición de los personajes, la limpieza de la narración, la belleza de las imágenes, la elegancia de los recursos utilizados para crear la atmósfera de suspenso, hacen que Carmilla sea una lectura verdaderamente deliciosa. Aunque hacia el final la narración se pierde por las parrafadas de explicaciones sobre lo que ha pasado en el cuento, Carmilla es un texto maravilloso. He aquí una escena culmen dentro de la narración, que encierra en sí misma todo el espíritu y la belleza del relato:
-¡Pero observa qué hermoso claro de luna! -agregó mirando por la puerta de entrada, que estaba entreabierta. ¿Qué te parece si damos un paseíto por el patio y contemplamos el camino y el río?
-¡Ésta es tan parecida a la noche en que llegaste a casa! -dije.
Exhaló un suspiro, sonriente.
Se puso de pie y entrelazando cada una la cintura de la otra salimos hacia el sendero.
En silencio caminamos lentamente hasta el puente levadizo, donde se desplegaba ante nosotras el hermoso paisaje.
-Entonces, ¿estás pensando en la noche que llegué aquí? -habló casi en un susurro-. ¿Estás contenta de que haya venido?
-Encantada, mi querida Carmilla -respondí.
-Y pediste que el retrato que encuentras tan parecido a mí fuera instalado en tu habitación -murmuró dando un suspiro, al tiempo que estrechaba el brazo con más fuerza en torno de mi cintura y dejaba caer su agradable cabeza sobre mi hombro.
-¡Qué romántica eres, Carmilla! -comenté-. Cuando me narres tu historia, sin duda el tema principal ha de ser un extraordinario episodio amatorio.
Me besó silenciosamente.
-Estoy segura, Carmilla, de que has estado enamorada y de que en este momento en tu corazón palpita una pasión.
-Nunca estuve enamorada de nadie y jamás lo estaré -susurró-, a menos que sea de ti.
¡Qué hermosa parecía la luna!
Con una mirada tímida y extraña, rápidamente ocultó el rostro en mi cuello y en mi pelo, exhalando tumultuosos suspiros que parecían sollozos, a la vez que apretaba en la mía una mano que temblaba.
Apoyó su suave mejilla contra la mía.
-Querida, querida mía -murmuró-. Vivo en ti y tú debieras morir por mí, tanto es lo que te quiero."
Bram Stoker se basó en muchas características de Carmilla para escribir Drácula. Esto es resaltado en el encuentro de Jonathan Harker con las vampiresas del castillo. Casi todos los relatos de vampiros, incluyendo a Drácula, tienen la estructura básica de Carmilla, empezando por la parte de "ataque" pasando a "muerte-resurrección" por parte del vampiro, y finalmente a la parte de "caza-destrucción" donde la criatura es perseguida para destruirla.
Julian Hawthorne, hijo del autor de "La Letra Escarlata", fue uno de los grandes autores de novela gótica y tuvo amplio reconocimiento en vida. En 1883, publicó "El Misterio de Ken", conocido también como "La Tumba de Ethelind Fionguala", primer relato de vampiros ambientado en Irlanda, que evoca elementos de la leyenda latinoamericana de "La Llorona" y de la "Historia de Thibaud" incluida en el "Manuscrito Hallado en Zaragoza", de Ian Potocki. En esta historia, el personaje byroniano es la víctima: Ken, músico y poeta, viaja a Irlanda donde conoce a Elsie, bella mujer que lo guía desde el cementerio hasta un lugar seguro. Ken, entregado a los sentidos y deseando que su imaginación sea capaz de transportarlo físicamente en el tiempo para gozar de ciertas costumbres antiguas, comienza a cantar bajo el balcón de una casa abandonada. Su sueño se hace realidad, una hermosa dama, que resulta ser la misma Elsie, aparece en el balcón y le lanza una llave, que le permitirá entrar a su placer anhelado. Esta aventura, sin embargo, lo convertirá en un hombre frío y poco sociable
John Adler definió a Erick Stanislaus como "poeta de la melancolía y el suicidio". Stanislaus, conde de Stenbock, homosexual y católico, vivía rodeado de animales exóticos y tenía por costumbre dormir en un ataúd. Alcohólico y fumador de opio, publicó en 1894 una colección de "cuentos románticos" titulada "Estudio de la Muerte", que incluía el primer relato en el que el vampirismo es relacionado de forma explícita con la homosexualidad masculina, titulado "La Verdadera Historia de un Vampiro". El recurso del texto para lograr su cometido, se basa en ser más o menos una fotografía en negativo del cuento "Carmilla" de Le Fanu, aunque no logra la belleza y vitalidad de éste. La narradora es una anciana polaca que cuenta la historia de su niñez en el castillo familiar en Estiria, donde vivía con su padre y su hermano, con el que compartía una naturaleza rebelde. La historia comienza con la llegada de un huésped húngaro, el conde Vardalek, hombre culto que hablaba múltiples lenguas. Gabriel, el hermano de la narradora, que nunca había gustado de las visitas y se escondía de los extraños, trabó de inmediato amistad con el conde. La narradora es testigo una noche de la fascinación que ejerce el conde sobre su hermano, éste camina hipnotizado hasta el cuarto del vampiro. Gabriel pierde de a poco su vitalidad hasta que cae enfermo, el conde Vardalek lo cuida con la mayor ternura. El clímax de la narración está en el siguiente fragmento:
Una noche bajé las escaleras para buscar algo que había dejado en el cuarto de dibujo. Al subir de nuevo, pasé frente a la habitación de Vardalek. Estaba tocando en el piano, que había sido puesto allí especialmente para él, uno de los nocturnos de Chopin, muy hermoso. Me detuve, apoyándome sobre la balaustrada para escuchar.
Algo blanco apareció en la oscura escalinata. En nuestra región creíamos en fantasmas. Traspasada de terror, me aferré a la balaustrada. ¡Cuál no fue mi asombro al ver a Gabriel descendiendo la escalinata, con los ojos fijos como si estuviera en un trance! Me aterró aún más de lo que pudiera haberlo hecho un fantasma. ¿Podía creer en mis sentidos? ¿Podía tratarse de Gabriel?
Simplemente no era capaz de moverme. Gabriel, envuelto en su largo camisón blanco, bajó las escaleras y empujó la puerta. La dejó abierta. Vardalek seguía tocando, pero hablaba mientras lo hacía. Primero pronunció unas palabras en polaco. Luego:
-Mi amor, me alegraría complacerte; pero tu vida es mi vida, y yo debo vivir, yo que más bien muero. ¿Dios no tendrá piedad alguna de mí? ¡Oh! ¡Oh, vida! ¡Oh, tortura de la vida!"
El último relato de esta lista, es el único escrito por una mujer. Se trata de Mary Elizabeth Braddon, una de las novelistas más prolíficas de la Inglaterra victoriana, que publicó en 1896 el relato "La Buena Lady Ducayne". El nombre Ducayne contiene un anagrama del término inglés uncanny, que significa "ominoso", lo que ya nos introduce al trasfondo de la trama. Es una historia sencilla, intimista, sin truculencias, que caricaturiza a la aristocracia inglesa en la figura de Lady Ducayne, una anciana decrépita pero millonaria que utiliza su dinero para que su médico ensaye en ella todo lo último en teorías y tecnología existente a fin de prolongarle la vida. Es la imagen de la aristocracia anquilosada, obsoleta, que se aferra a la vida a costa de los pobres, representados en Bella, su dama de compañía, que en poco tiempo se transforma de una hermosa y vigorosa joven a una sombra marchita:
-Quizá lo que te enferma no es Italia, sino estar encerrada con Lady Ducayne.
-Pero nunca estoy encerrada. Lady Ducayne es extremadamente amable, y me permite pasear o sentarme en la balaustrada el día entero si lo deseo. He leído más novelas desde que estoy con ella que en el resto de mi vida.
-Entonces se diferencia mucho del común de las ancianas, que suelen ser despóticas -dijo Strafford-. Me sorprende que lleve a una acompañante consigo, si tiene tan poca necesidad de relacionarse.
-¡Oh, yo sólo formo parte de su corte! Ella es extraordinariamente rica, y el salario que da no cuenta. En cuanto al Doctor Parravicini, sé que es un médico inteligente, pues curó mis horribles picaduras de mosquitos.
-Un poco de amoníaco bastaría en la primera etapa de la inflamación. Pero ahora no hay mosquitos que la molesten.
-¡Oh, sí, claro que los hay! Me picó uno justo después de que dejamos Cabo Ferrino.
Bella desabrochó su camisa de lino y mostró la cicatriz, que el Señor Strafford observó resueltamente, con una mirada de asombro y perplejidad.
-Esto no es una picadura de mosquito -dijo.
-¡Oh, sí lo es, a menos que haya serpientes o culebras en Cabo Ferrino!
-No se trata en absoluto de una picadura. Está bromeando conmigo. Señorita Rolleston, se ha dejado sacar sangre por ese maldito curandero italiano. Mataron al más grande hombre de la Europa moderna de ese modo, recuerde. Ha sido una locura de su parte."
Esta historia es el primer caso de utilización de recursos científicos modernos dentro de un relato de vampiros, lo que luego manejaría de forma más amplia Stoker en Drácula.
Hemos recorrido 80 años, desde la reunión de Lord Byron con Polidori y los Shelley en 1816, hasta la publicación de "La Buena Lady Ducayne" un año antes de la aparición de Drácula, y durante este viaje, hemos hecho saltos literarios e históricos hacia atrás, llegando incluso al siglo III a.C. Está claro hasta este punto que antes de que Stoker concibiera su famosa novela, el personaje de Drácula ya existía casi por completo y había ido moldeándose en las manos de múltiples autores. La ambientación, las atmósferas y hasta la dimensión épica que utilizaría, ya habían sido exploradas con anterioridad. Estaba todo listo para que el vampiro Lord Byron tuviera su más exitosa reencarnación literaria: Drácula.
Para esta segunda parte, mi principal referente de consulta en cuanto a textos como en cuanto a información histórica, ha sido el libro Vampiria, recopilación de cuentos clásicos de vampiros realizada por Ricardo Ibarlucía y Valeria Castelló-Joubert, publicado en 2002 por Adriana Hidalgo Editora, como parte de la colección "El Otro Lado". Igualmente, pasé muchas horas exprimiendo las capacidades de la maquinaria de búsqueda de Google para encontrar en la Web textos completos de vampiros, biografías de autores y resúmenes históricos, corroborando una fuente contra otra. La enciclopedia Encarta 2007 también me sirvió para complementar algunos datos, y por supuesto, la Wikipedia.


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fuente: nestor pedraza
Extraido directamente de: http://www.recitalesgoticos.tk/

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