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El misterio de las catedrales: Fulcanelli

El misterio de las catedrales y la interpretación esotérica de los símbolos herméticos (Le Mystère des Cathédrales), esta obra de Fulcanelli es menos conocida que Las moradas filosofales, y sin embargo, quizás sea más importante.  Esta obra fue escrita en 1922, y, posteriormente fue publicado en paris de 1929.

El propio Fulcanelli dice en ella:   

"Edificadas por los Frimasons medievales para asegurar la transmisión de los símbolos y de la doctrina herméticos, nuestras grandes catedrales ejercieron, desde su aparición, considerables influencias sobre gran número de muestras más modestas de la arquitectura civil..."

Arquitectura civil a cuyo estudio, como es sabido, se consagra Las moradas filosofales.

En todo caso, El misterio de las catedrales es un compendio exhaustivo de las materias y operaciones de la gran obra de los alquimistas.

Su primer capítulo trata de la materia prima de la obra, a la que muy poco veladamente, cita por su nombre y estudia.

El capítulo II, PARIS,  está dedicado a "la cocción", a las operaciones, regímenes o como quiera llamarsele. Empieza por la preparación del disolvente y suministra preciosas indicaciones prácticas sobre las diversas fases. colores y confusiones que pueden originarse, pesos y proporciones, sobre los fuegos, sobre el vaso, las vías, la preparación del mercurio y su conjunción con el azufre.

El capítulo III, AMIENS estudia con cierto detalle el fuego y temperaturas necesarias, el atanor, la primera piedra, vuelve a insistir sobre la materia prima, analiza las condiciones de la generación...

En el capítulo BOURGES se habla del huevo filosófico, se explica el sentido alquímico del símbolo de San Cristóbal, de la fábula del Vellocino de Oro, del símbolo del roble.

Finalmente en el último capítulo LA CRUZ CÍCLICA DE HENDAYA, Fulcanelli habla de ciclos, de las cuatro edades del mundo y del no lejano fin de este ciclo por el fuego.  Las breves CONCLUSIONES con las que acaba el libro son una serie de consejos sobre la actitud y espíritu que debe animar a los discípulos.

EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES es un todo único en cuyas páginas, como en un rompecabezas, está dicho todo lo necesario, a falta de que el discípulo lo ensamble. Así lo afirma el propio Fulcanelli:   

"Este es el gran misterio que hemos rozado a menudo en el curso de este estudio, troceándolo al azar de los emblemas, a fin de que solo el investigador perspicaz pueda conocer sus cualidades e identificar su sustancia."       

Acabemos señalando que, pese al lenguaje extremadamente simbólico y metafórico propio del lenguaje hermético, el estudioso se encuentra ante un libro de una gran precisión y muy conncreto. Tal como dice en él el propio Fulcanelli:  

 "La ciencia que estudiamos es tan positiva, tan real y tan exacta como la óptica, la geometría o la mecánica, y sus resultados, tan tangibles como los de la química. Si el entusiasmo y la fe íntima le sirven de estimulantes y de valiosos auxiliares; si intervienen, por una parte, en la dirección y en la orientación de nuestras investigaciones, debemos, sin embargo, evitar sus desviaciones, subordinarlos a la lógica, al razonamiento, y someterlos al criterio de la experiencia. Recordemos que solo los trucos de los falsos y codiciosos alquimistas, las prácticas insensatas de los charlatanes, y la inepcia de escritores ignaros y sin escrúpulos, han arrojado el descrédito sobre la verdad hermética"     

Miguel Angel Muñoz Moya.



El misterio de las catedrales: Fulcanelli
En el siguiente enlace se puede ver o descargar en una versión en español:

Las moradas filosofales: Fulcanelli

Las moradas filosofales también conocido como las moradas filosofales y el simbolismo hermético en sus relaciones con el arte sagrado y el esoterismo de la gran obra (Les Demeures Philosophales), es un tratado de alquimia, del escritor francés Fulcanelli, fue publicado por primera vez en Paris de 1930.







Este libro esta estructurado por dos libros:
El libro primero:
  • Historia y monumento 
  • Edad Media y Renacimiento 
  • La alquimia medieval 
  • El laboratorio legendario 
  • Química y filosofía 
  • La cábala hermética  
  • Alquimia y espagiria
El libro segundo:
  • La salamandra de Lisieux 
  • El mito alquímico de Adán y Eva
  • Lous d'Estissac, gobernador del Poitou y de la Saintonge,gran oficial de la corona y filósofo hermético 
  • El hombre de los bosques, heraldo místico de Thiers
  • El maravilloso grimorio del castillo de Dampierre
  • Los guardias de escolta de Francisco II, duque de Bretaña
  • El reloj del sol del palacio Holyrood de Edimburgo 
  • Paradoja del progreso ilimitado de las ciencias
  • El reinado del hombre
  • El diluvio
  • La Atlántida 
  • El incendio 
  • La edad de oro

A continuación una extracción del prefacio de la primera edición:
Considerada largo tiempo como una quimera, la alquimia interesa cada día más al mundo científico. Los trabajosde los sabios acerca de la constitución de la materia y sus recientes descubrimientos prueban con toda evidencia la posibilidad de disociación de los elementos químicos. Ya no se duda ahora de que los cuerpos tenidos por simplessean, por el contrario, compuestos, y la hipótesis de la insecabilidad atómica apenas encuentra ya partidarios. Lainercia decepcionante desaparece del Universo, y lo que ayer se consideraba herejía se ha convertido hoy endogma. Con una uniformidad de acción impresionante, pero en grados diversos, la vida se pone de manifiesto enlos tres reinos de la Naturaleza, netamente separados antaño, y entre los cuales ya no se hace distinción. El origen y la vitalidad son comunes al triple grupo de la antigua clasificación. La sustancia bruta se revela animada y losseres y las cosas evolucionan y progresan en transformaciones y en renovaciones incesantes. Por la multiplicidad de sus cambios y de sus combinaciones, se alejan de la unidad primitiva, mas para recuperar su simplicidad original bajo el efecto de las descomposiciones. Sublime armonía del gran Todo, círculo inmenso que el Espíriturecorre en su actividad eterna y que tiene por centro la única parcela viviente emanada del Verbo creador.

Así, tras haberse alejado del recto camino, la ciencia actual trata de volver a él adoptando, poco a poco, lasconcepciones antiguas. A la manera de las civilizaciones sucesivas, el progreso humano obedece a la ley indudabledel perpetuo recomenzar. Respecto a todos y en contra de todos, la Verdad acaba siempre por triunfar, pese a sulento avance, penoso y tortuoso. El buen sentido y la simplicidad se sobreponen, tarde o temprano, a sofismas y prejuicios. «Puesto que nada hay escondido -enseña la Escritura- que no deba ser descubierto, ni nada secreto queno deba ser conocido.» (Mateo, X, 26.)

Sin embargo, sería erróneo creer que la ciencia tradicional cuyos elementos ha reunido Fulcanelli se haya puesto,en la presente obra, al alcance de todos. El autor no ha pretendido eso en absoluto, y se engañaría del todo quienesperara comprender la doctrina secreta tras una simple lectura. «Nuestros libros no son escritos para todos -repiten los viejos maestros-, si bien todos son llamados a leerlos.» En efecto, cada uno debe aportar su esfuerzo personal, absolutamente indispensable si desea adquirir las nociones de una ciencia que jamás ha cesado de ser esotérica. Por ello, los filósofos, con objeto de esconder sus principios al vulgo, han cubierto el antiguoconocimiento con el misterio de las palabras y el velo de las alegorías.

El ignorante no es capaz de perdonar a los alquimistas que se muestran tan fieles a la disciplina rigurosa que hanaceptado libremente. Mi maestro, lo sé, no escapará al mismo reproche. Ante todo, le ha sido preciso respetar lavoluntad divina, dispensadora de la luz y de la revelación. Así mismo, ha debido obediencia a la regla filosófica,que impone a los iniciados la necesidad de un secreto inviolable.



Las moradas filosofales: Fulcanelli
En este enlace se puede ver o descargar:
http://www.upasika.com/docs/fulcanelli/Fulcanelli%20-%20Las%20moradas%20filosofales.pdf

Pensamientos cristianos y sabios sobre el vampiro o chupasangre: Johann Christoph Harenberg

Portada Original
Pensamientos cristianos y sabios sobre el vampiro o chupasangre (Vernünftige und christliche Gedancken uber die Vampirs oder bluhtsaugende Todten) es un libro del escritor Alemán Johann Christoph Harenberg, y, publicado en 1733.


En 1720 cuando el teologo Johann Christoph Harenberg fue nombrado rector del seminario de Gandersheim, en esa instancia fue donde se inspiro y escribio esta obra clasica titulada; Pensamientos cristianos y sabios sobre el vampiro o chupasangre (Vernünftige und Christliche Gedancken über die Vampirs), Wolfenbüttel, publicada en (1733), esta obra clasica indudablemente épica, del escritor Alemán y teologo, es uno de los primeros alegatos teológicos contra las creencias sobre vampiros.

Numerosos lectores, incluso críticos como Voltaire y Benito Jerónimo Feijoo, interpretaron tal tratado como una prueba de la existencia de los vampiros. En su Diccionario filosófico, Voltaire escribió:

"Los vampiros eran muertos que salían del cementerio por la noche para chupar la sangre a los vivos, ya en la garganta, ya en el vientre, y que después de chuparla se volvían al cementerio y se encerraban en sus fosas. Los vivos a quienes los vampiros chupaban la sangre se quedaban pálidos y se iban consumiendo, y los muertos que la habían chupado engordaban, les salían los colores y estaban completamente apetitosos. En Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena eran los países donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París."


La obra contiene los siguientes temas:
  • Dedicación
  • Prefacio a la lector cristiano y razonable
  • Contenido de la realización
  • La ilusión común de las barcas - de comer y Bluhtaussaugungen la persona fallecida.
  • Mensaje de los flores de Aussaugers así Meduegia en Serbia es, al parecer, se han encontrado con que.
  • Mismas historias de Crain, Pohlen y Alemania.
  • Una historia paralela de la Chio Aislant.
  • Ley de la incorrupción de Coerper cierto entre los griegos, y la Scribenten lo de ellos.
  • Las opiniones de la edad de las flores y los fantasmas flores-codiciosos que comen, y la Uhrsprunge Irthümer Würckungen de los espíritus.
  • ¿Qué suponen SEY, si se quiere atribuir a los espíritus, el Aussaugungen flores.
  • ¿Cómo crees que esto podría dar algunos pesos.
  • Narración de Uhrsachen, ¿por qué no darle a los Angelinos en el Transporte de la inmortalidad y la supuesta kan Bluhtsaugung
  • El Würkungen ataúdes hermoso no puede provenir de que el alma del difunto.
  • Uno no debe estar en el Würckung beruffen inmediata de aquí a Dios.
  • Hay algunos comentarios sobre Merveilleurs beygebracht de hoy.
  • ¿Cuál no tiene nada que devolver porque dicen que tal tipo de interrogatorio, que es natural y las verdades geoffenbahrten son diametralmente opuestas?.
  • No es creíble que los cuerpos han sido enterrados por lo vampirt vivo.
  • De atraer el espíritu de Cristo Thomasii.
  • De todo el mundo y el espíritu el espíritu Rüdigerischen, para que usted se refiere no tiene el mismo, porque hay sueños imposibles.
  • Uhrsprung y el absurdo de lo astral o mental caldeo espíritu del mundo, que recientemente ha re gestellet cuadro de cría antes de Cristo en el teatro, incluyendo el Arimanio.
  • Si el espíritu Lufft SEY, que transporta la incorrupción.
  • La comprensión de la del vampiro.
  • El estrangulamiento, por lo que el vampiro se le atribuye, es un Phantasey.
  • Debido a estas circunstancias, dése
  • La imaginación ha sido incorrecta Uhrsachen muchos, reportado como hieselbst
  • Esto es de annoch razones algemeinern explicó.
  • Aquí pertenece el Brocken beschriene el paseo brujas.
  • Cerveza Ingleichen los lobos.
  • Tiene un uso frecuente de opio en el bey Türckey mucho que Phantasey incorrecta.
  • Visionarii de hoy tienen medios especiales camilla de corromper el poder de la imaginación.
  • Debido a los corruptos würcket Phantasey Satanás en las personas.
  • A medida que la plaga de la imaginación de un hombre corrupto se fortgepflantzet a la otra.
  • Esta es la historia del vampiro applicirt.
  • El Kranckheit, por lo que la gente se supone que los vampiros.
  • Gedancken relativa a la incineración de la pila a través del vampiro y Hertze Einschlagung.
  • ¿Por qué estar en el vampiro que las flores siguen siendo fresco y nuevo crecimiento de las uñas.
  • ¿Qué pasó entre el vampiro de alguna corrupción Coerper.
  • Atrasos de experiencia, por lo que trabajar en el vampiro debe ser ajustado.
  • ¿Por qué los ataúdes especiales Würckungen de Satanás no tienen nada hiebey beyzumessen.
  • Fábulas bey de la historia del vampiro.
  • Como ser la erradicación de los prejuicios de sus antepasados.
  • Hombre Siéntate estas declaraciones contrarias a la experiencia.
  • La experiencia debe frenar de habla propia nada.
  • ¿Cuánto falta para tomar la experiencia, si se basa en Wunderwercke.
  • A medida que la sensación debe ser constituido.
  • La experiencia no debe entrar en conflicto con las verdades claras.
  • En vivo desde el vampiro común.
  • Galeata Conclusión.


Pensamientos cristianos y sabios sobre el vampiro o chupasangre: Johann Christoph Harenberg
En el siguiente enlace se puede ver una versión en Alemán de esta obra:
Edición en Alemán

Los libros condenados: Jacques Bergier

Los libros condenados (Les livres maudits), traducido al español como: Los libros malditos, es un magnífico repaso por varios libros prohibidos a lo largo de la historia, escrito por el misterioso Jacques Bergier.

A lo largo de la historia han sido destruidos por el fuego no pocos libros de contenido prodigioso, mientras que otros se hicieron inaccesibles al público por métodos de escritura cifrada. Entre ellos se encuentra el "Libro de Toth", las "Estancias" de Dzyan", el "Manuscrito Voynich" y "Excalibur", el libro que vuelve loco. Bergier se pregunta ¿Quién quema, pues, los libros condenados?  ¿Por que los queman? ¿Qué misterio esconderán?

Por estas razones y tal vez por muchas más, este intelectual escritor decide dar paso ha investigar, indagar e escudriñar acerca de estos temas, y de investigar los prohibido, lo abominable, lo secreto y oculto.

Durante su impresionante y prolífica actividad de investigación, Jacques Bergier siempre se destacó por su increíble inteligencia y memoria fotográfica. Dentro del amplio acervo que nos dejó en forma de libros, artículos, congresos, etc, destaca éste por su brillantez así como sus interesantísimas referencias históricas.

Este libro, publicado en 1971 -Edición de editores, Barselona España-, con más de 40 años de existencia, es un esplendoroso mosaico de crónicas y citas condenadas. El autor maneja un concepto básico, inicial, al cual nos referiremos a lo último de nuestro análisis.

Nuestro viaje inicia con la referencia provocativa y por demás interesante sobre el Libro de Toth, el cual pudiese haber sido un antiquísimo papiro que pudo haberse copiado en indefinidas ocasiones, remontandose su antigüedad en aproximadamente ¡20,000 años!, esta obra para muchos autores confería enormes poderes y conocimientos al que lo leía, se ha llegado a decir que los dibujos incluidos en el Tarot son un resúmen de lo que es éste  enigmático texto.

La Santa Inquisición quemó éste libro 30 veces y hasta la fecha no se conoce un ejemplar completo -para algunos, incluyendose el autor, Toth sería el homónimo de Hermes Trismegisto-, de aquí partímos hacia Alejandría en donde Bergier retoma la historia del saqueo y destrucción de la biblioteca más grande y antigua que recuerda la Humanidad, ahí se encontrarían, precisamente, El Libro de Toth,

La Historia del Mundo de Beroso, la teoría atómica de Moscus, el fenicio, en fin, miles de tratados los cuales fueron quemados tanto por los romanos como por los árabes. Madame Blavatsky no podía quedarse al margen y es por eso que encontramos un relevante capítulo concerniente a las famosas "Estancias de Dzyan", libros que relatan la sucesión de antiquísimas civilizaciones de miles de años anteriores a la nuestra, según se cuenta, dicha obra fue conocida por el mago Apolonio de Tiana del cual obtuvo inumerables secretos -clarividencia, levitación, telequinesis, etc-.

Un libro realmente condenado es "Esteganografía" del Abad Tritemo, en donde se habla de magia, ocultismo, alquimia, hipnotismo y la asombrosa posibilidad de comunicación por medio de aparatos hasta ahora desconocidos a través de miles de kilómetros de distancia, tenemos también la historia de John Dee, un verdadero científicos para su época, creador de robots, iniciador del espionaje industrial, navegante y, sobre todas las cosas, autor de "La Mónada Jeroglífica", un libro escrito en lengua llamada enoquiana.

En 1563, éste hombre recibe la visita de un ser aparentemente no humano que le muestra un espejo negro en donde se puede observar. Dato curioso es que éste libro se puede conseguir tanto en copias como en versión impresa.  

El Manuscrito Voynich es uno de los libros más enigmáticos jamás escritos, para algunos autores no es más que una mentira, mientras que para otros es el rastro de una civilización altamente tecnificada pero desconocida, según se cuenta, Roger Bacon, el  intelectual inglés perseguido por la Iglesia Católica pudo haber tenido una copia de éste texto y también lo pudo haber ampliado. Hasta la fecha, no ha podido ser descifrado con amplitud.

El Manuscrito Mathers está en clave, como los 2 anteriores, y formó parte del acervo cultural de la poderosa organización secreta The Golden Dawn; escrito en lengua enoquiana, éste trabajo tiene en sus haber extensos conceptos alquímicos, mágicos y espagíricos, el cual otorgan un poder inusitado a aquellos que lo comprenden. Aleister Crowley lo consultó y adquirío poderes de todos conocidos. "Excalibur" es el nombre de otro libro maldito escrito por Ron Hubbard, padre de la Dianética o Cientología, un culto que fascina a los norteamericanos que se basa en la asimilación de experiencias anteriores que supuestamente enriquecen al individuo.

Este libro ha sido considerado como demasiado peligroso ya que forma parte de un plan sectario por parte del autor. La ex- Unión Soviética no podía quedarse atrás ya que tenemos el extraordinario caso del sabio Mijail M. Filipov cuyo libro "La revolución por las ciencias y el fin de las guerras", propició que fuese asesinado por la policia secreta zarista en 1903, destruyendose además todo su laboratorio e incautado su portentoso archivo.

Este libro habla acerca de la trasmisión por vía de ondas cortas de una onda explosiva que se puede encontrar a miles de kilomentros de distancia de su lugar de orígen. El Profesor Filipov no solo fue un científico destacadísimo sino también fue novelista, escritor, fundador de la primera revista científica en la antigua Rusia y corresponsal de numerosos cerebros privilegiados de ésa época. Su caso es real y bien estudiado. "La Doble Hélice" es un libro que lo dice todo y que en la actualidad lo estamos viviendo: la manipulación genética de los seres vivos con resultados que poco conocemos pero de dimensiones no comprensibles para nuestra mente.

En la actualidad los grandes laboratorios genéticos en Rusia, Reino Unido, China y Estado Unidos se están encargando de llevar a cabo experimentos fantásticos de los cuales poco sabemos.  En un  inicio, decíamos que el autor manejaba una idea básica: un grupo de individuos constituyendoes en una secta, sociedad u orden que tienen como finalidad la aniquilación personal o la destrucción de las obras que pueden albergar un conocimiento secreto no muy agradable para Alguien. Sea una "Orden Negra", una "Sociedad Negra" o un grupo desconocido para nosotoros, existente y que siempre existira, ya que el  Conocimiento siempre compromete a los intereses creados por la Sociedad.



Los libros condenados: Jacques Bergier
En el siguiente enlace se puede descargar:
https://asgoped.files.wordpress.com/2013/08/los-libros-condenados-jacques-bergier_pdf.pdf

El italiano o el confesionario de los penitentes negros: Ann Radcliffe

El italiano o el confesionario de los penitentes negros (1797) es una novela gótica de la escritora inglesa Ann Radcliffe . Es el último libro de Radcliffe publicó durante su vida (a pesar de que iba a escribir la novela de Gaston de Blondeville , que apareció póstumamente en 1826).  

El italiano tiene un tono oscuro, misterioso y sombrío, y se refiere a los temas del amor, la devoción y la persecución de la Santa Inquisición . También se ocupa de los problemas prevalentes en la época de la Revolución Francesa , como la religión, la aristocracia y la nacionalidad. Uso conocido de Radcliffe de las imágenes velada se considera que ha llegado a su colmo de la sofisticación y la complejidad en el italiano, ocultación y el disfraz son los motivos centrales de la novela. En línea con fines de siglo 18 la sensibilidad y su fetichización paralelo de lo sublime y lo pastoral, sentimentalmente, los elevados estados emocionales de los personajes de Radcliffe a menudo se reflejan a través de la falacia patética . La novela se caracteriza por su antagonista muy eficaz, el padre Schedoni.

Ann Radcliffe en esta novela utiliza la técnica de imágenes de la escena para evocar emociones en caracteres y para describir los paisajes y el entorno en gran detalle. Las imágenes más notable en la novela era el arte de las imágenes, las imágenes, y lo pintoresco. Artistas reales "que se mencionaron fueron los artistas italianos del siglo XVII con las obras de la señora Radcliffe era probablemente familiar" mientras que los personajes también se convierten en artistas que pintan retratos de otros personajes en sus cabezas. Esculturas se puede ver en los miembros del tribunal de la Inquisición por sus caras son inflexibles y duro como una piedra, e incluso las luces parpadeantes no puede suavizar sus expresiones faciales. Aparte de las imágenes que se describe como un arte físico, Radcliffe incluye imágenes de la personificación, los animales, la religión, las tormentas, y la magia y encanto. Las imágenes de la novela que sea posible ver una cosa en las expresiones de otra cosa. Todos los de la imagen presentada en la atracción de la novela italiana en conjunto a modo de descripción, que sienta las bases para el lector y los personajes.


Muchos personas creen que el italiano fue escrito como una respuesta directa a Matthew Gregory Lewis de su novela 'El Monje , que fue lanzado un año antes, en 1796. Lewis y Radcliffe tanto influyó en la tradición de la novela gótica, pero lo hizo de dos maneras muy diferentes. Como autor ya establecidos, Radcliffe fue una gran influencia en la carrera de la escritura de Lewis. Su notoriedad y contrastes estéticos llevaron a los dos a menudo se comparan - incluso por los propios autores. Radcliffe se esforzó hacia el realismo poético y lo sobrenatural se explica como un producto de causas naturales, mientras que Lewis se regocijó en el pastiche y la ironía, mientras que la elección de dejar los efectos sobrenaturales sin explicación. ¿Dónde Radcliffe haría alusión a los horrores imaginados en el género de terror gótico , Lewis definió a sí mismo dando a conocer los detalles de las escenas truculentas, lo que le valió el título de horror gótico-novelista. Radcliffe, quien considera a sí misma como un escritor de terror el aspecto del género gótico, prefirió sacar los sentimientos de lo sublime y verdaderas reacciones emocionales con sus momentos impactantes de la escritura. A diferencia de los personajes de la novela de Lewis, los encuestados señaló que Radcliffe se muestra que la culpa y la depravación se puede construir sobre el deseo de poder absoluto y no la mera sexualidad, y su origen es en última instancia humana, más que demoníaca. A pesar de que no se dice explícitamente , se supone que esta frustración con la dirección en la que la literatura gótica se movía por el terror sublime a un enfoque más crudo es lo que causó Radcliffe dejar de escribir. Una comparación de género también se puede ver entre el italiano y el monje;. Si estuviera profundamente leer en, está claro que Radcliffe representa indirectamente a los deseos masculinos y femeninos que Lewis investiga explícitamente

Leviatán: Thomas Hobbes

Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, comúnmente llamado Leviatán (Leviathan), es el libro más conocido del escritor ingles Thomas Hobbes, publicado en 1651. El título del libro hace referencia al monstruo bíblico Leviatán, que posee un poder descomunal. En este libro, Hobbes establece su doctrina de derecho moderno como la base de las sociedades y de los gobiernos legítimos. Se ha dicho que el trabajo de Hobbes justifica filosóficamente la existencia del autoritarismo estatal, aunque también justificó la eliminación del absolutismo.

Este libro esta dividido en cuatro secciones, a continuación un análisis de cada una:

Parte I: Del hombre

En esta primera parte de la obra, Hobbes comenzará por el estudio del hombre en sí mismo, para poder, a partir de ahí, estudiarlo en sociedad. Analiza el conocimiento humano, cuyo origen fundamenta en la experiencia. La experiencia, según Hobbes, se forma por la repetición de hechos que se irán almacenando en la memoria por lo que son fuente de sensaciones que permiten la producción de imágenes memorizadas. Los recuerdos son utilizados en estas combinaciones mentales y posibilitan al hombre simular los acontecimientos futuros y adquirir, por lo tanto, una indispensable prudencia. El hombre actuará según su experiencia, intentando evitar los resultados indeseados que ha sufrido en momentos anteriores. El elemento fundamental que hará a este proceso mucho más rápido es la palabra, ya que permite el tránsito de lo mental a lo verbal, oral y escrito, favoreciendo, de esta manera, la emergencia de la verdad. Si decimos la verdad podemos transmitir nuestra experiencia y recibir la de otros pudiendo así complementarnos mutuamente. Sin embargo, la ausencia de veracidad en esta comunicación tendría un efecto nefasto sobre nuestra prudencia, al tener datos equivocados. El discurso es, sin embargo, fuente de errores y de engaños que deben ser eliminados con el fin de obtener definiciones rigurosas que, a su vez, se conviertan en vías de acceso a la ciencia. Estos errores no tienen por qué ser inevitablemente mal intencionados por el prójimo sino que debido a una falta de precisión lingüística, el error puede ser cometido. La palabra es la base de la razón y se adquiere por la acción, siendo ésta fuente de sensaciones y de imágenes que se intelectualizan tras la adquisición de una metodología. La razón se caracteriza, según Hobbes, por el “cálculo de las consecuencias” de nuestros pensamientos; descompondrá la situación que se presenta ante ella y analizará, según su experiencia, los posibles acontecimientos futuros, eligiendo el que más le convenga.

Posteriormente examina la voluntad y la conducta humanas, tendientes siempre a la acción motivada por el deseo: el poder del hombre reside en su capacidad de actuar y la adquisición del poder se convierte en una búsqueda permanente y dominada por la pasión.

La persona actúa según los impulsos que recibe del exterior, por lo que intentará a toda costa evitar los impulsos que le resulten desagradables y conseguir todos los agradables posibles.

El problema surge cuando estas fuentes de placer hay que compartirlas con otros humanos o interfieren con sus deseos. Ello determina que cada ser humano esté en continua guerra con los demás. Esta situación en la que vive el hombre en su estado natural encontró su mejor definición en dos de sus sentencias más universalmente conocidas:“Bellum omnium contra omnes” (“Guerra de todos contra todos”) y “Homo homini lupus est” (“El hombre es un lobo para el hombre”).

En este proceso de análisis del humano y sus sentidos, llega a una serie de definiciones que serán cruciales para su filosofía. Señala la importancia de estas definiciones, insinuando que está intentando axiomatizar la humanidad siguiendo el modelo de la geometría. Esta influencia de las ciencias exactas se percibe en la manera tan objetiva y carente de sentimiento en la que describe las pasiones; por ejemplo, “Lo que de algún modo es objeto de cualquier apetito o deseo humano es lo que con respecto a él se llama bueno. Y el objeto de su odio y aversión, malo; y de su desprecio, vil e inconsiderable o indigno. Pero estas palabras de bueno, malo y despreciable siempre se usan en relación con la persona que las utiliza. No son siempre y absolutamente tales, ni ninguna regla de bien y de mal puede tomarse de la naturaleza de los objetos mismos, sino del individuo (donde no existe Estado) o (en un Estado) de la persona que lo representa; o de un árbitro o juez a quien los hombres permiten establecer e imponer como sentencia su regla del bien y del mal”. Le siguen una larga secuencia de definiciones similares como la esperanza (apetito con opinión de obtener), o lo honorable (cualquier acción, cualidad o argumento que sea señal de poder) por ejemplo.

El capítulo XIII es una exposición de la condición natural del hombre, abarcando el marco de su felicidad e infelicidad. Contiene la frase célebre citada anteriormente, “Bellum omnium contra omnes”. La vida del hombre es solitaria, pobre, malévola, bruta y corta.

Hobbes encuentra tres motivos básicos por los cuales hay conflictos en el Estado de Naturaleza: El primero, es la competición, que hace que el hombre invada para obtener algo; el segundo, la desconfianza para la seguridad; y el tercero, la gloria, para la reputación.

De estos tres conceptos partirán las leyes de naturaleza hobbesianas. Hobbes define 19 leyes de naturaleza, sin embargo, la primera y segunda ley son las más importantes y de ellas se van a deducir todas las demás. La primera ley se compone de dos partes: Cada hombre debe procurar la paz hasta donde tenga esperanza de lograrla; y cuando no puede conseguirla, entonces puede buscar y usar todas las ventajas y ayudas de la guerra. La segunda parte ser refiere al derecho natural a la libertad de cada hombre, que lo autoriza de usar su propio poder, según le plazca, para la preservación de su propia vida, y por lo tanto de hacer cualquier cosa que conciba como la más adecuada para alcanzar ese fin. De esta ley se va a derivar la segunda ley: Un hombre debe estar deseoso, cuando otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en su trato con él. De aquí en adelante, las leyes de Hobbes van a definir el contrato social, que es la base del siguiete capítulo.

Parte II: Del Estado

Hobbes desarrolla su idea del contrato o pacto social, desarrollado por los hombres como garantía de la seguridad individual y como forma de poner fin a los conflictos que, por naturaleza, generan estos intereses individuales. Así, a las pasiones naturales del hombre se oponen las leyes morales, siendo a su vez leyes naturales.

El Estado (o República) que Hobbes proyecta en Leviatán no es el concepto moderno de república (ausencia de monarquías) sino que es concebido como una res publica, es decir, un poder organizado de forma común cuya función es “regentar” las cosas públicas y que se funda a partir de la suma de voluntades individuales libres que deciden actuar para adquirir ventajas comunes. La libertad del individuo se verá reducida a los espacios donde la ley no se pronuncia. Sin embargo, al existir una cesión voluntaria de poder, se contemplaba un caso en el que los individuos podrían rebelarse contra el soberano: cuando éste causara perjuicios a su integridad corporal o a su libertad física, o sea, si el soberano no cumplía su parte del contrato social (defender la libertad de los individuos asegurando la paz) el pacto quedaba roto inmediatamente. El pensamiento de Hobbes deja un margen muy estrecho al libre albedrío y a la libertad individual.

El propósito que Hobbes da al principio del segundo libro es describir la causa final, el fin o el deseo de los hombres (que aman la libertad y el dominio sobre otros) en la auto imposición de los límites en los que viven en sociedad que es un instrumento para su propia preservación y, consecuentemente, para obtener una vida más tranquila; o sea, para librarse de la terrible condición de constante guerra, que como fue demostrada en la primera parte, es natural a las pasiones del hombre cuando no hay poder visible que las limite y controles por el miedo al castigo a aquellos que las lleven acabo.
El soberano tiene doce derechos fundamentales:
  1. Como el pacto no puede ser eliminado a priori, los sujetos no pueden legalmente cambiar la forma de gobierno.
  2. Como el pacto que consiste en la cesión de libertades de los sujetos al soberano, dándole derecho a actuar por ellos, este no tiene derecho a cambiar el pacto.
  3. Los sujetos no pueden discutir el ser liberados del pacto debido a las acciones del soberano.
  4. El soberano es elegido (en teoría) por el voto de la mayoría; y la minoría ha decidido regirse por esta decisión.
  5. Cada sujeto es autor de los actos del soberano: por tanto, el soberano no puede dañar a ninguno de sus súbditos, y no puede ser acusado de injusticia.
  6. El soberano no puede ser ejecutado (legalmente) por sus súbditos, ya que el Estado busca, ante todo, la paz y el soberano tiene el derecho de hacer todo lo que considere necesario para preservar la paz, la seguridad y prevenir la discordia, pudiendo juzgar que opiniones o doctrinas son adversas, quien tiene derecho o no a hablar a las multitudes, y quien examinará las doctrinas de los libros antes de ser publicados.
  7. A dictar las leyes civiles y de la propiedad.
  8. A ser juez en todos los casos.
  9. A hacer la guerra o la paz como y cuando vea oportuno; siendo comandante de sus ejércitos.
  10. De elegir a sus consejeros, ministros, magistrados y oficiales.
  11. De premiar con riquezas y honores, o castigar corporal o pecuniariamente a aquellos que considere merecedores de tales acciones.
  12. De establecer leyes del honor y las escalas de valores.
Hobbes renuncia explícitamente a la separación de poderes, en particular a la que posteriormente se convertirá en la separación de poderes establecida en la Constitución de los Estados Unidos. Cabe destacar que en el sexto derecho del soberano, Hobbes especifica que está a favor de la censura de los medios de comunicación y de las restricciones de la libertad de expresión, si el soberano considera que son negativas para la preservación del orden público.

Hobbes admite tres tipos de Estado: la monarquía, la aristocracia y la democracia. No puede haber más formas de gobierno que esas tres, pues ninguna, o todas, pueden tener todo el poder soberano (que se ha demostrado anteriormente que es indivisible).

Aunque haya habido otras formas de gobierno en el pasado, como fueron la tiranía y la oligarquía, Hobbes no las consideraba nombres de otras formas de gobierno sino las mismas con otro nombre. Pues aquellos que están descontentos con la monarquía la llaman tiranía y aquellos que están descontentos con la aristocracia la llaman oligarquía., al igual que aquellos que no les gusta la democracia la llaman anarquía (que significa falta o ausencia de gobierno...

Para Hobbes, el más práctico es la monarquía; ya que la diferencia entre estos tipos de gobierno no consiste en la diferencia del poder, sino en la conveniencia o aptitud de asegurar la paz y la seguridad del pueblo; al fin y al cabo, es el motivo por el cual se instituyen.

Al comparar la monarquía con las otras dos, de esto deduce que donde los intereses públicos y lo privados están muy unidos, los públicos se ven más favorecidos. En la monarquía el interés público y el privado son el mismo. Las riquezas, el poder, y el honor del monarca surgen de las riquezas, fuerza y reputación de sus súbditos. Es imposible que el rey sea rico, glorioso o poderoso si su pueblo es pobre, sin aspiraciones, o débil debido a la pobreza o la ignorancia, como para mantener una guerra contra sus enemigos. Mientras que en la democracia o la aristocracia, la propiedad pública no da tanta fortuna individual, dando lugar a la corrupción, el mal uso de la ambición, a la traición o a la guerra civil.

Hobbes considera la realidad política en la que vive y desarrolla una serie de explicaciones para la sucesión paterno filial; si falta la denotación expresa de un heredero por parte del monarca, se seguirá la tradición. Esta, establece que el varón primogénito será el heredero de su padre, teniendo inmediato derecho de sucesión por costumbre; se supone, que el monarca lo habría declarado así en vida, al ser tradición de generaciones. Por tanto, en la práctica, se vuelve al varón primogénito como heredero.

Parte III: Del Estado cristiano

En esta tercera parte, y por lo que respecta a las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal, Hobbes abogaba por la total sumisión de la Iglesia al soberano.

Hobbes investiga la naturaleza de un Estado cristiano. Esto da lugar inmediatamente a la pregunta de en qué escrituras deberíamos confiar y por qué. Si alguna persona reclama que lo sobrenatural es superior a lo civil, entonces habría caos, y el deseo principal de Hobbes es evitarlo. Por tanto, concluye que no podemos conocer infaliblemente la revelación divina dada por otra persona; ya que cuando Dios habla al hombre, es por medio del propio hombre o de otro igual al que le ha hablado anteriormente. La persona con la que Dios habló le entendió perfectamente, pero eso no quiere decir que cuando el revelado se lo cuente a otro, esta otra persona le comprenda; por lo que es difícil, por no decir imposible, saber con certeza lo que Dios quiere. Además, que alguien demuestre que Dios le ha hablado es prácticamente imposible, por lo que no puede esperar que los demás le crean. Como esto podría ser considerado como una herejía (al aplicarse a la Biblia), Hobbes dice que se necesita una prueba, y la verdadera prueba es contrastar los dichos de los que oyen a Dios con las sagradas escrituras -ya que considera que las escrituras son las enseñanzas que Dios ha dado-, y la muestra de un milagro. Si ambos requisitos se cumplen, es un verdadero profeta. Como en la actualidad ver un milagro es algo poco probable, se considera a la Biblia como única fuente verdadera de fe.
Hobbes analiza varios libros que son aceptados por distintas sectas y la cuestión de la verdadera autoridad de las escrituras.

Para Hobbes, es un manifiesto de que nadie puede saber que son palabras de Dios (aunque los cristianos se lo crean) al menos que Dios se lo haya dicho personalmente. Por tanto la verdadera pregunta es: ¿Qué autoridad tiene la ley? Como era de esperarse, Hobbes concluye que no hay una forma certera de saberlo si no es por medio del poder civil: a aquel a quién Dios no le haya revelado personalmente que son suyos, ni que aquel que los hizo fue enviado por Dios mismo, tiene obligación de obedecer a nadie cuya voluntad no sea ley. Por tanto sólo hay obligación de obedecer al soberano del Estado, el cual sólo tiene poder legislativo.
Discute los Diez Mandamientos, y se pregunta quién los dio para que tengan fuerza de ley. No hay duda de que la ley la dio Dios mismo, pero éstos ni obligan ni son ley para aquellos que no lo reconozcan como acto del poder soberano. ¿Cómo sabía el pueblo de Israel que fue Dios quien se los dio, y no Moisés, si no pudieron acercarse al monte? Concluye que la promulgación de la ley de las Escrituras es tarea del soberano civil.

Finalmente, se plantea qué poder tiene la Iglesia sobre aquellos que, siendo soberanos, han elegido la fe cristiana. Concluye que los reyes cristianos son los pastores supremos de su pueblo y tienen el poder de ordenar a sus pastores lo que deseen, pueden enseñar a la iglesia, es decir, instruir a sus súbditos.
Ésta tercera parte está repleta de enseñanzas bíblicas. Sin embargo, una vez aceptado el argumento principal de Hobbes (que nadie puede estar seguro de la revelación divina del prójimo) a su conclusión (que el poder religioso ha de estar subordinado al poder civil) se llega por deducción.

Debido al momento histórico en el que ésta obra fue redactada, las largas explicaciones que se exponen en esta tercera parte fueron necesarias. La necesidad que Hobbes veía de la supremacía del poder soberano surgió por una parte por las consecuencias de la guerra civil, y por otra, para destruir la amenaza de los papas de Roma, dedicándole bastante esfuerzo a esta última idea.

Parte IV: Del reino de la oscuridad

En esta cuarta parte, ejerce una severa crítica a la Iglesia, a la cual acusaba (tras denunciar las tradiciones fabulosas que sostienen al conjunto de la mitología cristiana) de estar impregnadas, incluso, de cierto ateísmo. No obstante, y con el fin de evitar eventuales represalias y censuras eclesiásticas, en el apéndice con que concluye Leviatán intentó atemperar sus posiciones recurriendo para ello al examen de la jurisprudencia sobre la herejía.

Cuando Hobbes nombra esta sección "el reino de la oscuridad", no se refiere al Infierno (al no creer ni en el Infierno ni en el purgatorio), sino a la oscuridad de la ignorancia como opuesto a la luz del verdadero saber. Esta interpretación por parte de Hobbes es bastante in ortodoxa y ve oscuridad en la mala interpretación de las Escrituras. El reino de la oscuridad está formado por una confederación de farsantes que para dominar a la humanidad y por medio de doctrinas falsas, se dedican a eliminar la luz de la vida de los hombres.
Para este autor existen cuatro causas para esta oscuridad:
  1. La mala interpretación de las Escrituras. El abuso más destacado es el enseñar que el reino de Dios está en la Iglesia, por consiguiente disminuyendo el poder civil. Otro abuso es convertir la consagración en una conjura o un ritual tonto.
  2. La demonología de los poetas, tratando de demonios que no son más que construcciones de la imaginación. Critica muchas prácticas del catolicismo, como la veneración de los santos, las imágenes, reliquias y otras cosas practicadas por la Iglesia de Roma, afirmando que no están permitidas por la palabra de Dios.
  3. Mezclando las reliquias, las escrituras y la filosofía griega (especialmente Aristóteles) han causado grandes estragos. Hobbes no es muy amante de los filósofos en general. Desprecia el hecho de que muchos hayan tomado la filosofía aristotélica y hayan aprendido a llamar, a las distintas Commonwealths, tiranías (como lo fue Atenas en su momento). Al final de este apartado aparece una idea interesante (además de que la oscuridad no sólo introduce mentiras, sino que destruye verdades), que parece aparecer a raíz de los descubrimientos de Galileo. Afirma que incluso habiendo verdades demostrables, aquellos que están en la oscuridad condenarán a los iluminados que intenten enseñárselas, gracias a las doctrinas de la Iglesia. La razón que estos necios dan es que va en contra de la verdadera religión, sin embargo, si son verdades demostrables, ¿cómo pueden ir en contra de lo que Dios dice? Sin embargo, Hobbes no tiene problemas con la supresión de algunas verdades si es necesario, o sea, si tienden a desordenar el gobierno al dar pie a una rebelión. Si este fuese el caso opina que más vale que sean acalladas y que se castigue a sus predicadores, aunque estas medidas sólo podrán ser tomadas por el soberano.
  4. Interviniendo y modificando las tradiciones y la historia se daña también a la luz. Hobbes se plantea quién se beneficia de estos engaños. Expone el caso de Cicerón, el cual afirma que uno de los jueces más crueles de Roma era un gran hombre; al tener la costumbre de, en los casos penales, cuando el testimonio del testigo no era suficiente, le preguntaba a los acusadores, cui bono, o sea, que beneficios obtenían con el caso. Pues entre las presumisiones más obvias que uno puede ver son los beneficios. Hobbes concluye que de todo esto, los beneficiarios son la Iglesia y su jerarquía.

Leviatán: Thomas Hobbes
En el siguiente enlace se puede ver online o descargar en PDF:
http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/749.pdf

Los castillos de Athlin y Dunbayne: Ann Radcliffe

Los castillos de Athlin y Dunbayne. Una historia de la montaña (The Castles of Athlin and Dunbayne) es una novela gótica de la escritora británica Ann Radcliffe publicado por primera vez en Londres por Thomas Hookham en 1789 .
 
La novela es un conjunto en un paisaje de gran alcance que se familiarizó en su obra posterior, con los clanes feudales complejas y misteriosas intrigas románticas jugado contra un telón de fondo de ruinas medievales y castillos escarpadas costas escocesas. Cada uno de los personajes puede ser definido por sus pasiones: El actual conde de Athlin, Osbert, es impulsado por un apasionado deseo de vengar el asesinato de su padre a manos de Malcolm, el Barón de Dunbayne. Su hermana, María, es cada vez desmayo y desmayo en un intento de resistirse a su pasión por Alleyn, un highlander no de noble cuna (y por lo tanto indigno). Alleyn se likwise impulsado a los hechos heroicos de rescate debido a su amor por María. Incluso el villano, el barón de Malcolm, es impulsado por su deseo, primero el deseo de matar Osbert; más tarde se sustituyó por su deseo de poseer a María. A pesar de las pasiones de sus personajes principales dominan la trama, los castillos del título son como elemento central de la narración, el establecimiento de un tropo gótica duradera.


Resumen de la novela:
La novela cuenta la historia de dos clanes, los que pertenecen a los Castillos de Athlin y Dunbayne. Se inicia con la relación que Malcolm, el Barón de Dunbayne, asesinado el conde de Athlin. El hijo del conde, Osbert, es impulsado por un apasionado deseo de vengar el asesinato de su padre. A pesar de los ruegos de su madre, Matilde, para conquistar su pasión y abandonar su búsqueda de venganza, Osbert lanza un ataque a Malcolm con la ayuda de Alleyn, un campesino noble y virtuosa. Alleyn es en el amor con la hermana de Osbert, María, una dama virtuosa y delicada que él desea para impresionar. El ataque al castillo de Malcolm no, y tanto Alleyn y Osbert están cautivos, como prisioneros de guerra. Alleyn, sin embargo, logra escapar. La pasión de Malcolm de la destrucción de Osbert es suplantada por la pasión de poseer la hermosa María, y se envía a los hombres a secuestrarla. Alleyn, en su camino de regreso a Athlin, interviene, y después de un desmayo tanto por parte de María, se las arregla para rescatarla. María, después de recuperarse de los desmayos excesivos, se enamora de Alleyn, a pesar de sus diferencias de clase. Al confiar en su madre sin embargo, ella se insta a olvidar su amor. Malcolm, enfadado por escapar de Alleyn y el intento frustrado de secuestrar a María, exige un rescate por la liberación de Osbert: se dará a conocer el conde sólo si se le permite casarse con María. Tanto Alleyn y Matilda son afligidos por este tipo de noticias. Osbert, por su parte, ha encontrado consuelo en los demás presos de la baronesa Luisa, la hermana de Malcolm en la ley por medio de su hermano mayor (y ya fallecido) hermano, el ex barón, y su hija Laura. Laura y Osbert se enamoran. Después de muchas complicaciones, Osbert es capaz de escapar de las restricciones de Malcolm, con quien se cuestiona. Malcolm entonces se mató en la batalla. Antes de morir, Malcom confiesa a Luis que su hijo, a quien ella creía muerto, estaba vivo. Malcolm le había escondido con una familia campesina con el fin de obtener el título por sí mismo. Laura y Osbert se preparan para casarse, pero María y Alleyn son infelices. A continuación, se descubrió el milagro Alleyn es, de hecho, Felipe, de Louisa hijo perdido hace tiempo. Se le reconoce por su madre con una marca de fresa en su piel. Esto hace que el legítimo Alleyn Barón de Dunbayne. La novela termina con la doble boda de Laura y Osbert, y María y Alleyn.

Wieland: la transformación: Charles Brockden Brown

Edición de Valdemar
Wieland: o bien, la transformación: Un Cuento Americano, por lo general simplemente se llama Wieland, es la primera gran obra de Charles Brockden Brown . Publicado por primera vez en 1798, distingue el verdadero comienzo de su carrera como escritor.  Wieland es el primero - y el más famoso - American novela gótica . A menudo se ha ligado a Caleb Williams por William Godwin . Influencia de Godwin es clara, pero la escritura de Brown es único en su estilo. Wieland a menudo se clasifican en varios sub-géneros distintos de la ficción gótica, incluso de terror, ficción psicológica y la ficción epistolar, que se enumeran en el Proyecto Gutenberg.



Temas más relevantes de la novela:
  •  El fanatismo religioso     
  • Psicología sensacionalista      
  • Ventriloquía

Resumen de la novela:
Establecer algún momento entre la Guerra Francesa e India y la Guerra de Independencia , los detalles de Wieland los horribles acontecimientos que les suceden a Clara Wieland y la familia de su hermano de Teodoro. El padre de Clara y Teodoro era un inmigrante alemán que fundó su propia religión, sino que llegó a Estados Unidos justo antes de la Revolución Americana con la convicción de difundir su religión a los pueblos indígenas. Cuando se falla en esta tarea, él cree que también ha fallado a su deidad. Una noche, mientras él adora en su templo desnudo, solitario, parece combustión espontánea, después de lo cual su salud se deteriora lentamente y muere. Sus hijos heredarán sus bienes, que se divide en partes iguales entre ellos. Teodoro se casa con su amigo de la infancia, Catalina Pleyel, y tienen cuatro hijos.
 
Pronto, Teodoro empieza a oír voces y hermano de Catalina, Enrique Pleyel, comienza a oír, también. Aunque al principio duda de las voces que afirman que los hombres a escuchar, Clara también se empieza a escuchar una voz extraña. El Carwin misteriosa aparece en la escena, y sugiere que las voces pueden ser causados ​​por mimetismo humano.
 
Clara está secretamente enamorado de Pleyel, y hace un plan para decírselo, sin embargo, su oportunidad está en ruinas. Cuando ella regresa a casa, se encuentra con Carwin escondido en su armario. Él admite que él había estado planeando a la violación de Clara, pero creyendo que su ser bajo la protección de una fuerza sobrenatural, la deja.
 
A la mañana siguiente, acusa Clara Pleyel de tener un romance con Carwin. Él se va con rapidez, sin dar tiempo suficiente para Clara defenderse. Ella decide ir a ver a Pleyel, para decirle que se equivoca, pero él no parece creer en ella. De camino a casa, Clara se detiene a visitar a su amiga, la señora Baynton, donde Clara se encuentra una carta de Carwin esperando a que ella, que solicita una audiencia con ella.
 
En la casa de Teodoro, Clara descubre que todo el mundo parece estar dormido, por lo que sigue a su propia casa, donde se reunirá con Carwin. Cuando ella llega, no hay ruidos extraños y luces, y ella ve una visión de la cara de Carwin. En su habitación, se encuentra con una extraña carta de Carwin, y de Catalina en su cama - muerto. Sorprendida, ella se sienta en su habitación hasta que Teodoro llega y amenaza a Clara. Cuando oye voces en el exterior, él se va sano y salvo Clara. Clara se entera de que los niños de Teodoro también han sido asesinados.
 
Clara se pone enfermo, y más tarde, ella es capaz de leer el testimonio del asesino. El asesino es su hermano, Teodoro. Él afirma que ha estado actuando bajo las órdenes divinas. Clara está seguro de que Carwin es la fuente de la locura de Teodoro.
 
Carwin revela a Clara que es un biloquist. Él fue la causa de la mayoría de las voces, pero él afirma que no le dijo a Teodoro para cometer los asesinatos. Wieland, después de haber escapado de la cárcel, llega a la casa de Clara y trata de matarla. Carwin utiliza su capacidad de decir a Teodoro a parar. Él dice que Teodoro no debería haber escuchado a las voces, y Theodore repente viene a sus sentidos. Él se quita la vida, lleno de remordimiento por lo que ha hecho.



Clara se niega a salir de su casa, hasta que se queme por un día. Luego va a Europa con su tío, y, finalmente, se casa Pleyel. Clara siente que por fin ha recuperado de los trágicos acontecimientos, lo suficiente como para escribirlas. En cuanto a Carwin, se ha convertido en un agricultor en el campo  .
Al parecer, la novela se basa en la verdadera historia de asesinatos que tuvieron lugar en Tomhannock, Nueva York (una aldea cerca de Pittstown ) en 1781. Reflejo de los incidentes de la novela más tarde, un tal James Yates, bajo la influencia de un delirio religioso, asesinó a su esposa y cuatro hijos, y luego intentó matar a su hermana, y no expresó ningún remordimiento por su conducta en la corte más tarde.
Brown dio a su héroe trágico un árbol genealógico relacionado con el de la actual autor alemán Christoph Martin Wieland , que se menciona oblicuamente en el texto:
Mi antepasado se puede considerar como el fundador del teatro alemán. El poeta moderno del mismo nombre, está suspendida de la misma familia, y, tal vez supera, pero poco, en la fecundidad de su invención, o la solidez de su gusto, el mayor de Wieland. 

Un romance siciliano: Ann Radciffe

Un romance siciliano (A Sicilian Romance) es una novela gótica de la escritora británica Ann Radcliffe. Era su segunda obra publicada, y fue publicado por primera vez de forma anónima en 1790.


La trama se refiere a la turbulenta historia de los aristócratas caídos de la casa de Mazzini, en la costa norte de Sicilia , según el relato de un turista que llega intrigado por las historias de un monje que conoce en las ruinas de su castillo maldito.
 
La introducción del Clásico Mundial de Oxford, señala la edición que en esta novela "Ann Radcliffe comenzaron a forjar la mezcla única de la psicología del terror y la descripción poética que la convertiría en el gran ejemplo de la novela gótica, y el ídolo de los románticos" . La novela explora los "paisajes cavernosos y pasajes laberínticos de los castillos y conventos de Sicilia para revelar los secretos vergonzosos de su todopoderosa aristocracia"

Los misterios de Udolfo: Ann Radcliffe

Los misterios de Udolfo (The Mysteries of Udolpho o The Mysteries of Udolpho, A Romance; Interspersed with Some Pieces of Poetry), es una novela gótica de la escritora británica Ann Radcliffe.

Se publicó en el verano de 1794 por G. G. y J. Robinson de Londres en 4 volúmenes. Es la cuarta y más famosa novela de la autora. Los misterios de Udolfo cuenta las aventuras de Emily St. Aubert quien sufre, entre otras calamidades, la muerte de su padre, terrores sobrenaturales en un sombrío castillo, y las maquinaciones de un bandolero italiano. A menudo se la cita como el modelo arquetípico de la novela gótica. Los misterios de Udolfo tiene un papel destacado en la obra de Jane Austen La abadía de Northanger, en la que una impresionable joven, después de leer la novela de Radcliffe, empieza a ver a sus amigos y conocidos como villanos y víctimas góticos, con divertidos resultados.

Los misterios de Udolfo es el romance gótico por antonomasia, repleto de incidentes de terror físico y psicológico; castillos remotos y ruinosos; acontecimientos supuestamente sobrenaturales; un villano melancólico y retorcido; y una heroína perseguida. A esto Radcliffe le añade extensas descripciones de paisajes exóticos en los Pirineos y los Apeninos. Se enmarca en el año 1584 en el sur de Francia y norte de Italia.





Los misterios de Udolfo: Ann Radcliffe
En el siguiente enlace se puede ver o descargar la versión en ingles:
http://www.box.com/s/da6a3778152385a93689
En el siguiente enlace se puede ver o descargar la versión en español:
http://es.scribd.com/doc/75900747/Los-Misterios-de-Udolfo

Hugo el Lobo: Emile Erckmann

Hugo el lobo (Hugues le loup) es una novela de licántropos atribuida al escritor francés Emile Erckmann en contribución de Alexandre Chatrian conocidos bajo el seudo dominio de Erckmann-Chatrian publicado por primera vez en 1859, y con varias traducciones y publicaciones posteriores.

Seudónimo conjunto de Emile Erckmann (1822-1899) y Aléxandre Chatrian (1826-1900), escritores franceses que trabajaron en común desde 1847. La mayor parte de su obra se compone de novelas históricas y costumbristas sobre su patria chica:Alsacia. Sus títulos más destacados son: «Waterloo», «El amigo Fritz», «Madame Thérese»...

Este relato, que hoy publica nuestra Biblioteca, discurre por los paisajes de la Selva Negra, y cuenta una especie de licantropia muy particular. No se trata, como en tantas películas (a una de las cuales pertenece la foto de nuestra cubierta), de un hombre que se convierte físicamente en lobo al salir la luna llena, pero la mezcla trágica de la fiera y el hombre está igual de presente y con características parecidas a las del relato de Guy Endore en que se basó.


Resumen: -Contraportada de la novela-
Al salir de la niebla, las torres del castillo de Nideck destacan su alta masa negro por encima de los árboles cubiertos de escarcha ... El diablo ha tenido lugar dentro de estas paredes! Y la víctima no es otra que Nideck Conde en persona. El recuento está enfermo. Él va a morir. Y nadie sabe cómo detener el mal que roe ... Una noche, sin embargo, se hizo eco de gritos roncos a través del castillo ... ¿No fue usted lo oye? ¿No es el que ha visto escalar las escarpadas rocas de la luna pálida? De rodillas en la nieve, mirando a través de la llanura, una anciana le espera ... La Muerte Negro! Sus ojos brillan con un fuego oscuro! Su apelación fue oída ... El último descendiente de Lord Hugh el Lobo ahora camina hacia su trágico destino ...

El Ocupante de la Habitación de Algernon Blackwood



El ocupante de la habitación (Occupant of the room) es un relato de terror del escritor inglés Algernon Blackwood.
El cuento fue publicado en la colección de relatos fantásticos de 1917 Day and Night Stories.












Occupant of the room, Algernon Blackwood (1869-1951)
Llegó en la diligence amarilla bien entrada la noche, entumecido y lleno de calambres tras tres horas de fatigoso e interminable ascenso. El pueblo, una masa compacta de sombras, dormía ya. Tan sólo delante del hotel persistía aún el bullicio, la luz y la animación... aunque sería ya por poco tiempo. Las caballerías, con la cabeza gacha y paso cansino, cruzaron solas la carretera arrastrando sus arneses por el polvo y desaparecieron en las cuadras; mientras la pesada diligencia, que parecía un gran escarabajo amarillo con las patas quebradas, se quedaba a hacer noche en el lugar hasta donde la habían conducido a rastras.

A pesar del cansancio físico, aquel maestro de escuela, que disfrutaba de las primeras horas de unas vacaciones que le habían costado diez guineas, estaba rebosante de felicidad. La paz que se respiraba en aquel alto valle alpino era maravillosa; las estrellas titilaban sobre los quebrados riscos del Dent du Midi, donde los relucientes neveros se destacaban espectrales sobre unas rocas que parecían de ébano, y el aire helado traía un aroma a pinares, a pastos empapados de rocío y a madera recién cortada. Embargado de una sensación en la que se mezclaban el placer y el asombro, pasó varíos minutos tratando de captar todos aquellos detalles, mientras los otros tres pasajeros daban indicaciones sobre su equipaje y se dirigían a sus respectivas habitaciones. Finalmente, se dio la vuelta, cruzó la basta estera de la entrada, y tras resistir a la tentación de detenerse a contemplar el mapa de las montañas que colgaba junto a la puerta, pasó al deslumbrante recibidor.

De pronto, un desagradable contratiempo hizo que bajara de las nubes y volviera a la cruda realidad. En la posada -la única posada que había- no quedaban habitaciones libres. Hasta los sillones de que disponía estaban ocupados...

¡Qué estúpido había sido de no escribir para hacer una reserva! Claro que, ahora que lo pensaba, le había resultado imposible, pues la decisión de venir la había tomado aquella misma mañana en Ginebra de forma repentina, cautivado por el espléndido día que había amanecido tras una semana de lluvias. El portero, que lucía una chaqueta con ribetes dorados, y una vieja de facciones muy duras -le había llamado la atención la dureza de aquel rostro- no paraban de hablar y de gesticular mientras señalaban al pueblo en todas direcciones, haciéndole unas sugerencias que sólo comprendía a medias, pues sus conocimientos de francés eran limitados y el dialecto en que hablaban era algo verdaderamente espantoso.

«¡Allí -a lo mejor encontraba habitación- o sino allá! Pero aquí, hélas, está todo completo... más de lo que nosotros quisiéramos. ¡Mañana, quizá, si tal y cual dejan su habitación!» Al final, tras mucho encogerse de hombros, la anciana se quedó mirando al portero de la chaqueta ribeteada, y éste, a su vez, se quedó mirando con expresión somnolienta al maestro. No obstante, obedeciendo a uno de esos misteriosos mecanismos que regulan la esperanza, que ni él mismo alcanzó a comprender, y siguiendo las indicaciones, completamente ininteligibles, que le había dado la anciana, salió finalmente a la calle y se encaminó hacia un oscuro grupo de casas que ella le había señalado. De lo único que estaba seguro era de que tenía la intención de aporrear una de aquellas puertas hasta que le dieran una habitación. Estaba demasiado cansado para detenerse a planear las cosas con más detalle. El portero había hecho ademán de acompañarle, pero en el último momento se dio la vuelta y se quedó hablando con la anciana. La borrosa silueta de las casas se vislumbraba en medio de la oscuridad. Corría un aire gélido y el valle entero retumbaba con las carreras y el estruendo de los cursos de agua. Pensaba vagamente que no tardaría en amanecer y que quizá tendría que pasar la noche dando vueltas por el bosque, cuando oyó un ruido sordo a sus espaldas y, al darse la vuelta, vio a una figura que se acercaba apresuradamente hacia él. Era el portero... que venía corriendo.

En el pequeño recibidor de la posada se reanudó una confusa conversación a tres bandas, salpicada de vez en cuando por coloquios en voz baja y apartes susurrados en dialecto entre la mujer y el portero, cuyo resultado final fue que «si a Monsieur no le parecía mal... después de todo, sí que había una habitación, en el primer piso... sólo que, en cierto modo, estaba "ocupada". Bueno, en realidad lo que pasaba era que...».

No obstante, el maestro se quedó con la habitación sin meterse en más averiguaciones sobre aquel embrollo, pues al fin y al cabo le había proporcionado de pronto justo lo que él quería. La ética profesional de los hosteleros no era cosa de su incumbencia. Si aquella mujer le ofrecía alojamiento no le correspondía a él ponerse a discutir sobre si estaba legitimada o no para hacerlo.

Mientras acompañaba al huésped a su habitación, el portero, que a todas luces estaba un tanto nervioso, le fue suministrando en una mezcla de francés y de inglés los detalles que la patrona había omitido, y Minturn, pues tal era el nombre de aquel maestro, no tardó en compartir aquel nerviosismo con él y en verse envuelto en la atmósfera de una posible tragedia. Todo aquel que conozca esa emoción tan característica que producen los altos valles de montaña, uno de cuyos principales atractivos consiste en la realización de escaladas con peligro, comprenderá esa ligera sensación de alarma que suele ir asociada a tales paisajes. Cuando se alza la vista para contemplar los picos desolados que se remontan solitarios en las alturas, no se puede evitar pensar en esos hombres cuya diversión consiste en pasarse varios días y noches seguidos escalando las peligrosas cumbres que se elevan sobre un mar de nubes, y en conquistar, centímetro a centímetro, los picos helados que blanden permanentemente el oscuro pabellón del terror en el cielo. La atmósfera de aventura, aderezada con el posible espanto de una de las tragedias más horribles que quepa imaginarse, es inseparable de cualquier contemplación imaginativa de semejante paisaje; y lo que Minturn dedujo de las palabras del alarmado portero, no perdió nada de su miga a pesar de su desconocimiento del idioma. Una inglesa, la legítima ocupante de la habitación, se había empeñado en ir a las montañas sin guía. Había partido hacía dos días justo antes de que amaneciera -el portero la había visto salir- y... ¡no había regresado! La ruta era difícil y peligrosa, pero no imposible para un escalador experto, aunque fuera solo. Y la inglesa era una montañera curtida. Pero también era una persona terca, que desdeñaba los consejos, le aburrían las advertencias y tenía una fe ciega en sí misma. Además era un tanto rara; no se mezclaba con los demás huéspedes y, a veces, se pasaba días enteros encerrada con llave en su habitación sin dejar entrar a nadie; vamos, una «excéntrica» de tomo y lomo.

Todo esto fue lo que Minturn sacó en claro de lo que el portero le fue contando mientras subía su equipaje y ponía un poco de orden en la habitación; pero hubo algo más. Se enteró también de que ya había salido una partida de rescate y que, por supuesto, podían regresar en cualquier momento. En cuyo caso... En fin, por eso, aunque la habitación estuviera desocupada, seguía siendo de ella. «Pero si a Monsieur no le importa correr el riesgo de tener que dejar la habitación en medio de la noche...» Dado que el locuaz portero parecía empeñado en aportar todo tipo de detalles que ponían en cuestión la validez de la transacción que acababa de realizar, Minturn lo despachó tan pronto como pudo y se dispuso a irse a la cama -que el propio portero había arreglado a toda prisa- para tratar de dormir el máximo de horas posible antes de que viniera alguien a decirle que se tenía que marchar.

La verdad es que al principio se sintió incómodo, francamente incómodo. Estaba en la habitación de otra persona. Realmente no tenía ningún derecho a estar allí. Era una intrusión imperdonable; y mientras deshacía el equipaje, giró en varias ocasiones la cabeza para mirar hacia atrás, como si temiera que alguien le estuviera observando desde alguna de las esquinas. Tenía la impresión de que, en cualquier momento, oiría pasos en el pasillo, llamarían a la puerta y, a continuación, ésta se abriría yvería a aquella fornida inglesa mirándole de arriba a abajo con furia. O aún peor: le oiría preguntarle qué hacía en su habitación, en su dormitorio. ¡Es cierto que podía darle una explicación convincente, pero de todos modos...!

Entonces, al darse cuenta de que ya estaba a medio desvestir, su mente captó durante un segundo la vertiente cómica de la situación, y soltó una carcajada... en voz baja. Pero, de inmediato, a la risa le sucedió aquella súbita sensación de tragedia que ya había experimentado antes. Puede que mientras él sonreía, el cuerpo de esa mujer yaciera roto y helado en esas cumbres espantosas, con los cabellos desordenados por la ventisca y los ojos vidriosos lanzando una mirada vacía a las estrellas... Sólo de pensar en ello se estremecía. La percepción que tenía de esa mujer, a la que no había visto nunca y de la que ni tan siquiera sabía el nombre, se volvió extraordinariamente real. Casi llegaba a imaginarse que se hallaba oculta en algún lugar de la habitación, observando todo lo que él hacía.

Abrió la puerta con cuidado para dejar fuera las botas, y cuando la cerró de nuevo, echó la llave. Después, acabó de deshacer el equipaje y distribuyó las pocas cosas que había traído consigo por la habitación. No tardó mucho en hacerlo; sólo tenía un pequeño baúl de viaje y una mochila y, además, el único lugar donde se podían extender las ropas era el sofá. No había cómoda, y el armario, un mueble excepcionalmente sólido y grande, estaba cerrado con llave. Era evidente que habían guardado a toda prisa las ropas de la inglesa en aquel mueble. El único signo que indicaba su presencia reciente en la habitación era un ramo de Alpenrosen marchitas, colocadas en un jarrón de cristal que había sobre el palanganero. Eso, y un vago olor a perfume, era todo lo que quedaba. No obstante, a pesar de la escasez de vestigios, por toda la habitación se respiraba la extraña y desagradable sensación de que ésta seguía estando ocupada. Durante un instante se palpaba en el ambiente una sutil presencia que parecía susurrar un «acabo de salir», que al convertirse de pronto en un tajante «aún sigo aquí», hacía que se diera rápidamente la vuelta para mirar a sus espaldas.

La aversión que sentía hacia esa habitación en su conjunto era muy singular; y es precisamente la fuerza de ese sentimiento, la única excusa que quizá se pueda esgrimir para justificar el hecho de que arrojara aquellas flores marchitas por la ventana y colgara después su gabardina de la puerta del armario, procurando taparlo lo máximo posible. Lo cierto es que la visión de aquel horrible y gigantesco armario, lleno de la ropa de una mujer que en aquel momento quizá ya no necesitara nada con que cubrir su cuerpo (pues así era como insistía en presentársela su imaginación), provocaba en él una sensación de incongruencia que no sólo le llenaba de perplejidad sino que, además, se iba abriendo paso en su mente hasta transformarse en un sentimiento de espanto verdaderamente grotesco. Sea como fuera, la visión de aquel armario le desagradaba y, casi por puro instinto, lo había tapado. Luego, tras apagar la luz, se metió en la cama.

Pero desde el preciso instante en que la habitación quedó a oscuras, se dio cuenta de que aquello era más de lo que él podía soportar; pues nada más hacerse la oscuridad, sintió una especie de corriente de aire helado que no alcanzaba a explicarse. Y lo curioso es que, al encender la vela que había junto a la cama, advirtió también que le temblaban las manos. La verdad es que aquello era ya demasiado. Su imaginación se estaba tomando muchas libertades y había que llamarla al orden. Pero la forma en que lo hizo fue muy significativa, y el propio carácter deliberado de su acción ponía al descubierto un estado mental que ya había dado cabida al miedo. Y una vez que el miedo se ha metido dentro es muy difícil expulsarlo. Se recostó sobre su codo y se puso a enumerar con sumo cuidado todos los objetos que había en la habitación, con la intención, por así decirlo, de hacer un inventario de todo aquello que percibían sus sentidos, para después trazar una línea, sumarlos y exclamar con decisión: « ¡Esto es todo lo que hay en esta habitación! He contado todas y cada una de las cosas. No hay nada más. ¡Ahora ya puedo dormir tranquilo!».

Fue precisamente durante el absurdo proceso de enumerar los muebles de la habitación, cuando se apoderó de él una terrible y angustiosa sensación de lasitud que casi le impidió acabar sus cuentas. Le acometió con una rapidez y una virulencia asombrosas que hicieron que, sin apenas darse cuenta, se viera abrumado por una molicie atroz difícilmente descriptible. Su primer efecto fue hacerle olvidar su miedo. Ya no tenía la energía suficiente para sentirse verdaderamente asustado o nervioso. El frío permanecía, pero la alarma había desaparecido. Por todos los rincones de aquella personalidad, por lo general vigorosa, se fue extendiendo lentamente el insidioso veneno de una fatiga muscular que, al cabo de unos segundos, pareció transformarse en inercia espiritual. Una súbita conciencia de la supina futilidad y del absurdo de la vida, del esfuerzo, de la lucha; de todo lo que hace que vivir merezca la pena, se fue infiltrando en cada fibra de su ser, dejándole en un estado de extrema debilidad. El espíritu de un negro pesimismo, al que le faltaban fuerzas incluso para manifestarse con cierta energía, invadió las cámaras secretas de su corazón... Todas las imágenes que le venían a la mente aparecían envueltas en grises sombras. ¡Esos caballos sudorosos y aburridos, ascendiendo trabajosamente... a ninguna parte! La patrona aquella de las facciones tan duras, tomándose tanto trabajo en conseguir que su afán de lucro se impusiera sobre su sentido moral... ¡por un puñado de francos! ¡El portero del traje ribeteado; tan quisquilloso, tan locuaz, tan agotador... ardiendo en deseos de contarle todos los chismes que sabía! ¿Para qué servía toda esa gente? Y, en cuanto a él, ¿qué sentido tenía el trabajo penoso y monótono en aquella escuela de la que era maestro? ¿A dónde conducía aquello? ¿De qué valía tanto incierto afán, cuando los secretos últimos de la vida permanecen ocultos y nadie sabe cuál es el sentido final de las cosas? ¡Qué absurdos eran el esfuerzo, la disciplina, el trabajo! ¡Qué vano el placer! ¡Qué triviales hasta las cosas más nobles de la vida!

Dando un salto que casi derribó la vela, Minturn trató de hacer frente a aquel estado de decaimiento. Ese tipo de ideas eran tan ajenas a su carácter habitual, que aquella invasión repentina y cobarde produjo una reacción inmediata. Pero sólo duró un momento. Al instante, la depresión volvió a abatirse sobre él como una ola. Su trabajo -que a fin de cuentas como mucho le permitiría aspirar al tedioso cargo de director de colegio- le parecía tan vano y tan absurdo como aquellas vacaciones en los Alpes. Qué idiota, qué rematadamente idiota había sido de venir aquí, con su mochila a cuestas, para no hacer otra cosa que matarse de cansancio por aquellas montañas en un ascenso agotador que no conducía a ninguna parte, que nada le podía reportar. El estado de ánimo que le poseía era tan lóbrego como una tumba.¡La vida no era más que un repugnante fraude! ¡La religión, un camelo pueril! Todas las cosas no eran más que una trampa; una trampa tendida por la muerte: ¡un juguete de vivos colores que la Naturaleza utiliza como señuelo! ¿Pero, un señuelo, para qué? ¡Para nada! Nada tenía sentido. Lo único real era... LA MUERTE. Y la gente más feliz eran aquellos que antes la encontraban.

Entonces, ¿por qué esperar a que llegue? Absolutamente aterrorizado, saltó de la cama como impulsado por un resorte. ¿Cómo era posible que la mera fatiga pudiera alumbrar un universo tan negro, una actitud tan depresiva, una cobardía que hacía que se tambalearan las raíces mismas de la vida, asestándoles semejante golpe de desesperanza? Por lo general él era una persona fuerte y alegre, rebosante de salud y de vida; pero aquella lasitud atroz arrasaba las bases mismas de su personalidad, conduciéndole a la nada y al deseo de morir. Era como si hubiera desarrollado una Segunda Personalidad. Cierto que había leído que algunas personas, tras sufrir una fuerte impresión, podían llegar a desarrollar como consecuencia de ello unos rasgos de carácter distintos, otros recuerdos, otros gustos y demás cosas por el estilo. Aquella posibilidad siempre le había asustado. Sabía que algunos científicos respaldaban la autenticidad de tales historias, pero a él no le parecía que fueran muy creíbles. Y, no obstante, algo similar a eso era lo que le estaba ocurriendo ahora a su propia conciencia. Estaba, de eso no le cabía ninguna duda, experimentando todas las fluctuaciones mentales... ¡de otra persona! Era algo inmoral. Algo espantoso. Era... bueno, la verdad es que también era algo enormemente interesante.

Y aquel interés que comenzaba a sentir fue el primer signo de que su yo normal estaba regresando. Pues quien siente interés por algo, está vivo, y ama la vida. De un salto, se plantó en medio de la habitación y encendió la luz. Lo primero que captó su atención fue... aquel enorme armario.

-¡Vaya! ¡Ahí está... esa monstruosidad de armario!-exclamó para sí sin querer, aunque en voz alta. Dentro estarían colgadas sus faldas, sus abrigos, sus blusas de verano; todas las ropas de la mujer muerta. Porque ahora sabía que -de uno u otro modo- aquella mujer tenía que estar muerta.

En ese momento, a través de las ventanas abiertas, irrumpió el sonido del agua que caía, y con él llegó también una vívida imagen mental de la desolación de las cumbres barridas por la ventisca. Entonces vio a la mujer -¡sí, verdaderamente la vio!- en el lugar donde había caído; las mejillas cubiertas de escarcha, la nieve en polvo arremolinándose en torno a sus cabellos y a sus ojos, sus extremidades rotas aprisionadas entre bloques de hielo. Por un momento, aquella sensación de lasitud, de vacío vital, se desvaneció ante aquella imagen de un esfuerzo inútil, de la pequeña fuerza de un ser humano peleando con coraje, aunque en vano, contra las potencias impersonales y despiadadas de la naturaleza inerte; y, de nuevo, recuperó su yo habitual. Sin embargo, un instante después, regresó otra vez el terrible frío, la nada, el vacío...

Se descubrió a sí mismo de pie frente al gran armario que guardaba las ropas de aquella mujer. De repente quería ver esas ropas; las cosas que ella había usado y llevado. Estaba muy cerca, casi podía tocarlo. Y un segundo después ya lo había tocado. Estaba golpeando con los nudillos en la madera. Es difícil saber por qué lo hizo. Probablemente se trató de un movimiento reflejo. Algo desde lo más profundo de su ser se lo había dictado... se lo había ordenado; y él, había golpeado la puerta. El sonido sordo de la madera en medio de la quietud de aquella habitación... le horrorizó. El porqué de aquel sentimiento era algo que le resultaba tan inexplicable como la razón por la que se había sentido impulsado a llamar a aquella puerta. El hecho es que, cuando oyó una leve reverberación en el interior del armario, tuvo una conciencia tan vívida de la presencia de la mujer que se quedó de pie temblando con una terrorífica sensación de que algo iba a ocurrir; casi esperaba oír que desde el interior le respondían con un golpe -quizá sólo el frufrú de las faldas colgadas- o, aún peor, que veía como aquella puerta cerrada con llave se abría lentamente hacia afuera.

A partir de ese momento asegura que, de un modo u otro, debió perder parcialmente el control sobre sí mismo, o al menos, una parte importante de su sentido común; pues se vio poseído por un deseo tan irresistible de abrir como fuera aquel armario y de ver las ropas que había dentro, que probó todas las llaves que había en la habitación en un vano intento de abrirlo, hasta que, finalmente, antes de que tuviera tiempo de darse cuenta de lo que hacía... ¡llamó al timbre!

Pero, tras haber llamado al timbre a las dos de la madrugada, sin que hubiera ninguna razón sensata u obvia para hacerlo, y mientras esperaba de pie en medio de la habitación a que viniera algún empleado, se dio cuenta por primera vez que algo ajeno a su ser normal le había impulsado a hacer aquello. Era como si una voz interna le dictara lo que tenía que hacer. Por eso, cuando finalmente se oyeron pasos que se acercaban por el pasillo, y tuvo frente a frente a una doncella adormilada, enojada y muy sorprendida de que la hubieran llamado a esas horas, no tuvo ninguna dificultad en encontrar palabras con las que expresar sus deseos. Aquel mismo poder que le había apremiado a que abriera la puerta del armario también le impelía a pronunciar unas palabras sobre las que, aparentemente, no tenía control alguno.

-¡No es a usted a quien he llamado! -dijo con decisión e impaciencia-. Necesito a un hombre. Despierte al portero y envíemelo inmediatamente. ¡Dése prisa! ¿Es que no me ha oído? ¡Dése prisa!

Cuando la chica se hubo marchado, Minturn, asustado de su propia severidad, se dio cuenta de que aquellas palabras le habían sorprendido a él tanto o más que a la propia doncella. Hasta que no salieron de sus labios no supo exactamente qué era lo que iba a decir. No obstante, comprendía que alguna fuerza ajena a su personalidad estaba utilizando su mente y los órganos de su cuerpo. Aquella negra depresión que le había poseído hacía poco también formaba parte de ello. De algún modo, el poderoso estado de ánimo de la mujer desaparecida se había apoderado de él momentáneamente; con toda seguridad debido a la atmósfera que creaba en la habitación la presencia de cosas que le habían pertenecido. Pero ni siquiera cuando el portero -sin chaqueta ni cuello duro- se hallaba ya junto a él en la habitación, consiguió comprender por qué insistía, hecho una verdadera furia y sin admitir un no por respuesta, en que buscara la llave del armario y abriera inmediatamente la puerta. La escena resultaba bastante curiosa. Tras realizar un intercambio de susurros de asombro con la doncella al fondo del pasillo, el portero se las arregló para encontrar y traer la llave en cuestión. Ni él ni la chica sabían a ciencia cierta qué era lo que pretendía aquel inglés tan nervioso, o por qué ponía tanto empeño en que se abriera un armario a las dos de la madrugada. Le observaban con el aire de quien no puede dejar de preguntarse qué será lo que va a ocurrir a continuación. Sin embargo, algo de la extraña seriedad y del miedo que ahora apreciaban en aquel hombre se les contagió, de modo que cuando la llave chirrió al introducirse en la cerradura, los dos pegaron un respingo.

Contuvieron el aliento mientras la puerta se abría lentamente con un crujido. Todos oyeron el ruido de otra llave al caer contra el suelo de madera del armario... por dentro. Había sido cerrado desde el interior. Pero fue la aterrorizada doncella, desde su posición en el pasillo, quien lo vio primero; y lanzando un grito desgarrador se desplomó contra el pasamanos de la escalera. El portero no hizo intento alguno de rescatarla. Tanto él como el maestro salieron corriendo hacia la puerta, que ahora se hallaba completamente abierta. También ellos lo habían visto.

Colgadas de las perchas no había ropas, ni faldas, ni blusas; lo que vieron fue el cuerpo de la mujer inglesa suspendido en el aire con la cabeza caída hacia delante. Sacudida por el movimiento que se había producido al abrir la puerta, el cuerpo había ido girando lentamente hasta darles la cara... Clavado en la parte de atrás de la puerta había un sobre del hotel con las siguientes palabras escritas con letra temblorosa:

«Cansada... infeliz... desesperada... deprimida... No puedo seguir haciendo frente a la vida... Todo es negro. Tengo que poner fin a esto... Quería hacerlo en las montañas pero tuve miedo. Volví a mi habitación cuando no vi a nadie. Así es más fácil, y mejor...»

Algernon Blackwood (1869-1951)