La Cegua (cihuatl, mujer ) también conocida como Segua o Tzegua, es un personaje de una leyenda típica de Centroamérica, de origen mesoamericano y que habla de un ser espectral con cuerpo de mujer que se suele aparecer con una larga cabellera hecha de las crines de caballos y el rostro pintado de blanco, la cual se transforma en un ser que se dice tiene una cabeza de caballo con la apariencia como si estuviera en un estado de putrefacción.
El mito de la Cegua tiene un origen común y está relacionado con el mito de la Siguanaba.
Originalmente, el término cihuacoatl designaba a una diosa nahua que representaba la fecunda Madre Tierra, la cual era conocida por muchos nombres. Posiblemente, su culto se originó en la Huasteca (Costa del Golfo de México). En general, los huastecos eran un pueblo rico en folclor e imaginación mítica para crear diosas de la fertilidad y de la lujuria, con gran prevalencia de cultos fálicos y de deidades conectadas a la vida sexual. La diosa Cihuacoatl daba siempre gemelos. Muchas de las deidades de la vegetación, dadoras de riqueza, pasaron de los huastecos a otros pueblos. La palabra cegua parece ser también una contracción de ceguanaba. Cihuacoatl también está relacionada con el génesis de otra leyenda mesoamericana: La Llorona. El término cegua para designar a este ser espectral es de uso predominante en Nicaragua y Costa Rica, mientras que en otros países de Centroamérica se le conoce con otros nombres (Siguanaba en México y El Salvador, Sucia en Honduras), con ligeras variaciones en la leyenda.
Se denomina Cegua a un ser monstruoso que, según la leyenda, se aparece de noche a los hombres mujeriegos que viajan solos, bajo la forma de una hermosa muchacha. Al verla, ella convencería al varón de que la suba su caballo. El hombre, al voltear la cabeza para contemplar lascivamente a la joven, se encuentra con que realmente ha subido a su caballo a un espectro que, donde tenía cabeza de mujer, ahora presenta una calavera de caballo cubierta con carne podrida.
Según la tradición, la terrible Cegua que espanta a los hombres sería realmente una bruja traicionada, la cual está en busca de venganza en contra de los mujeriegos trasnochadores. Se dice que para que este personaje adquiera su grotesca apariencia, primero tiene entrar en la oscuridad de la noche a un maizal, donde hace un pacto con el señor de las tinieblas. Luego ella realizaría un ritual en donde vomitaría su alma en un guacal o vacija, para perder su alma y con ello poder empezar su transformación, con lo cual adquiriría los poderes de la Siguanaba. Así, a través de los poderes demoniacos unidos al de la siguanaba, puede convertir su cara en la de una yegua esquelética; sus cabellos se vuelven como el pelo del maíz y sus dientes como los granos de mazorca podrida. Además de eso, el resto de su cuerpo se transforma: su piernas se vuelven tan largas y robustas como las patas traseras de un caballo, sus pies se hacen más grandes y lo mismo ocurre con sus brazos, dándole a ella una gran fuerza física y velocidad, que le asegurarán no dejar escapar a su víctima.
Cuando el trasnochador no es precavido, la cegua primero lo emboscaría, jugando con él, para luego atormentarlo pero sin matarlo inmediatamente. El espectro se apodera del hombre y le muerde la mejilla dejándole la marca de picaflor e infiel. Se dice que todos los que la ven terminan locos, ya que al dejarlos ir, cuando estos son encontrados por alguien, se les ve en su cara el terror de haberla visto, sus ojos desorbitados también con una fuerte fiebre y otros síntomas, como la diarrea. Posteriormente, la víctima casi loca, antes morir, lo único que dice es: ¡La vi, la vi!.
Los más sabios indican que la única forma de protegerse es llevando semillas de mostaza y un sombrero cualquiera; luego habría que mostrarle este con la copa boca arriba, acto que la impresionaría mucho. Seguido de eso habría que sacar las semillas de mostaza y arrojarlas contra ella; esto ya que se dice que la semilla de mostaza es sagrada (según el Evangelio de san Mateo 13:31-32). Con esta acción, la cegua trataría de recoger las semillas, lo cual le resultaría imposible al estar transformada, por que cada vez que termine de recoger los granos estos caerán de sus manos nuevamente y ella otra vez intentará recogerlos, si no hace este ritual moriría de vergüenza por haber vomitado su alma. Así, de cualquier forma ella no dejaría de hacerlo nunca y al llegar al amanecer moriría irremediablemente, para renacer nuevamente sólo hasta la noche siguiente. Se dice que esta tradición ha permitido a los caminantes escapar muy fácilmente de ella mientras intentaba recoger los granos de mostaza.
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