En 1610 tuvo lugar en Logroño un Auto de Fe en el que la Inquisición procesó a cuarenta vecinas acusadas de ser brujas de Zugarramurdi y condenó a doce de ellas a morir en la hoguera. Las ejecuciones se basaron en la mayor parte de los casos en testimonios basados en supersticiones y envidias que eran poco o nada fiables.
Julio Caro Baroja cita como párrafo interesante de dicho Auto de Fe el siguiente:
“Las 18 personas restantes, fueron todas reconciliadas (por haber sido toda su vida de la secta de los brujos), buenas confidentes y que con lágrimas habían pedido misericordia, y que querían volverse a la fe de los cristianos. Leyéronse en su sentencia cosas tan horribles y espantosas cuales nunca se han visto: y fue tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el día desde que amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel día. Con todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideración mucho más al arrepentimiento de sus culpas, que a la gravedad de sus delitos: y al tiempo en que comenzaron a confesar, agravándoles el castigo a los que confesaron más tarde, según la rebeldía que cada cual había tenido en sus confesiones"
Hoy se cree que las acusaciones eran infundadas y que tenían más que ver las rencillas típicas de las pequeñas aldeas que rituales heréticos. Sin embargo, por aquel entonces se condenaron a cuatro mujeres y dos hombres a morir en relajación, un acto más propio de centro Europa que de Navarra. María de Arburu, María Baztán, María de Echaute, Graciana Xarra, Domingo de Subildegi y Petri de Juliangorena
Según cuenta la tradición, otros seis de los acusados fueron quemados en efigie debido a que murieron en los interrogatorios. El resto de procesados fueron reconciliados tras pedir perdón por sus pecados y mostrar un profundo arrepentimiento. Las jueces hicieron gala, según las crónicas, de una extraordinaria misericordia con los reos. O eso trataron de aparentar, ya que las condenas fueron “ejemplarizantes”.
Pero lo misterioso del lugar no es el proceso en sí, que parece que fue realmente histórico, sino las interpretaciones que desde hoy se hace de lo que realmente pudo ocurrir allí. Es muy común hablar de los ritos paganos. De alguna manera la antigua mitología vascona estaría detrás de las reuniones de las supuestas brujas de Zugarramurdi. Se pensaría que la antigua tradición pagana habría permanecido en las montañas del Pirineo Occidental hasta bien entrado el siglo XVII.
Aceptando esta hipótesis muchos han visto la persecución al paganismo y los ritos en honor a la Diosa Mari el verdadero motivo del Auto de Fe y no los pactos con el Maligno. Se cree por muchos que las cuevas de Zugarramurdi habían sido utilizadas desde hace milenios. Siguiendo esta teoría, muchos hablan de la fusión entre los ritos paganos y actividades esotéricas que convirtieron la región en un punto de ebullición mágica. Podría haber algo de cierto en la conservación de ritos precristianos en una zona tan apartada de los centros de expansión cultural de la cristiandad, pero muchos van más allá y ponen a Navarra en un supuesto mapa de origen de la brujería a nivel europeo. Esto contradeciría las cazas de brujas que ocurrieron en toda Europa desde mucho antes de que los primeros indicios de brujería aparecieran en Navarra. Ya En el siglo XV, el Papa Inocencio VIII proclamó la existencia de la brujería según informaciones que le llegaban del Norte de Europa.
Pero la principal tradición de misterio del lugar es la famosa reunión de brujas: El Akelarre. Zugarramurdi es conocido como Sorgin Leze (Cueva de la Bruja). Y es que son muchos los que creen que realmente allí había reuniones de brujas y hechiceras, estas segundas de algún modo toleradas por La Inquisición. La leyenda negra cuenta que en estas reuniones las brujas mantenían relaciones sexuales con el diablo, que se aparecía en forma de macho cabrío (Aker). El demonio y sus súbditos, súcubos e íncubos, practicaban sexo con aquellos hombres y, sobre todo, mujeres que buscaban pactos demoníacos con el maligno.
Y es que un hecho recurrente en todos los lugares donde la leyenda y la tradición cuentan que las brujas se reunían para sellar su pacto con el diablo terminan quedando en la toponimia de la zona. Así, por debajo de las cuevas de Zugarramurdi, pasa un arroyo llamado “Río del Infierno”. Justo en frente a una de las entradas de Sorgin Leze, se encuntra lo que se ha llamado ya Akelarre Leze.
Las brujas y los aquelarres celebrados en Zugarramurdi, forman parte de la historia más negra de la Iglesia en España. Fue en esta localidad, donde se llevó a cabo un proceso inquisitorial, contra una serie de mujeres, acusadas de brujeria. Todo comenzó, cuando María de Zimilguen, fuer requerida por el Santo Oficio, en relación a una caza de brujas en la ciudad francesa de Ciboure. María reconoció su presencia en varios aquelarres celebrados en Zugarramurdi, junto con otras mujeres del pueblo. Aunque todo hubiera podido tener unas consecuencias más sencillas, la denuncia presentada por Fray León de Aranibar, abad del monasterio de Urdax, ante el Tribunal de Logroño, desencadenó una persecución contra ellas. La intervención de la Santa Inquisición, hizo que se detuvieran a más de 300 personas acusadas de sacrilegio. El juicio se prolongó por más de dos años, de 1608 a 1610. Finalmente los días 7 y 8 de diciembre de 1610, ante 20.000 personas, fueron quemadas en la hoguera seis de los acusados. El resto de los acusados fueron encarcelados y muchos de ellos murieron en prisión a causa de la epidemias.
Ahora vease lo que nos relata cuarto milenio:
Parte 1
Parte 2
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