Retrato de Edgar Allan Poe por W.S. Hartshorn 1848 |
En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: El cuervo (The raven).
Desde pequeño Edgar Allan Poe tenia grandes sueños como cualquiera de nosotros, pero su sueño no era ser un gran escritor (directamente con las novelas, cuentos y relatos), su gran sueño del escritor era editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus), el cual nunca se cumplió.
Edgar Allan Poe al igual que sus obrasmarcaron profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Clemente Palma, Julio Cortázar, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro Los raros.
Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo.
Según Kevin J. Hayes, editor de Guía de Cambridge para Edgar Allan Poe (The Cambridge Companion to Edgar Allan Poe) dice;
«la
diversidad artística de aquellos que cayeron bajo el hechizo de Poe
indica el alcance de su influencia. Los mejores artistas utilizaron las
imaginativas obras de Poe como base para sus teorías estéticas. [...] En
pocas palabras, los escritos de Poe han promovido la generación
artística y estética de una gran variedad de disciplinas creativas».
También la Enciclopedia Penguin del horror y lo sobrenatural (The Penguin Encyclopedia of Horror and the Supernatural) afirma sobre este autor:
«Revolucionó
el cuento de terror, dotándolo de originales perspectiva psicológica,
coherencia de tono y atmósfera; escribió algunos de los mejores y más
conocidos poemas líricos del mundo, y también algunas de las más
sensacionales novelas cortas del siglo XIX, e impresionó vivamente a
autores como De la Mare, Stevenson, Doyle, Lovecraft y Borges. Sin
embargo, a lo largo de los años la obra de Edgar Allan Poe ha recibido
críticas decididamente enfrentadas».
El 3 de octubre de 1849, Poe fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, «muy angustiado, y [...] necesitado de ayuda inmediata». Fue trasladado por su viejo amigo James E. Snodgrass al Washington College Hospital, donde murió el domingo, 7 de octubre, a las 5:00 de la madrugada. En ningún momento fue capaz de explicar cómo había llegado a dicha situación, ni por qué motivo llevaba ropas que no eran suyas. La leyenda, recogida por Julio Cortázar y otros autores, cuenta que en sus últimos momentos invocaba obsesivamente a un tal Reynolds (acaso el explorador polar que había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym), y que al expirar pronunció estas palabras: «¡Que Dios ayude a mi pobre alma!».
El escritor norteamericano murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas.
Placa colocada en el lugar de entierro original de Poe. |
Tanto los informes médicos, como el certificado de defunción se perdieron. Los periódicos de la época informaron de que la muerte de Poe se debió a "congestión" o "inflamación" cerebral, el eufemismo que solía utilizarse para los fallecimientos por motivos más o menos vergonzantes, como el alcoholismo.
Dentro de la obra epistolar de Poe, intensa durante toda su vida, es de lectura sobrecogedora la que se refiere a sus últimos meses de vida. En estas cartas se advierte cómo se alternaban en el escritor los accesos de lucidez y de brusco entusiasmo con otros de la más negra desesperación. En este tiempo Poe solía dar pruebas de su deseo de morir, y en alguna ocasión incluso pidió a su tía, Maria Clemm, el único ser vivo con el que le unía una tierna afectividad, que muriera a su lado.
"No
nos queda sino morir juntos. Ahora ya de nada sirve razonar conmigo; no
puedo más, tengo que morir. Desde que publiqué Eureka, no tengo deseos
de seguir con vida. No puedo terminar nada más. Por tu amor era dulce la
vida, pero hemos de morir juntos. [...] Desde que me encuentro aquí he
estado una vez en prisión por embriaguez, pero aquella vez no estaba
borracho. Fue por Virginia. "
A Maria Clemm, 7/7/1849
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