El hereje es una novela del escritor español Miguel Delibes publicada en 1998.
Se trata de una novela histórica, basada en hechos reales de la época de Carlos V, donde regía la Contrarreforma.
El libro trata de la vida de Cipriano Salcedo, que desde la fecha de su nacimiento-el mismo año en que Lutero publica sus tesis- todo empieza a ir a peor. El libro narra como era la vida de los protestantes-en España llamados herejes-, cuenta sus reuniones a escondidas, sus viajes al extranjero también a escondidas... los apuros por los que había que pasar en una España que se denominaba católica, con la Santa Inquisición al mando de la Iglesia, donde nadie podía proclamar su verdadera religión.
Esta obra maestra critica la intolerancia sufrida por aquellas personas
que fueron quemadas, llevadas a galeras o recluidas en una cárcel en
condiciones infrahumanas y en ayuno-los castigos dependen de la
influencia que tuviera la persona- y que su único delito fue no ser
católico, tener diferentes creencias.
También nos narra como aquellas personas
tenían que acudir a misa para guardar las apariencias, porque cualquier
persona podía delatarlos. Malvivían, en definitiva, siendo protestantes
en un país donde la tolerancia y la libertad de conciencia brillaban por
su ausencia y lo que más gustaba a la muchedumbre y a los pocos nobles
era ver morir calcinados por las llamas a personas que ellos llamaban
herejes y lo único que habían hecho era tener su propia idea de la
religión cristiana.
Bajo el personaje de Cipriano se cuentan todas estas historias, opiniones y críticas a aquella sociedad del siglo XV.
El hereje: Miguel Delibes
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El escribano del secreto: Joaquín Borrell
“Hallará quien lea esta historia gran deleite y enseñanza. Se cuentan en ella muchas penas y contentos vividos por don Esteban de Montserrat, escribano del secreto en el Oficio de la Santa Inquisición en el año del Señor de 1561…”
El autor, Joaquín Borrell, nació en Valencia en 1956. Es licenciado en Derecho, escritor, y Decano del Colegio de Notarios de Valencia. Apasionado de la Historia, cultiva la novela histórica y cuenta con varias obras en su haber, algunas publicadas en castellano y otras en valenciano; sin embargo, es difícil encontrar información sobre él. Recibió el Premio Serra d’Or de literatura juvenil por la novela El bes de la nivaira, en 1991, y el Premio Néstor Luján por Sibil-la, la plebea que va a regnar, en 2001.
Adentrándonos en la novela que nos ocupa, tenemos en el plano de fondo a la “Santa” Inquisición Española en el siglo XVI. Usando un estilo fresco, ameno y sencillo, haciendo gala de una finísima ironía, y destilando un humor elegante e inteligente, nos va descubriendo los motivos de su “nacimiento”, su razón de ser, sus normas, su método, los procesos y las fases de éstos, su alcance, su jerarquía, el convencimiento de sus máximos ejecutores de estar actuando conforme a las reglas y deseos de Dios, las diferentes actitudes de éstos ante la vida, la corrupción de sus esbirros, y el sentimiento, el miedo y el talante provocados por “ella” en el pueblo, el llano y el noble.
La Inquisición se instituyó en algunos países en el siglo XII tras la bula Ad abolendam, emitida por el papa Lucio III como instrumento para combatir la herética pravedad –la herejía de los cátaros principalmente-. La Inquisición Española, que no debe confundirse con la Inquisición en España, pues fue diferente de la del resto de países y dependiente de la monarquía y no del pontificado, se fundó tres siglos más tarde, a finales del siglo XV, por decisión de los Reyes Católicos, que solicitaron al papa Sixto IV la instauración de la Inquisición en Castilla y Aragón. Éste expidió una bula en 1478 por la que autorizaba a los reyes de España a designar y deponer inquisidores a perpetuidad. Duró tres siglos y medio, hasta que fue derogada en 1834.
Los historiadores no se han puesto de acuerdo respecto a los motivos que les llevaron a tomar esta decisión de importarla. Fundamentalmente se exponen tres: a) la intención de salvaguardar la unidad católica en sus territorios, b) la sugestión a la reina por parte de Torquemada, prior de los dominicos y confesor de ésta, de expulsar a la minoría de judíos conversos, y c) conseguir financiación (pues se confiscaban los bienes de los procesados). Lo cierto es que ya había un sentimiento antisemita y antimusulmán en el común de la población, y las revueltas por estos motivos estaban a la orden del día. Pero una vez instaurada, las delaciones servían, en muchas ocasiones, bien para quitar de en medio a vecinos molestos o competidores, bien para vengar viejas rencillas, pues los acusados debían, la mayoría de las veces, demostrar su inocencia de las formas más peregrinas que hoy en día quepa imaginar. Sin embargo, había que tener cuidado para no pasar de delator a delatado, según este libro, que nos deja claro que todo el mundo estaba expuesto a sufrir el peso de la Inquisición, nobles y villanos, acusados y acusadores (...)
Así mismo, estos tribunales –a decir del autor- “no podían causar daño físico ni castigo”, su competencia era únicamente sacar a relucir la verdad e inducir a confesar los pecados y arrepentirse de ellos. Por esto, los reos, tras el proceso inquisitorial -con sugerencia de pena de tormento o ajusticiamiento y “súplica de benignidad”- pasaban a manos de la justicia civil que finalmente llevaba a cabo la condena dictada por los inquisidores.
Pasando al primer plano, nos encontramos con una trama basada en un caso poco claro de conspiración hereje para matar a un inquisidor e imponer la fe luterana o hebrea –que no lo tienen muy claro los inquisidores y yo tampoco-, en el que se suceden delaciones, investigaciones, asaltos, asesinatos, huidas, persecuciones, detenciones, autos de fe y procesos. El autor nos sitúa de forma exquisita en la época, y nos muestra de forma llana y sin pretensiones el sentir y la manera de vivir de los hombres en la España del siglo XVI.
Narrado en primera persona, el protagonista, don Esteban de Montserrat, es el escribano del secreto en el tribunal del Oficio de la Inquisición de la ciudad de Valencia. Un personaje dotado con una gran personalidad y una experiencia vital variopinta que, sin embargo, él no reconoce y no por modestia sino por estar convencido de su inutilidad y la banalidad de su existencia. Estar falto de una pierna que perdió en una batalla cuando era soldado en el Tercio del Mar, dedicado a limpiar el Mediterráneo de piratas, le marca profundamente. Al no poder continuar por este motivo en el ejército, tuvo que dedicarse a esta profesión de escribano debido a que su rango familiar no le permitía realizar trabajos manuales, ni sus rentas sobrevivir, y poseía el título de Bachiller. Se declara conformista, pues a pesar de no comulgar con la Inquisición, trabaja por un sueldo que considera decente y cierra los ojos ante las injusticias que no puede –ni desea- modificar, mientras que internamente la critica duramente. Viudo treintañero impenitente, que persiste en el amor a su esposa, vive solo con su criada, Mencheta, y las molestas -y menos ocasionales de lo que él quisiera- visitas de Soleta, la hermana de ésta (...).
El autor, Joaquín Borrell, nació en Valencia en 1956. Es licenciado en Derecho, escritor, y Decano del Colegio de Notarios de Valencia. Apasionado de la Historia, cultiva la novela histórica y cuenta con varias obras en su haber, algunas publicadas en castellano y otras en valenciano; sin embargo, es difícil encontrar información sobre él. Recibió el Premio Serra d’Or de literatura juvenil por la novela El bes de la nivaira, en 1991, y el Premio Néstor Luján por Sibil-la, la plebea que va a regnar, en 2001.
Adentrándonos en la novela que nos ocupa, tenemos en el plano de fondo a la “Santa” Inquisición Española en el siglo XVI. Usando un estilo fresco, ameno y sencillo, haciendo gala de una finísima ironía, y destilando un humor elegante e inteligente, nos va descubriendo los motivos de su “nacimiento”, su razón de ser, sus normas, su método, los procesos y las fases de éstos, su alcance, su jerarquía, el convencimiento de sus máximos ejecutores de estar actuando conforme a las reglas y deseos de Dios, las diferentes actitudes de éstos ante la vida, la corrupción de sus esbirros, y el sentimiento, el miedo y el talante provocados por “ella” en el pueblo, el llano y el noble.
La Inquisición se instituyó en algunos países en el siglo XII tras la bula Ad abolendam, emitida por el papa Lucio III como instrumento para combatir la herética pravedad –la herejía de los cátaros principalmente-. La Inquisición Española, que no debe confundirse con la Inquisición en España, pues fue diferente de la del resto de países y dependiente de la monarquía y no del pontificado, se fundó tres siglos más tarde, a finales del siglo XV, por decisión de los Reyes Católicos, que solicitaron al papa Sixto IV la instauración de la Inquisición en Castilla y Aragón. Éste expidió una bula en 1478 por la que autorizaba a los reyes de España a designar y deponer inquisidores a perpetuidad. Duró tres siglos y medio, hasta que fue derogada en 1834.
Los historiadores no se han puesto de acuerdo respecto a los motivos que les llevaron a tomar esta decisión de importarla. Fundamentalmente se exponen tres: a) la intención de salvaguardar la unidad católica en sus territorios, b) la sugestión a la reina por parte de Torquemada, prior de los dominicos y confesor de ésta, de expulsar a la minoría de judíos conversos, y c) conseguir financiación (pues se confiscaban los bienes de los procesados). Lo cierto es que ya había un sentimiento antisemita y antimusulmán en el común de la población, y las revueltas por estos motivos estaban a la orden del día. Pero una vez instaurada, las delaciones servían, en muchas ocasiones, bien para quitar de en medio a vecinos molestos o competidores, bien para vengar viejas rencillas, pues los acusados debían, la mayoría de las veces, demostrar su inocencia de las formas más peregrinas que hoy en día quepa imaginar. Sin embargo, había que tener cuidado para no pasar de delator a delatado, según este libro, que nos deja claro que todo el mundo estaba expuesto a sufrir el peso de la Inquisición, nobles y villanos, acusados y acusadores (...)
Así mismo, estos tribunales –a decir del autor- “no podían causar daño físico ni castigo”, su competencia era únicamente sacar a relucir la verdad e inducir a confesar los pecados y arrepentirse de ellos. Por esto, los reos, tras el proceso inquisitorial -con sugerencia de pena de tormento o ajusticiamiento y “súplica de benignidad”- pasaban a manos de la justicia civil que finalmente llevaba a cabo la condena dictada por los inquisidores.
Pasando al primer plano, nos encontramos con una trama basada en un caso poco claro de conspiración hereje para matar a un inquisidor e imponer la fe luterana o hebrea –que no lo tienen muy claro los inquisidores y yo tampoco-, en el que se suceden delaciones, investigaciones, asaltos, asesinatos, huidas, persecuciones, detenciones, autos de fe y procesos. El autor nos sitúa de forma exquisita en la época, y nos muestra de forma llana y sin pretensiones el sentir y la manera de vivir de los hombres en la España del siglo XVI.
Narrado en primera persona, el protagonista, don Esteban de Montserrat, es el escribano del secreto en el tribunal del Oficio de la Inquisición de la ciudad de Valencia. Un personaje dotado con una gran personalidad y una experiencia vital variopinta que, sin embargo, él no reconoce y no por modestia sino por estar convencido de su inutilidad y la banalidad de su existencia. Estar falto de una pierna que perdió en una batalla cuando era soldado en el Tercio del Mar, dedicado a limpiar el Mediterráneo de piratas, le marca profundamente. Al no poder continuar por este motivo en el ejército, tuvo que dedicarse a esta profesión de escribano debido a que su rango familiar no le permitía realizar trabajos manuales, ni sus rentas sobrevivir, y poseía el título de Bachiller. Se declara conformista, pues a pesar de no comulgar con la Inquisición, trabaja por un sueldo que considera decente y cierra los ojos ante las injusticias que no puede –ni desea- modificar, mientras que internamente la critica duramente. Viudo treintañero impenitente, que persiste en el amor a su esposa, vive solo con su criada, Mencheta, y las molestas -y menos ocasionales de lo que él quisiera- visitas de Soleta, la hermana de ésta (...).
El Queso y los gusanos: Carlo Ginzburg
El queso y los gusanos: el cosmos de un molinero del siglo XVI (Il formaggio e i vermi. Il cosmo di un mugnaio del '500) es una obra historiográfica del historiador y escritor italiano Carlo Ginzburg, publicado en 1976. Es una de las obras más importantes del movimiento historiográfico conocido como microhistoria y, más en general, de la llamada nueva historia, la más difundida, habiendo sido traducida a una veintena de lenguas. En ella Ginzburg reconstruye la vida de Domenico Scandella, llamado Menocchio, un molinero del Friuli, de cuya vida se tienen noticias gracias a las actas del proceso inquisitorial
al que se tuvo que enfrentar por su poco convencional concepción del
mundo, que era interpretada por sus acusadores desde el prisma
reduccionista de las opiniones religiosas.
El queso y los gusanos es un libro paradigmático de la corriente conocida como microhistoria por el hecho de reconstruir la biografía de un personaje de las clases populares, que en condiciones normales hubiera estado condenado al anonimato, a no dejar ninguna traza en la historia. Gracias al hecho de que Menocchio se formase unas ideas sobre la religión y el origen del mundo originales, y de que fuese juzgado por ello por la Inquisición, quedando de esta manera documentos escritos, le fue posible a Ginzburg reconstruir su vida, sus opiniones y el mundo en que vivió.
Además el trabajo del queso y los gusanos, es una forma de dar a conocer la historia regional de tal manera que fue un impacto mundial llevándola o convirtiéndose en un historia completamente mundial.
Además de relatar la peripecia de Menocchio, Ginzburg desarrolla en El queso y los gusanos, una hipótesis sobre la cultura popular en la Edad Media a partir del caso del molinero italiano. A partir del pensamiento de Menocchio, quien negaba que Dios hubiese creado el mundo y creía que este se había generado a partir de un caos primigenio, del que habrían surgido Dios y los ángeles, como los gusanos del queso -según la creencia de la generación espontánea-, cree posible Ginzburg rastrear un pensamiento popular vigente durante toda la Edad Media caracterizado por el materialismo, refractario al dogma oficial de la Iglesia Católica, que hundiría sus raíces en la época precristiana. En opinión de Ginzburg, las ideas de Menocchio, quien además negaba la divinidad de Cristo, la validez de los sacramentos y afirmaba la equivalencia de las distintas religiones, surgirían del contacto de esa mentalidad campesina con la lectura de los pocos libros a que Menocchio tuvo acceso en su vida. El historiador italiano analiza, a partir del contraste entre los textos que Menocchio confesó haber leído y las opiniones que de ellos había extraído, cómo el molinero interpretó de manera errónea muchos pasajes, o sacó de ellos conclusiones más atrevidas que las que el texto permitía, en lo que ve una prueba de que las ideas provenientes de esa mentalidad popular estaban mediatizando su lectura.
Según Ginzburg, las ideas de Mennochio no pueden explicarse únicamente a partir de posibles influencias como las del luteranismo, el anabaptismo o el islamismo (se cree que Menocchio pudo haber leído una traducción italiana del Corán), sino que deben insertarse en el contexto de una cultura popular que si bien entra en relación con la cultura de las clases dominantes no es un mero reflejo de esta.
El Queso y los gusanos: Carlo Ginzburg
A continuación una versión Online para ver o descargar en PDF:
https://www.box.com/s/nmbp2n1zng7gcee5i8xv
El queso y los gusanos es un libro paradigmático de la corriente conocida como microhistoria por el hecho de reconstruir la biografía de un personaje de las clases populares, que en condiciones normales hubiera estado condenado al anonimato, a no dejar ninguna traza en la historia. Gracias al hecho de que Menocchio se formase unas ideas sobre la religión y el origen del mundo originales, y de que fuese juzgado por ello por la Inquisición, quedando de esta manera documentos escritos, le fue posible a Ginzburg reconstruir su vida, sus opiniones y el mundo en que vivió.
Además el trabajo del queso y los gusanos, es una forma de dar a conocer la historia regional de tal manera que fue un impacto mundial llevándola o convirtiéndose en un historia completamente mundial.
Además de relatar la peripecia de Menocchio, Ginzburg desarrolla en El queso y los gusanos, una hipótesis sobre la cultura popular en la Edad Media a partir del caso del molinero italiano. A partir del pensamiento de Menocchio, quien negaba que Dios hubiese creado el mundo y creía que este se había generado a partir de un caos primigenio, del que habrían surgido Dios y los ángeles, como los gusanos del queso -según la creencia de la generación espontánea-, cree posible Ginzburg rastrear un pensamiento popular vigente durante toda la Edad Media caracterizado por el materialismo, refractario al dogma oficial de la Iglesia Católica, que hundiría sus raíces en la época precristiana. En opinión de Ginzburg, las ideas de Menocchio, quien además negaba la divinidad de Cristo, la validez de los sacramentos y afirmaba la equivalencia de las distintas religiones, surgirían del contacto de esa mentalidad campesina con la lectura de los pocos libros a que Menocchio tuvo acceso en su vida. El historiador italiano analiza, a partir del contraste entre los textos que Menocchio confesó haber leído y las opiniones que de ellos había extraído, cómo el molinero interpretó de manera errónea muchos pasajes, o sacó de ellos conclusiones más atrevidas que las que el texto permitía, en lo que ve una prueba de que las ideas provenientes de esa mentalidad popular estaban mediatizando su lectura.
Según Ginzburg, las ideas de Mennochio no pueden explicarse únicamente a partir de posibles influencias como las del luteranismo, el anabaptismo o el islamismo (se cree que Menocchio pudo haber leído una traducción italiana del Corán), sino que deben insertarse en el contexto de una cultura popular que si bien entra en relación con la cultura de las clases dominantes no es un mero reflejo de esta.
El Queso y los gusanos: Carlo Ginzburg
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