¡Escuchad! ¡Desde las almenas de las lejanas torres
La solemne campana ha golpeado en la medianoche!
Arrebatado de las visiones de su inquieto sueño,
El pobre Broderick despierta, y se lamenta en soledad.
Cesad, Memoria, cesad (sin amigos y apenada llora)
De castigar este pecho abrumado con severas pruebas.
Oh, nunca cesa mi alma pensativa al extraviarse
En los brillantes campos de la Fortuna, en los días mejores,
Cuándo la esperanza era joven, y la música de la mente
Alababa todos sus encantos, y Errington era agradable.
Sin embargo puedo cesar, mientras temblorosa me agito,
De suspirar y murmurar tu nombre melancólico.
Oigo tu espíritu en cada gemido de la tormenta.
En las sombras nocturnas veo pasar tu figura,
Pálida como los condenados en su triste locura.
Veo en lo profundo de tu corazón perjuro, el sangriento acero.
¡Demonios de la Venganza! Bajo vuestro mando
Empuñé la espada con algo más que delicadas manos,
Decid: ¿es la vacilante voz de la piedad,
O es aquel húmedo horror el propósito del alma?
¡No! Mi corazón salvaje se sentó triste sobre la llanura,
Hasta que el Odio complete lo que el Amor comenzó.
Si, dejad que el seno frío que nunca supo
De la ternura súbita y generosa de la naturaleza,
Mezclando la piedad con la hiel de la burla,
Condene este corazón que sangró con amor abandonado.
¡Y vosotros, orgullosos, cuyas almas no agitan la alegría,
Salvad con brillante encanto el homenaje del enamorado!
Plácidos ídolos de un sendero sangrante,
Vuestros cálidos sentimientos pueden ser huéspedes del dolor,
Cuando el inocente, fiel corazón, inspire la prueba
De la amistad refinada, la tranquila delicia del amor;
Y sientan que sus tiernas cadenas os desgarran con angustia,
Quebrando el perjurio del orgullo en inhumano desprecio.
Decid, entonces ¿el piadoso Cielo condena tus lágrimas,
Cuando la Venganza te ordena, enamorado, sangrar?
Largo tiempo he visto surgir tu oscura aprensión,
Con el pecho desgarrado y tus votos despreciados,
Triste, lloré con mi amigo, el amante cambiado,
Tu mirada era fría, altiva y extraviada,
Hasta que el refugio de tu amor me fue arrebatado,
Entonces erré sin esperanzas, sin amigos, en soledad.
¡Oh, Cielo de los Justos! ¡Fue entonces cuando mi alma torturada
Cedió su control y dio lugar a la ira más descontrolada!
¡Adiós a la silenciosa mirada, a los ojos extraviados,
A las planicies murmurantes, a lo profundo de tu corazón perjuro!
El largo sueño despierta los actos de la Venganza;
Él grita, él cae, su desgarrado corazón sangra.
Ahora, la última sonrisa de la agonía se ha borrado,
Pálido y ensangrentado duerme, y no despertará jamás.
¡Está Hecho! ¡La llama del odio ya no arderá:
La vida regresa, pero es demasiado tarde para comenzar!
¿Por qué mi alma siente el vago vuelo de la aflicción?
¡Tembloroso y débil, suelto el culpable acero!
Frío sobre mi corazón yace la mano del terror,
Y sombras de horror se agitan ante mis lánguidos ojos.
¡Oh, fue el asesinato la más amarga de las espigas!
¿Retornará la justa ira del frío espíritu de Broderick?
Siempre un fiel amigo, un amante tierno que ha caído.
¿Dónde brilló el Amor no podría habitar la Piedad?
¡Juventud desdichada! Mientras su palidez asciende
Para observar el profundo y silencioso reposo del crepúsculo,
Tu espectro insomne, respirando desde la tumba,
Predice mi suerte y me convoca a la oscuridad.
Una vez más veo tu lúgubre espíritu de pie,
Tus ojos oscuros y tus manos lívidas que me llaman.
Pronto, este efímero eco de la llama vital
Olvidará su lánguida melancolía.
Pronto, estos ojos húmedos cerrarán sus ventanas.
¡Bienvenido el largo reposo de las noches sin sueños!
Pronto, este desgastado lamento callará;
Porque en el calmo letargo del ocaso
Hasta el Dolor se olvida de llorar.
Thomas Campbell (1777-1844)
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