Lágrimas, no fluyan más,
Y si vuestro anhelo es fluir,
Hacédlo con suavidad.
No invadan el mundo
Desde las pequeñas primaveras
Que vuestro flujo supo cultivar,
Antes de reposar llegando al mar,
En aquel lecho salobre,
Cuya esencia es similar
Al de estas lágrimas que corren.
Revolved mi corazón,
Sobre el ardiente fuego
De mis pálidos deseos;
O dejad que vuestros torrentes caigan
Sobre aquel diminuto juego
De chispas que en el aire se elevan,
Para diluirse luego en el calor de las llamas.
Así como se sacrifican sobre el fuego,
Mi amor se sacrifica en lágrimas.
Sin embargo, si la tempestad
De mis suspiros os conmueve,
Tu también deberéis fluir.
Mientras mi deseo aun quema.
Ningún alivio le traeréis a mi pena
Con vuestras vanas ansias de ayuda.
¿Porqué la ira permanece impávida
Ignorando estas pobres lágrimas,
Avivando mis moribundas llamas?
Edward Herbert of Cherbury (1583-1648).
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