No me aflige que mi cuota de mundo
Tenga poco de terrenal en ella;
Ni que años de amor, en un minuto
De rencor, se esfumen sin dejar huella.
No lamento que los desvalidos
Sean, querida, más dichosos que yo,
Pero sí que sufras por mi destino,
Siendo un pasajero como soy.
No es que mis fuentes de dicha
Sean extrañas, llorosas-
O que la emoción de un simple beso
Haya paralizado tantos años.
Tampoco que las flores de veinte primaveras
Que se marchitaban al nacer
Yazgan inertes en las cuerdas de mi corazón
Con el peso de una era glacial.
Ni que la hierba ansiosa
Haya crecido sobre mi tumba,
Sino que, mientras esté muerto en vida,
Nunca estaré, mi adorada, en soledad.
Edgar Allan Poe (1809-1849)
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