Cuando por tu despecho, ¡oh inmoladora!, esté muerto,
y libre te creas ya de todos mis asedios,
vendrá entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, vestal farsante, en ajenos brazos te hallará.
Dudará entonces tu enfermiza llama,
y aquel, tu entonces Dueño, fatigado ya,
si te mueves, o intentas alzarlo con pellizcos,
pensará que clamas por más,
y en simulado sopor te rehuirá,
y entonces, álamo tembloroso, menospreciada, abandonada,
te bañarás en gélido sudor de azogue,
espectro más real que el mío propio.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte. Desvanecido ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.
John Donne (1572-1631)
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