He marcado este día en lo profundo de mi corazón
como la más dulce de las jornadas;
-Separado del resto de mis tristes horas,
Aunque no diré la razón, por ahora,
pues ese es mi Secreto- No debo decirlo;
sin embargo, los cielos son suaves y tiernos,
y nunca antes, lo sé muy bien,
la Tierra se llenó de tanto esplendor.
Canto en mi labor a lo largo del día,
mi corazón es ligero como una pluma,
y hay una razón para mi alegre canción,
más allá de la belleza de la estación.
Pero no os lo diré, aunque sensible sea
la corteza del arce, gritaría en voz alta si pudiese;
Pero lo sé, él no tiene el don de la palabra.
Donde mis dedos de niña cosían, llegó Uno
que me arrulló con las más bellas historias,
Él dijo que mis cabellos le fueron arrebatados al sol,
y mis ojos a la mañana gloriosa.
Abuela dice que no debo creer
las amargas palabras del hombre, pues son odiosas;
Pero estoy segura de que sus labios no engañan,
y nada fuera de su cálida melodía realmente importa.
Anoche estaba triste, y el mundo me parecía
una vivienda solitaria y sombría;
pero entonces nadie me había pedido que sea
la pálida musa de sus días.
¡Él existe ahora! Más debo callar,
sellar mis labios ante la pasión impía,
silenciarlos aunque la pena me consuma.
Y ningún mortal sabrá entonces,
porqué mi corazón es ligero como una pluma.
Ella Wheeler Wilcox (1850–1919).
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