¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero!
Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero
De la eternidad presagiara el nuevo día.
¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía
Siempre sería mejor que estar despierto
Para quien tuvo, desde su nacimiento
En la frágil tierra, el corazón
Prisionero del caos de la pasión.
Mas si ese sueño persistiera eternamente,
Como mis viejos sueños infantiles
Solían persistir, si aquello ocurriese,
Sería absurdo esperar un milagro.
Pues he soñado que el sol resplandecía
En la bóveda estival, lleno de luz tardía,
Y que mi corazón vagaba
Por climas remotos y creados,
Junto a seres imaginarios, sólo pensados
Por mí, ¿qué más podría haber visto?.
Pero una vez, una única vez, y ya no lo olvidaré,
Aquel extraordinario momento, un poder o no sé qué,
Me hechizó, o quizás fue que el viento helado
Sopló de noche y al huir dejó marcado
Su rastro en mi espíritu, o quizás fue la Luna
Que brilló en mis sueños con particular fortuna,
O bien las estrellas, en cualquier caso,
El sueño fue como ese viento: dejémosle pasar.
Yo he sido feliz, aunque fuera en sueños.
Fui feliz, y los adoro: ¡Sueños!
Tanto por su colorido intenso
Que los oponen a lo real, y porque al ojo delirante
Ofrecen los tesoros más bellos y abundantes
Del paraíso y el amor, ¡y todos nuestros!
Tal como la esperanza pertenece a la juventud.
Edgar Allan Poe (1809-1849)
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