Y en las horas más ruidosas de la razón,
Todavía existe un incesante susurro: Te amo;
Único consuelo y soliloquio del corazón.
Tu moldeas mi esperanza, vestida en mi interior;
Liderando todas mis palpitaciones, fluyendo en mi dolor.
Tu yaces en mis muchos pensamientos, como la luz,
Como la dulce luz del crepúsculo,
O la visión anticipada del verano rompiendo en el arroyo,
Nubes reflejadas en un lago.
Y mirando hacia el cielo que se arquea sobre ti,
Muy a menudo, bendigo al dios que me ha hecho amarte así.
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)
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