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La balada del marinero de antaño: Samuel Taylor

La balada del marinero de antaño (The Rime of the Ancient Mariner) es un poema escrito por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge en 1799 que en su traducción al español ha recibido diversos títulos (La balada del marinero de antaño, Balada del viejo marinero, La oda del viejo marinero)

Relata la fantástica aventura de un marino durante un largo viaje en el mar. Este se inicia con el marinero abordando a un hombre que va a un matrimonio, pidiéndole que escuche su historia.

La historia se inicia con una partida venturosa, pero luego seguida de fuertes tormentas. El barco es llevado hacia el sur, llegando cerca de las costas de la Antártida. Es ahí cuando la tripulación ve a un albatros, augurio de buena suerte. Sin embargo y sin razón alguna, el marinero dispara al ave con su ballesta. La tripulación se inquieta, culpando al marino de un futuro desastre. Sin embargo, luego que el tiempo mejora y desaparece la niebla, la tripulación cambia de parecer, felicitando al marino por su acción.

Navegando a la deriva y sufriendo la escasez de agua, la tripulación vuelve su ira contra el marino, castigándole a colgar en su cuello al ave, como señal de culpabilidad. Con el transcurrir del tiempo, el barco tiene un encuentro fantasmal con la muerte y la muerte-en-vida. Estos juegan con los dados la vida de la tripulación, siendo la muerte-en-vida quien gana el alma del marinero.

El castigo de ver a la tripulación perecer, hace que el marino cambien de actitud y bendice a las criaturas del mar que encuentra. Es allí donde el ave que colgaba de su cuello cae, librándolo de la maldición. Después el marino es rescatado, para luego ser perdonado por un eremita, poniéndole como penitencia el relatar su historia.



La balada del marinero de antaño: Samuel Taylor 
En este elace se puede ver o descargar:
http://www.box.com/s/tlezb4prtyokcdky5gfj

Melancolía.

Melancholy; Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Un sufrimiento sin crisis, vacío, oscuro y lóbrego;
Un dolor ahogado, soñoliento, desapasionado,
Que no encuentra desahogo ni alivio en palabras, suspiros o lágrimas...
¡Oh, Señora! Con este humor desanimado y descolorido,
Y a otros pensamientos incitado por aquel lejano zorzal,
Durante todo este largo crepúsculo, tan sereno y perfumado,
He contemplado el cielo del oeste,
Y su matiz peculiar de verde amarillento.
Aun lo contemplo,
¡Y con qué mirada inexpresiva!
Y aquellas finas nubes, lisas y escamadas,
Que a las estrellas comunican su paseo,
Esas mismas estrellas que se deslizan entre las nubes,
Y detrás de ellas, o bien brillantes o apagadas,
Pero siempre visibles;
Y esa luna creciente, tan fija como en su propio lago celeste,
Sin nubes, sin estrellas;
A todas las veo,
Tan majestuosamente hermosas,
¡Veo qué hermosas son, más no lo siento!

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

La presencia del amor

The presence of love: Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Y en las horas más ruidosas de la razón,
Todavía existe un incesante susurro: Te amo;
Único consuelo y soliloquio del corazón.

Tu moldeas mi esperanza, vestida en mi interior;
Liderando todas mis palpitaciones, fluyendo en mi dolor.
Tu yaces en mis muchos pensamientos, como la luz,
Como la dulce luz del crepúsculo,
O la visión anticipada del verano rompiendo en el arroyo,
Nubes reflejadas en un lago.
Y mirando hacia el cielo que se arquea sobre ti,
Muy a menudo, bendigo al dios que me ha hecho amarte así.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Kubla Khan.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

En Xanadú, Kubla Khan ordenó levantar un majestuoso palacio; allí donde Alf, el río sagrado, corre a través de mil cavernas, desembocando en un mar abandonado por el sol. Dos veces cinco millas de tierra fértil, por murallas y torres eran circundada; y allí veíanse jardines surcados por brillantes arroyos, en los que florecían filas de árboles perfumados, y bosques tan apretados como montañas, encerrando en su seno verdes pasajes sonrientes.

¡Aquella profunda y romántica quebrada que se adentra en la verde colina, a la sombra de los cedros! ¡Paisaje agreste! ¡Encantado y beatificado como si en otra época, bajo la luna moribunda, alguna dama hubiese venido a llorar por su demonio amante! Y de esta quebrada, creciendo en incesante gemido, como si la tierra respirase hondo, brotase por momentos una fuente tumultuosa; cuyas lenguas inciertas escupen fragmentos como granizo o granos que saltan bajo el saco de trigo, y en medio de estas danzantes rocas, junto a ellas, saltaba hacia los aires el río sagrado. Durante cinco millas, por un laberinto trazado, entre bosques y valles corría el río sagrado, antes de entrar en las cavernas al hombre inmensurable y de hundirse tumultuosa en un océano muerto. En medio de este tumulto, Kubla oyó en la distancia las voces ancestrales que predecían la guerra.

La sombra del palacio de los deleites flotaba sobre las olas, y desde él se oían las melodías de la fuente y las cavernas. ¡Milagro de sutil ingenio este resplandeciente palacio con sus cavernas de hielo!

Ví en sueños una doncella, tañendo su instrumento: una doncella abisinia, tañendo su instrumento y cantando dulcemente en el monte Abora. ¡Ah! Si yo pudiese resucitar de mi memoria su música y su canción, en tan grave éxtasis me sumirían, que podría construir con música en el aire aquel palacio. ¡Aquel palacio resplandeciente, aquellas cavernas de hielo! Y cuantos me oyeran verían ante sus propios ojos, y todos gritarían: ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad los ojos fulgurantes, mirad su flotante cabellera! Trazad un triple círculo en torno a él y cerrad los ojos en sagrada reverencia, pues él se ha nutrido de dulce rocío y bebido la leche del Paraíso.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Fantasma.

Phantom; Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)


Todos los rasgos y semejanzas tomadas de la tierra,
Todos los accidentes de la casta y el nacimiento han pasado;
No había rastros del azar en su rostro iluminado,
Alzado de la áspera piedra su espíritu era sólo suyo;
Ella, ella misma y solamente ella
Podía brillar a través de su cuerpo.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

El Argumento del Suicidio.

The Suicide's Argument; Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Sobre el comienzo de mi vida,
Si lo deseaba o no, nadie jamás me preguntó,
No podía ser de otra manera.
Si la vida era la cuestión,
Una cosa enviada a intentar
La afirmación del vivir,
¿Algo que no puede ser?
Un intento de morir.

La Respuesta de la Naturaleza:

¿Se retorna igual que al ser enviado?
¿No es peor el cansancio, el desengaño?
¡Piensa primero en lo que eres!
¡Convoca a tu antigua conciencia!
Te he dado inocencia,
Te he dado esperanza,
Y salud, y genio, y una amplia mañana,
¿Retornarás culpable, aletargado,
Abatido por la desesperanza?
Escribe por lo que debes vivir,
Haz un inventario, compara.
¡Entonces muere, si te atreves!

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Los Dolores del Sueño.

The pains of sleep; Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Allí en mi lecho descansa mi cuerpo,
Sitio que nunca fue para la plegaria
De labios temblorosos o rodillas inclinadas;
Silenciosamente, en suaves impulsos,
Mi espíritu arrebatado compuso,
Con humilde fe en mis ojos cerrados,
Con reverencial resignación,
Ningún deseo concebido,
Ningún pensamiento expresado,
Sólo un sentido de súplica;
Un sentido sobre toda mi alma
Anticipaba mi debilidad, mi blasfemia;
En mi, sobre mí, a mi alrededor, en todas partes
Yace la fuerza eterna de la sabiduría.

Pero anoche recé en voz alta,
Lleno de angustia y agonía,
Surgiendo de la multitud sombría
De formas y pensamientos que me torturan:
Una luz espantosa, los pasos de una hueste,
Sentidos de un mal intolerable,
¡Ellos son a quienes desprecio! ¡Sólo a los Fuertes!
¡La sed de venganza, la ilusión de poder,
Se desconcierta, y sin embargo sigue quemando!
El Deseo y el Horror se aman misteriosamente
En los salvajes y odiosos objetos fijos.
¡Pasiones fantásticas! ¡Demenciales batallas!
¡Y la vergüenza y el terror sobre todos!
Los hechos se ocultan donde no hay escondites,
Donde toda la confusión veló mis interrogantes,
Si he sufrido, o cuáles fueron mis pecados:
Para todos parecía culpabilidad, o remordimiento,
Pero yo y los demás seguiremos siendo
El miedo que asfixia la vida,
El alma sofocada de vergüenza.

Dos noches han pasado: la noche de la consternación
Anticipó un día triste y aturdido.
El sueño, la gran bendición, me pareció
La peor de las calamidades.
La tercera noche, cuando mi propio grito
Me arrebató de un sueño diabólico,
Superando un sufrimiento extraño y salvaje
Lloré como cuando era un niño;
Y habiendo sido sometido por las lágrimas
Mi angustia lentamente se suavizó,
Tales castigos, pensé, se deben
A las profundas manchas del pecado,
Por la intemperancia nueva
Dentro del insondable infierno,
¡Habremos de ver el horror de sus mansiones,
Conocerlas y aborrecerlas, y aún desearlas!
Tales tristezas de algunos hombres se aferran
¿Pero cuáles, cuáles caerán sobre mí?
Ser amado es todo lo que necesito,
Y cuando pronuncie Te Amo, será definitivo.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)