Las Hadas.

The fairies, William Allingham (1824-1889)

Arriba en la aireada montaña,
Abajo en la sombría cañada,
Nos desafiamos a la caza
Por temor a la pequeña gente,
Diminuta gente, buena gente,
Marchando unidos, diligentes,
¡Chaquetas verdes, gorros rojos
Y blancas plumas relucientes!

Abajo en la orilla rocosa
Algunos hacen su hogar,
Viven en crujientes chozas,
Junto al arroyo o el mar;
Otros en las tenebrosas cañas
Del lago negro en la montaña,
Con sapos como guardianes,
Perros de una vigilia interminable.

Arriba en la sierra
El viejo rey se sienta;
Es tan viejo y maliciento
Que casi a perdido el ingenio.
Con un puente de niebla rosa
Sobre el Columbkill siempre cruza,
En su majestuosa jornada
Por Slieveleague y Rosses;
O persiguiendo la música
De las frías noches estrelladas,
Buscando incesante a su Reina
Bajo la alegre aurora boreal.

La pequeña Bridget allí se ha perdido
Por siete largos años,
Cuando ella volvió del rebaño
Todos sus amigos se habían ido.
Ellos tomaron su ligera espalda
Entre el crepúsculo y la mañana,
Pensaron que dormía con rubor,
Pero yacía muerta de dolor.
Ellos la tienen desde entonces
En las profundidades del lago,
Sobre un lecho de olas veloces,
Velando hasta que descanse.

Junto a la ladera del monte altivo,
A través del musgo desnudo,
Han plantado árboles y espinos,
Y allí danzan esos pies duros.
Si algún hombre atrevido
Se acerca con orgullo y sigilo,
Habrá de caer entre los espinos,
Y encontrará un oscuro destino.

Arriba en la aireada montaña,
Abajo en la sombría cañada,
Nos desafiamos a la caza
Por temor a la pequeña gente,
Diminuta gente, buena gente,
Marchando unidos, diligentes,
¡Chaquetas verdes, gorros rojos
Y blancas plumas relucientes!

William Allingham (1824-1889)

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