Madre de las Reflexiones, Sabia de la Contemplación,
Cuya gruta está en la roca más alta de Tenerife,
En medio de la noche tempestuosa,
Donde en una calma meditación sostenida
Oyes con el ulular del viento azotando la lluvia
Mientras su alabanza decae,
Como si los cielos despejados brillasen,
Y es sobre aquel azul sereno donde la pálida Cintia
Hace rodar su carro de plata;
Miras fijamente sobre la bóveda adornada,
Mientras los murmullos indistintos de olas lejanas
Suavizan tu oído pensativo con sonidos roncos y ásperos;
Segura, bendita, escuchas el alboroto salvaje de las flotas,
¡Solitaria, distante del hombre conversas con las esferas!
Guíame, Reina sublime, a las penumbras solemnes
Tan cercanas a mi alegría; llévame a las sombras tristes
De los sitiales desgarrados, hacia los fragmentos del crepúsculo,
Donde la pensativa Melancolía adora reflexionar
Sobre sus sitios favoritos cubiertos de oscuridad.
Thomas Warton (1727-1790)
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