Luzbel creyó que el orbe de la tierra
su personal esmero requería;
sube y observa la demencia impía
que arma a los hombres en nefanda guerra.
Sangre a ríos inunda valle y sierra;
roba el cañón la claridad del día;
muere en los brazos de la madre pía
la prenda cara que su dicha encierra.
Y en tan atroz desorden y locura,
al homicida, al robador exalta
gloria falaz, con alabanza impura.
Luzbel de un brinco al horno averno salta;
"nuestra victoria (dice) está segura;
arriba, por ahora, no hago falta".
José Joaquín de Mora (1783-1864)
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