Entiende, Celia, ya que en tí encarna el orgullo,
Fui yo el hacedor de tu renombre;
Pues vivías desconocida hasta entonces
En la olvidada corona de las bellezas comunes,
Aún no había exhalado en versos tu nombre,
Y las alas de la fama ya acariciaban tus velos.
Matar no es una de tus inclinaciones,
Urdí tu voz y esculpí tus ojos;
Tus ternuras y tus gracias son mías;
Tu eres mi estrella
Brillando en mi propio cielo;
Y ningún dardo de tu vana esfera
Caerá sobre los que a ti se sometan.
Tentarme con incertidumbres ya no podrás,
Lo que yo he creado lo puedo deshacer;
Que los tontos adoren tus místicas formas,
Yo conozco tu forma mortal;
Los sabios poetas que tejen la verdad en cuentos
También te conocieron, envuelta en los mismos velos.
Thomas Carew (1594-1640)
0 comentarios:
Publicar un comentario