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La plegaria de un pagano de Charles Baudelaire


La plegaria de un pagano (La Prière d'un païen) es un poema maldito del escritor francés Charles Baudelaire, publicado en la colección de poemas de 1857: Las flores del mal (Les fleurs du mal).








La Prière d'un païen, Charles Baudelaire (1821-1867)

No dejes morir tus llamas;
Cocina mi sordo corazón,
¡Voluptuosidad, cruel tormento!
¡Diva supplicem exaudî!

Diosa en el aire esparcida,
Llama de nuestro subterráneo,
Escucha esta alma consumida
Que alza hacia ti su rígido canto,

¡Voluptuosidad, sé mi reina!
Viste una máscara de sirena
Hecha de carne y de brocado,

O vuélcame tus hondos sueños
En el licor informe y místico,
¡Voluptuosidad, fantasma elástico!

Charles Baudelaire (1821-1867)

¿Es amor? de Amy Levy



¿Es amor? (¿Is it love?) es un poema de amor de la escritora inglesa Amy Levy, publicado en la antología poética de 1889: Un plátano londinense y otros versos (A London Plane-Tree and Other Verses).







¿Is it love? Amy Levy (1861-1889)

¿Es Amor o es Fama
Esta cosa por la cuál suspiro?
Quizás no tenga sentido
Encontrarle un nombre terrenal.

No sé qué puede aliviar mi pasado,
Ni cómo llamar a eso que deseo;
La pasión de mis sentimientos
Ruge como un tigre encadenado.

Amy Levy (1861-1889)

Serpentina

Delmira Agustini (1886-1914)

En mis sueños de amor ¡yo soy serpiente!
gliso y ondulo como una corriente;
dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
son mis ojos; la punta del encanto
es mi lengua...¡y atraigo como el llanto!
soy un pomo de abismo.

Mi cuerpo es una cinta de delicia,
glisa y ondula como una caricia...

Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente!
mi lengua es una venenosa fuente;
mi testa es la luzbélica diadema,
haz de la muerte en un fatal soslayo
con mis pupilas; y mi cuerpo en gema
¡es la vaina del rayo!

Si así sueño mi carne, así es mi mente:
un cuerpo largo, largo, de serpiente,
vibrando eterna, ¡voluptuosamente!

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en la acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro,
es tu brazo magnífico y oscuro,
torre embrujada de mi soledad.

Delmira Agustini (1886-1914)

Noches Grises.

Grey Nights; Ernest Christopher Dowson (1867-1900)

Vagamos por un tiempo (este fue mi sueño)
Por un largo sendero de la Tierra Muerta,
Dónde sólo las amapolas crecen en la arena,
Aquellas que arrancamos con escasa estima,
Y siempre tristes, hacia una triste corriente
Seguimos avanzando con los dedos entrelazados,
Bajo las estrellas distantes, un camino imprevisto,
La visión de todas las cosas en la sombra de un sueño.

Y siempre tristes, mientras las estrellas expiraron,
Las más extrañas amapolas encontramos,
Hasta que tus ojos cultivaron toda mi luz,
Para iluminarme en aquella hora de cansancio,
Y en su oscurecimiento ninguna conjetura podría
Atormentarme con los días perdidos que deseamos,
¡Después de ellos mis recuerdos fueron destrozados!

Ernest Christopher Dowson (1867-1900)

Misterio

Mystery; D.H. Lawrence (1885-1930)

Soy un enorme
Tazón de besos,
Como el alto
Y delgado cuenco
Llenado en Egipto
Para los excesos de Dios.

Alcé hacia ti
Mi tazón de besos,
Y a través del receso
Azul del templo,
Lloré hacia ti
Con salvajes caricias.

Y hacia mis labios
La pasión deslizó
Un rubor brillante,
Y por mi silueta
Blanca y delgada fluyó
El himno tonante.

De pie frente al altar
Ofrecí el cáliz,
Y lloré hacia el cielo,
Para que te inclines
Y bebas, oh, Señor.

Oh, bebed mi cuerpo,
Que tal vez yo sea
El interior del cuenco,
Como un misterio,
Como el vino inmóvil
En el éxtasis.

Brillantes todavía
En el éxtasis,
Vinos mezclados
De ti y de mí,
En un completo
Y absoluto Misterio.

D.H. Lawrence (1885-1930)

Los Progresos del Amor.

Ramón de Campoamor (1817-1901)

Así un esposo le escribió a su esposa:
"O vienes o me voy. ¡Te amo de modo
que es imposible que yo viva, hermosa,
un mes lejos de ti!

¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo!..."
Y ella exclamó: -¡No hay nada en este mundo
que él quiera como a mí!

Mas pasan unos meses, y la escribe:
"¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!
¡Sólo él, él sólo en mis entrañas vive!
Piensa en él más que en ti.

Su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado."
Y ella prorrumpe: -¡Es que, el ingrato, ya ama
al hijo más que a mí!

Después de algunos años le escribía:
"Espérame. Ya sabes lo que quiero:
mucho orden, mucha paz y economía.
¿Estás? Yo soy así.

Cierra el coche: me espanta el reumatismo;
avísale que voy al cocinero."
Y ella pensó: -¡Se quiere ya a sí mismo
más que al hijo y a mí!

Ramón de Campoamor (1817-1901)

La Proximidad del Amor.

Love's Nearness, Henry Van Dyke.

Pienso en ti, cuando los rayos dorados
Del sol brillan sobre el mar;
Y cuando las olas reflejan los pálidos
Ecos de la luna, pienso en ti.

Veo tu forma, cuando en la distante mañana
Se elevan suaves nubes de polvo;
En la noche profunda, sobre las rutas de la montaña,
Yo veo tus ojos.

Te escucho, cuando las mareas del océano retornan
Y se regocijan en sonoros bramidos;
En el páramo solitario, en la quietud anhelo,
Y escucho tu voz.

Me detengo contigo, aunque tú eres lejanía
Tu sombra habita cerca.
Crepúsculo, la noche abre su puerta,
Amada, te necesito, siempre, eterna

Henry Van Dyke (1852-1933)

La Mujer Blanca.

The White Woman, Mary Elizabeth Coleridge (1861-1907).

¿Dónde se detiene la adorable,
La salvaje mujer blanca, mortal para el hombre?
Nunca han cedido sus cuellos bajo el yugo,
Ellas habitaban solas cuando surgió la mañana
Y el tiempo comenzó.

Son más altas que el hombre, cálidas,
Y sus mejillas siempre fueron pálidas.
Los tigres en sus guaridas acechaban,
El halcón colgando del cielo azul
Anhelaba con destrozarlas.

El mortal abismo ha soltado su mano nerviosa,
Más fuerte que toda nuestra voluntad,
Mano de forma ciclópea, beata, tallada en hierro;
Y cuando lucha, las salvajes mujeres blancas lloran
El tormentoso lamento de la guerra.

Sus palabras no son como las nuestras,
Si el hombre pudiese pasearse entre las olas
Del océano cuando rompen, y oírlas,
Escuchar el lenguaje perdido de la nieve
Cayendo en lúgubres torrentes,
Entonces conocerían la lengua olvidada.

Como la luz más pura, así son ellas;
Jamás han pecado,
Pero cuando los rayos del fuego eterno
Queman el horizonte, sus trenzas son desatadas,
Y en alas del viento occidental danzan sus ropas,
Barridas por el Deseo.

Mira, de doncellas nacen damas,
Y fuertes niños de las damas y la brisa,
Los sueños no son (en la gloria del día,
Vista a través de las puertas de marfil)
Más justos que estos.

Nadie encontrará sus hogares nobles,
Pues a la sombra primaveral del roble,
En la penumbra del oscuro bosque se ocultan.
Una de nuestra raza, perdida en el claro,
Vió con ojos humanos a la Dama Blanca,
Y mirando, murió.

Mary Elizabeth Coleridge (1861-1907)

La flor del amor

Flower of Love, Oscar Wilde (1854-1900).

Amor, no te culpo, pues mía ha sido la culpa, al no ser creado por la arcilla común
Escalé la mayor de las alturas, inalcanzable; ví el aire pleno, el día más grande.

Desde lo salvaje de mi desperdiciada pasión fui asaltado por una mejor, más clara canción.
Encendí una ligera luz de abnegada libertad, luché contra la envilecida cabeza de Hidra.

Han sido mis labios barridos hacia la música por tus besos, y han sangrado,
Y tu has caminado junto a los ángeles en aquella planicie verde y esmaltada.

He andado por el camino donde Dante contempló los soles brillando sobre siete círculos,
¡Ah! Tal vez observó a los cielos expandiéndose, como si se abriesen sobre Florencia.

Y las naciones poderosas que me han coronado, a mí, que sin corona yazgo sin nombre,
Y algún crepúsculo oriental me ha encontrado de rodillas sobre el umbral de la Fama.

Me he sentado en el círculo de mármol donde el viejo bardo es igual al joven,
Donde la pipa siempre gotea su miel, y las cuerdas de la lira siempre vibran.

Keats levantó los rizos de su himeneo desde el vino de las amapolas,
Con su boca de ambrosía besó mi frente, envolviendo el amor noble que hay en mí.

Y en la primavera, cuando las flores del manzano tiñen el seno de las palomas,
En la hierba yacen dos amantes que ha leído la historia de nuestro amor.

Han leído la leyenda de mi pasión, y conocido el secreto amargo de mi corazón,
Besándose como nosotros nos hemos besado, pero nunca lejos como nosotros lo estamos.

Pues la flor carmesí de nuestra vida es devorada por el gusano de la verdad,
Y ninguna mano recogerá los marchitos pétalos de la rosa de la juventud.

Sin embargo, no me arrepiento de amarte, ¿qué otra cosa puede hacer un muchacho?
Los ávidos dientes del tiempo corroen, persiguiendo las silenciosas huellas de los años.

El timón nos balancea en la tempestad, y cuando la tormenta de la juventud haya pasado,
Sin liras, sin laúd y sin coro, la tranquila muerte del navegante finalmente llega.

Y dentro de la tumba no hay placer, el ciego gusano consume las raíces,
Y el Deseo se estremece en cenizas, y el árbol de la pasión no da frutos.

¿Qué otra cosa puedo hacer sino amarte? La propia madre de Dios me es menos querida,
Y menos aún la dulce Afrodita elevándose como un lirio plateado sobre el mar.

He tomado mi decisión, he vivido mis poemas y, aunque la juventud se haya perdido en indolentes días;
He descubierto que la corona de mirto del amante es mejor que la del laurel sobre el poeta.

Oscar Wilde (1854-1900)

Helen en soledad.

Helen all alone; Rudyard Kipling (1865-1936).

Hubo oscuridad bajo el Cielo
Durante una hora.
La oscuridad que conocemos
Nos fue otorgada como una gracia.
El sol y el mediodía y las estrellas se ocultaron,
Dios abandonó su Trono,
Cuando Helen vino hacia mí, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Lado a lado (porque el destino
Nos condenó desde el nacimiento)
Arribamos a las puertas del Limbo
Y miramos hacia la tierra.
Mano sobre mano en medio
De un espanto que el sueño no conoce,
Helen corrió junto a mi, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Cuando el Horror que pasa
Se lanzó a nuestra caza,
Cada uno se apoyó en el otro,
Y encontramos fortaleza en el otro.
En los dientes de las Cosas Prohibidas
Y la Razón derrocada,
Helen se paró junto a mi, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Cuando, por fin, oímos aquellos fuegos,
Quebrados y muriendo lejos,
Cuando, por fin, nuestro deseo encadenado
Nos arrastró hacia el día;
Cuando, por fin, nuestras almas se libraron
De lo que nos había revelado la Noche,
Helen pasó junto a mí, lo hizo,
¡Helen en soledad!

Déjala ir y encontrar a su amado,
Así como yo he de buscar a mi novia,
Sin conocer la Nada detrás del Limbo
Ni a quienes son encerrados dentro.
Hay un conocimiento prohibido por Dios,
Más de lo que podemos soportar,
Entonces Helen se alejó de mí, lo hizo,
¡Oh, mi alma se alegró de ello!
¡Helen en soledad!

Rudyard Kipling (1865-1936)

Esta pequeña bolsa.

This little bag; Jane Austen (1775-1817)

Esta pequeña bolsa, espero, probará
Que no fue hecha en vano,
Pues si necesitas una mano
Toda la ayuda te brindará.

Y cuando estemos listos a partir
También servirá para otro fin,
Posa tus ojos en la bolsa vacía
Y recordarás a tu amiga.

Jane Austen (1775-1817)

El Viento que sacude las Espigas.

The Wind that shakes de Barley, Katharine Tynan Hinkson (1861-1931).

Hay música en mi corazón todo el día,
La oigo en la aurora y en el crepúsculo,
Proviene de ignotas tierras lejanas,
El viento que sacude las espigas.

Por encima de los montes bañados en rocío
El cielo cuelga suave y perlado,
Un mundo de esmeraldas escucha deseando
Al viento que sacude las espigas.

Sobre las cimas azuladas de las montañas
La alondra esconde su melodía,
Y las rocas continúan la sinfonía
Del viento que sacude las espigas.

Incluso en el verano, atravesada la primavera,
Me convoca tarde y temprano,
Vuelve a Casa, Vuelve al Hogar, así suspira
El viento que agita las espigas.

Katharine Tynan Hinkson (1861-1931)

El Verdadero Conocimiento.

The True Knowledge; Oscar Wilde (1854-1900)

Tú que lo sabes todo; sabes que busco en vano
Semillas y tierras para cultivar con certeza,
Pero la tierra es oscura entre la maleza,
Indiferente a la lluvia o lágrimas que derramo.

Tú lo sabes todo; sabes que me siento y espero,
Con las manos frágiles y los ojos ciegos,
Hasta el último pliegue del velo,
Hasta el ocaso de la puerta.

Tú lo sabes todo; sabes de mi vanidad,
Confío en que mi vida no es en vano,
En que algún día nos tomaremos de la mano
En una extraña y divina eternidad.

Oscar Wilde (1854-1900)

El Sí de la Dama.

The Lady's Yes, Elizabeth Barret Browning (1806-1861).

¡Si! Os respondí anoche,
¡No! Esta mañana, Señor, he dicho.
Los colores, vistos a la luz de las velas,
No brillan igual durante el día.

Cuando los tambores sonaron perfectos,
Las lámparas arriba y las risas abajo,
Ámame sonaba como algo sínico,
Tanto para el Sí como para el No.

Llámame falsa, o llámame libre;
Y no importa qué luces brillen,
Ningún hombre verá en tu rostro
La incierta pena de mi inconstancia.

Pues el pecado oscila sobre ambos;
(Es tiempo de danzas y no de compromisos,
Y la luz de la promesa destruye la fidelidad)
Abate sobre mí la cobardía que yace en tí.

Aprende a ganar la fe de una Dama;
Noblemente, como las nubes altas,
Valientemente, en la vida y la muerte
Con una noble gravedad.

Guíala por el escenario del baile;
Muéstrale con tu mano los cielos estrellados,
Cuídala con palabras delicadas,
Limpias de cortejo, puras en halagos.

Por tu Amor ella será fiel;
Siempre fiel, como las damas de antaño;
Y su , cuando sea pronunciado,
Será un para siempre.

Elizabeth Barret Browning (1806-1861)

El Misterio del Dolor: Emily Dickinson

The Mystery of Pain; Emily Dickinson (1830-1886)

Hay un elemento blanco en el Dolor;
Yo no puedo recordar
Cuando hubo de comenzar,
Si fue durante el día
Cuando en realidad no.

No tiene futuro sino el propio,
Sus reinos infinitos
contienen el pasado,
Percibiendo, iluminado,
Un nuevo período de dolor.

Emily Dickinson (1830-1886)

El Mensajero.

The Messenger; Howard Phillip Lovecraft (1890-1937)

La Cosa, dijo él, por la noche vendría,
Desde el viejo camposanto sobre la colina,
Agachado frente al rubor de un fuego de robles
Traté de decirme que aquello no podía ser.

Seguramente, reflexioné, esto es una burla,
Urdida por alguien que desconoce sin dudas
El Signo Mayor, legado de antigua solemnidad,
Que libera las formas que hurgan en la oscuridad.

Él no quiso afirmarlo, no, pero igual encendí
Otra lámpara, mientras el estrellado Leo
Remontaba el río, la llama chispeó como un deseo,
Y la luz de la lumbre se deshizo, lento, muy lento.

¡Entonces en la puerta, de la cautelosa agitación vino,
Y la Verdad demencial me devoró como una llama!

Howard Phillip Lovecraft (1890-1937)

El Laúd y la Lira.

The Lute and the Lyre; Algernon Charles Swinburne (1837-1909).

Un deseo profundo, que penetra en el corazón y en la raíz del espíritu,
Encuentra su voz reluctante en versos que añoran, como brasas ardiendo;
Tomando su voz exultante cuando la música persigue en vano un
Profundo deseo.

Lacerante mientras arde la pasión de la rosa cuyos pétalos respira,
Fuerte mientras crece el anhelo de los capullos por las frutas,
Suena el secreto tácito agotando su profundo tono.

Desciende el arrebato que poseía el suave laúd del amor;
Desciende la palpitación del triunfo de la lira:
Todavía el alma se siente quemar, una llama desatada aunque silenciosa
En su profundo deseo.

Algernon Charles Swinburne (1837-1909)

El Jardín de las Sombras.

The Garden of Shadows, Ernest Christopher Dowson (1867-1900).

El Amor ya no escucha el gemido del viento
bailando entre flores perfectas: Tu cerrado jardín
Crece en desérticas formas, donde nadie podrá encontrar
El extraviado pétalo de una rosa olvidada.

¡Oh, Brillante, brillante cabello!
¡Oh, Boca, labios trémulos como la fruta que cae del árbol
¿Puede el hambre permanecer cerca de esa cosecha?
El Amor, que fue sinfonía, con su laúd quebrado
Susurrará melodías sobre la hierba de los camposantos.

Deja que el viento murmure sobre las flores perfectas,
Y que el jardín renazca y brille con la primavera:
El Amor ha crecido ciego sin contar las horas,
Sin soñar en las semillas del tiempo, ni en su cosecha.

Ernest Christopher Dowson (1867-1900)

El Final del Día.

The end of the day, Katharine Hinkson Tynan (1861-1931).

La Noche oscurece rápido, y las Sombras crecen,
Las nubes y la lluvia se congregan sobre mi casa,
Sólo se oyen los gemidos de la madera, ¿los escuchas?
Quejidos de dolor cuando el agua penetra sus venas.

Soledad y Noche! La Noche es solitaria,
Cubriendo las estrellas en su seno maternal,
Envolviéndolos en su velo oscuro de intimidad;
Protegiendo al afligido, al cansado, al desposeído.

Cuándo se iluminará? La Noche es amable,
No todos sus instantes pasan fugaces;
Ahora, en mi hogar las horas caen a ciegas,
Tras el débil escalofrío del amanecer,
Tras la tímida canción de la alondra.

Duerme ahora! La Noche vuela en las alas del esplendor,
Ocultando la luz de los ojos bajo su negro mar,
Suave y seguro, bajo su mirada tan tierna,
Deberías despertar, deberías despertar y llorar.

The end of the day, Katharine Hinkson Tynan (1861-1931).

El Campo de las Almas.

The Camp of Souls; Isabella Valancy Crawford (1850-1887)

En mi canoa blanca, como el plateado aire
Sobre el Río de la Muerte que oscuro pasa,
Cuando las lunas del mundo son circulares,
Yo remaba volviendo del Campo de las Almas.
Y cuando los deseos del bajo pantano se apenan,
Llegan las plumas sombrías de las Hojas que Cantan.

Doscientas veces las lunas de primavera
Rodaron sobre el aliento azur de la bahía,
Adornándome con las alas del águila,
Pintando mi rostro con el Tinte de la Muerte,
Y de las cañas sobre mi cadáver rompieron
Los solemnes anillos del azul, el último humo.

Doscientas veces las lunas invernales
Arroparon la tierra muerta con su manto pálido;
Doscientas veces las aves del viento salvaje
Chillaron sobre el rubor de la luz dorada
En aquella dulce alba, cuando el verano urdía
Su choza sombría de hojas perfectas.

Doscientas lunas de hojas decrecientes han pasado
Desde que colocaron el arco sobre mi mano muerta,
Cantando a mi alrededor la Canción del Dolor,
Mientras tomaba mi camino en la tierra de los espíritus;
Sin embargo, cuando el cielo azul quiebra su aliento
Llegan las plumas sombrías de las Hojas que Cantan.

Blancas son las chozas en aquel campo lejano,
Donde el ciervo de ojos claros corre por los llanos;
¡No hay pantanos amargos ni marjales cerrados
En la tierra donde feliz caza el gran Manitou!
Y la luna de verano rueda eternamente
Sobre los hombres rojos del Campo de las Almas.

Azules son sus lagos, como el pecho de las palomas salvajes,
Murmurando suave mientras oyen sus apacibles notas;
Tan calmos como las estrellas que duermen en el cielo,
Los lirios amarillos flotando sobre ellos;
Y las canoas, como escamas de nieve plateada,
Atraviesan el lecho de juncos que vienen y van.

Verdes son sus bosques; sin aires violentos
Azotando la arboleda en el crepúsculo,
Con el llanto de los árboles que se afligen detrás;
Pero el viento del sur, amigo del gran Manitou,
Cuando el verde es bañado por el rocío,
Dobla alientos floridos de su caña roja.

Sobre ellos nunca caen las blancas heladas,
Ni sus ramas brillan con el Tinte de la Muerte;
Manitou sonríe en su cielo de cristal,
Cerrando sobre ellos su aliento vital;
Y allí su voz no ruge en el trueno feroz,
Allí cerca de sus felices campos de caza.

Pero a veces anhelo, sobre mi canoa blanca,
Volver a los llanos y bosques del mundo:
Allí está la flecha negra que me penetró,
Allí está la mujer que me dio a luz,
Allí, en la luz del alba de un joven,
Gané el corazón del lirio del ocaso.

Y el amor es una cuerda creciendo fuera de la vida,
Y teñida en el rojo de un corazón vivo;
Y el tiempo es el cuchillo herrumbrado del cazador,
Que jamás podrá cortar aquellos hilos carmesí:
Navego desde la orilla de los espíritus a explorar
Donde el tejido de aquella cuerda comenzó.

Pero no regresaré con las manos vacías,
Muchas riquezas acumulo en mi canoa;
Capullos que florecen en la tierra de los espíritus,
Inmortales sonrisas del gran Manitou;
Y cuando remo hacia las costas de la Tierra
Las disperso sobre el corazón del hombre blanco.

Pues el amor es el aliento del alma puesta en libertad;
Entonces cruzo el Río de la Muerte que oscuro pasa,
Para que mi espíritu pueda susurrar suave
A los que aguardan por el Campo de las Almas.
Cuando sonríe la luz del día,
Cuando la noche pálida se vuelve triste,
Llegan las plumas sombrías de las Hojas que Cantan.

Isabella Valancy Crawford (1850-1887)